CUENTOS BREVES (del manual de la masturbación) (29)

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CUENTOS BREVES
(del manual de la masturbación)

(29)

NUESTRO ARDIENTE JUEGO

PREPARATORIO  -1-

 

Me bajo la braguita hasta los tobillos y me acomodo en el butacón gris perla. Con una mano me sobo los pezones, que tengo duros como avellanas, y de ese mismo color. Con la otra me acaricio los rizos del triángulo invertido que cubre mi monte de Venus; juego a estirarlos hacia las partes laterales, donde los gruesos e irregulares labios de mi mojada vagina sobresalen en medio del vergel velludo. De ahí paso al bulbo reluciente y erecto. Abro bien los muslos para ver el tenue tono violáceo del capullo de mi coño. Y vuelvo a mirar a Tania y Roberto.

Ella sentada sobre la alfombra de topacio con las piernas cruzadas agarra el chisme enorme y tieso de Roberto. Lo tiene sujeto por su base, justo donde terminan los pelillos rubios del pubis y arranca la porra tiesa; con la otra mano está acariciando el capullo ancho, inflamado, con un intenso tono rojo. Él respira tan fuerte que le escucho desde aquí. Tania es una experta: ha sabido conectar con él y crear el clima de lujuria preciso. También es una experta en el arte de acariciar los miembros genitales; la he visto varias veces, y en todas ellas ha llevado a nuestros compañeros de juegos a un éxtasis de plenitud, a un nirvana de placer sexual. Es nuestra tela de araña para disfrutar de nuestras travesuras ardientes y hacernos vibrar de deseo antes de hacerlo entre nosotras.

Ahora, la polla tiesa de Roberto recibe besos intercalados con caricias que pasan de la delicadeza al frenesí (esto hace exhalar gemidos de gusto a nuestro profesor de Filología griega en el último curso universitario; ahí tumbado, con la camisa abierta, con su torso velludo cubriendo sus magras tetillas, en pelotas resulta algo ridículo con la camisa a rayas desabotonada, a ambos lados de los costados, y con los calcetines negros por los tobillos). Él se semi incorpora apoyándose en los codos; le gusta hacer de voyeur de su propio gozo; es una placentera forma de exhibicionismo y escoptofilia. Observa atentamente las evoluciones de los dedos de Tania en su verga. La nuez de su cuello se hincha una y otra vez al tragar la saliva libidinosa que se acumula en su boca.

Tania retuerce ligeramente el miembro; la parte delantera queda a la vista de él, con el frenillo frente a sus ojos. Tania sacude la polla, mientras me mira. Yo estoy manoseando mi clítoris ya ardiente; me chupo los dedos y me toco el fruto endurecido: ver a Tania manipulando el sexo de Roberto me ha puesto cachondísima. Quiero ver cómo le da placer; las dos practicamos este juego como preludio a nuestra diversión sáfica.

Tania vuelve al órgano masculino. Él parece hipnotizado mirando su sexo atrapado entre las manos de ella. Los suaves labios besan el capullo un par de veces. Eso me ha puesto al borde de la inflamación: anticipo su boca en mi chocho húmedo, expectante, deseoso de que me lo coma. Tania gira la cabeza hacia mí; yo introduzco mis dedos en la raja abierta; los sacó húmedos y los llevo a mi boca; es algo que electriza siempre a Tania, igual que cuando le beso el ojete. Inmediatamente se mete la polla en la boca y comienza a chuparla. Roberto echa la cabeza hacia atrás y gime sonoramente.

Tania sabe cómo mamarles la polla, el sitio justo, la intensidad apropiada, el ritmo exacto, los lugares donde debe succionar, lamer, acariciar con su delicada lengua apetitosa, para llevarles al punto del clímax; luego parar en seco, apretarles el cilindro tieso y los huevos para frenar el acceso de eyaculación, en el instante en que el caudal de leche sube, buscando la satisfacción inmediata, el alivio de la tensión, el estallido del goce.

Exactamente ha sucedido eso: Tania lo ha dejado así, con la tranca batiendo el aire con ligeros golpes; algunas gotas líquidas brillando por el agujero del cipote..., no más allá. En ese momento se levanta y le muestra su coñito impoluto, afeitado, con sus labios apretaditos. Tania se abre el higuito con los dedos de ambas manos y lo acerca a la boca de él. Roberto besa el agujero, la toma por el culo acercándola a sí y pega el chumino a su boca. Yo estoy chorreando, la untuosidad de mi vagina desciende entre mis dedos. Tania mueve sus caderas (veo los cachetes hermosos y pequeños de su culito como si bailara, girando sobre la boca de Roberto), sube y baja; se ladea a derecha e izquierda; puedo imaginar su carne rosada cubierta de la película de saliva de él, mezclada con su flujo; me pongo al máximo de temperatura sexual, y comienzo a masturbarme enérgicamente. Roberto chupa la vulva y Tania jadea ostensiblemente. En el instante en que yo alcanzo mi orgasmo, dejo escapar un bufido de placer. Es lo que Tania esperaba oír. Empuja la cabeza de Roberto y se agacha sobre el mango tieso; se lo mete en la boca y veo como su cabecita sube y baja con toda la verga dentro. Él cierra los ojos. Ella sigue la felación hasta que se oyó un respingo de cercanía fronteriza al espasmo eyaculatorio. Entonces se la saca de la boca, unos hilillos de saliva cuelgan por los labios y la barbilla de Tania. Le agarra el falo y lo agita frenéticamente. De repente, Roberto estalla en sonidos agudos, casi femeninos, que salen de su garganta. Una riada de semen salta desde el glande hasta los pechos de Tania, la segunda chorreada le cubre el pezón derecho. Yo me masajeo el ardiente clítoris otra vez cachonda. El esperma resbala por el puño de Tania hasta bajar por el antebrazo, brilla acuosamente. Ella sabe que ver eso me causa un fuerte sofoco sexual. Por su parte, Roberto gime mientras se vacía en la mano, que sigue rítmicamente masturbándolo. Poco a poco su polla se va normalizando hasta la flacidez. Tania suelta la tranca. Yo estoy a su lado y limpio su cuerpo con un kleenex: sus tetas, su estómago, su brazo lleno de leche tibia oliendo a semen; terminó secando su vulva, mojada de la saliva de Roberto y sus propios juguitos vaginales Ella me besa y yo recorro con mis labios los suyos y dejó que su lengua me penetre. Mis dedos acarician los labios verticales, que de nuevo se humedecen.

Roberto se ha retirado unos pasos y nos observa sentado en el suelo con su polla ya de tamaño natural, lejos de la excitación.

(Continuará)


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