LOS NUEVOS ESPECTROS
En una larga hilera de indistinguibles torsos y rostros. Así los conducen. Con grilletes en los tobillos y en las manos. «Tu vida es mía». Caminan dejando un rastro carmesí. Están acostumbrados a la larga humillación de ochenta años. Las mujeres y los hombres de metal los conducen imperturbables. Perdieron el alma bajo los cánticos fanáticos. «Siempre justificamos todo lo que hacemos».
Arañas estelares, orugas que despiden polvo, latigazos de miradas de estatuas sin emociones.
La fila deja un rastro, un trazo como si fuera un rail de piel gastada. Son los hijos de la nada.
«Un cazo de agua; un puñado de grano», es la voz del soldado de plomo, un grito gutural, un dedo en el gatillo, labios prietos. Ellos, los otros, los nuevos espectros, han perdido la memoria, han pervertido a los muertos.
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