Doris, la nana de la casa(9)

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Era mi noche, pero la iniciativa se la había entregado a Doris, esta jovencita me demostró con el tiempo, sin querer, ni saber, que tenía una personalidad sexual, caliente y desinhibida, tenía el mando, sólo pedí me modelara algo de la lencería que le había regalado.

Obediente, desfiló, mostró y pavoneó en todo su esplendor, me quería calentar al máximo, lo que se pusiera se le vería magnífico, en el tercer o cuarto atuendo, pido su atención, abro las sábanas, mi verga se muestra impaciente e inflamada de tanta sangre que contiene, sin perder tiempo estamos revolcándonos como si no existiera un mañana, de improviso Doris alzó su voz y con firmeza me ordenó dejar mis manos tranquilas y quedarme quieto, Ud. me dijo que yo mandaba hoy, me dejó claro que el poder no era mío, (los roles de dominante y dominado, fueron un fetiche de ambos y el cambio de uno al otro, nunca fue un problema) me acomodó de espalda dejando a mi pene apuntando al techo, separó mis piernas y con ambas manos comenzó masturbando mi verga, suave y delicadamente primero, dándole en forma violenta sin aviso, varias veces lo escupió con una mezcla de saliva y líquido seminal, frenando y acelerando sin compasión, lo besó, acarició y lamió entero, siempre cuando atacó mi verga lo hizo disfrutándola por completo y gozando como siempre, su lengüita y boquita eran instrumentos de placer, metió mis huevos en su boca de a uno y juntos, su lengua recorrió mi culito por todos lados, mientras seguía pajeándome, no pude más, me vine de una, casi sin aviso, su carita quedó pintada casi por completo con mi leche, un segundo chorro lo tomo de buena gana, sin soltarlo, lo estrujo hasta tomar la última gotita, nuevamente las azules hacían su trabajo, mi pene descargado, pero erecto y firme miraba al cielo, se quedó como atontada por un momento viendo a mi verga parada aún, como el mástil de un barco, sin decirle nada, pero con una mirada caliente y lujuriosa, la llamaba a subirse y cabalgarme, como ella lo había pedido y yo no se lo había dado aún, me pidió me colocara un preservativo, el cual estaba listo en mis manos y puesto en tiempo récord, tomo mis brazos y los llevó sobre mi cabeza, tomo mi miembro y verificó su dureza, lo acaricio y beso con suavidad, se sentó sobre mi pecho y jugó unos momentos con mi pene, su culito lo abrazaba y soltaba con entusiasmo, avanzó hacia mi cara, presionando mi cara con su vagina caliente, jugosa, de vellos oscuros y crespos, mi lengua besaba su clítoris, lamía sus labios, trataba de entrar los más posible en su zorrita, mientras se movía, frotando su botoncito contra mi nariz, dejando caer jugos sabrosos en mi cara, ordenándome beber todo lo posible, estoy en eso, cuando se aleja, quedando sentada sobre mis muslos, verificando el estado de dureza, grosor y largo de mi verga, sin decir agua va, se montó con delicadeza, pero de una vez hasta el fondo, su zorrita era lo más caliente que he tenido en mi vida, ahí casi sin moverse estuvo un par de minutos, mientras su lengua luchaba con la mía, suave y lentamente comenzó a cabalgar, le duró poco, en unos pocos segundos, estaba como loca dándome con todo, se comió mi verga en su plenitud, su chorito hambriento de sexo quería saciar su hambre, era sorprendente ver que una mujer gozar de mi sexo, pedir más, todo el pene entraba y salía sin problemas, solita saltaba, se ensartaba, una y otra vez, cada vez más rápido, curvó su espalda, mientras gemía, se quejaba, resoplaba y se desplomó en mi pecho, con su cuerpo temblando de gozo, regocijándose de placer, la cachita no fue muy larga, intensa sí, 4 o 5 minutos como mucho, Doris, espero esto toda su vida, lo que sabía del sexo fue horrible, ayer supo lo que era sentir el clímax, tener un orgasmo, chorrear y saborear sus propios juguitos, yo estaba entero y sin darle tiempo de hacer nada la acomodé en cuatro al borde de la cama, a lo perrito y de pie, comencé a darle por detrás, sin miramientos, ni contemplaciones, sus gemidos y quejidos me excitaban e incentivaban aún más, a darle con más fuerza, con mi verga dentro, la empuje dejándola de guatita y yo hincado sobre su culito, bombeando sin parar, hasta que me corrí de nuevo, me desplomé sobre su espalda y no sé qué pasó, quedé, completamente emborrachado de sexo. Algo le dije al oído y sólo me pedía que no me moviera, quería mi verga dentro de ella, el reloj marcaba casi la 1, la bebé despertaría en un par de horas.

Delicadamente quise levantarme, quédate adentro y quieto, yo mando, ¿hay algo malo?, preguntó, "para nada", respondí, sólo quiero sacarme este condón y seguir teniendo sexo, comprendió el motivo, despacito retiré mi miembro, volteó, sacó el condón, limpiando con su lengüita mi pene aún firme. Quería continuar y me devolvió el mando, quería aprender, preguntó por otras posiciones, otras cosas ricas, los videos porno, las páginas y las diferentes categorías, fueron las lecciones para ver y practicar, sin embargo, la primera lección que quise dar, fue auto complacerse, quiero que te masturbes, ordené, no sabía hacerlo, dijo o eso creía, no se sentía cómoda, lo veía como algo malo, la observé unos momentos y tomé su manito y dí algunas indicaciones, mójese los deditos, saliva o lubricante, a la mano tenía lubricante con sabor y una adecuada porción cubrió su chorito peludito y continué mi labor de profe, la ayude a terminar su educación media y ahora se graduaría en dar, recibir y disfrutar de su sexo. Lo primero que debía hacer, era conocer su cuerpo, su período, su sexo, esa zorrita peludita y sumamente caliente, labios mayores y menores, clítoris y perineo, el culito, el monte de Venus, sus tetitas y pezones, debía, además, pensar en sexo, cerrar sus ojitos y fantasear con tener grados de placer al máximo, tocarse lo justo y necesario, donde tocarse, ella lo debía descubrir sin temores ni pudores. Quiero verte tener un orgasmo suyo, solita o con poca ayuda, pajéese y acabe, yo te ayudaré un poco y tú descubrirás lo que más te va a gustar.

Comenzó a masturbarse y tocarse como no lo había hecho, un dedito frotaba su botoncito de placer y su otra mano aportaba dos deditos para entrar en otros hoyitos, yo me encargaba de la cintura hacia arriba, cuando encontró su propio ritmo, me retiré al costado y observé su performance, unos minutos después había logrado su clímax, tomé sus manos y chupé sus deditos, llenos de jugos y sabores sin igual.

Le pedí hacer cucharitas y en esa posición, la abracé firmemente, dormí y pasó al menos una horita, mi hija despertó y Doris la atendió como siempre, con una dedicación admirable.


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