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Cantaba Israel en Eurovisión mientras en Gaza callaban los niños —no por pudor, sino porque ya no podían gritar. Europa aplaudía. Las bombas seguían cayendo, pero la melodía era pegajosa. Dicen que la música une, pero aquí solo encubre. El escenario brillaba; las cunas, no. Algunos lloraban por la puntuación, otros por la sangre. Y tú, que viste todo en directo, ¿ya lo olvidaste? La indiferencia no es neutralidad: es complicidad con el verdugo.
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