LA MALDICIÓN DEL ANILLO

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        LA MALDICIÓN DEL ANILLO

El anillo de plata yacía entre las cenizas de un difícil pasado, esperando que alguien lo encontrará. Ayla lo deslizó en su dedo curiosa y en ese instante sintió como una fuerza desconocida despertaba en su interior. Las sombras paseaban a su alrededor y una voz susurrando le prometió poder cambiar su destino.

Cada noche, en el reflejo de aquel anillo aparecía él: un hombre de ojos profundos, penetrantes, encadenado a una maldición desde hacía décadas. Su nombre era Gael, y se encontraba atrapado entre dos mundos porque en vida había intentado robar el anillo para salvar a su amada. La joya, creada por un dios oscuro absorbió su alma como castigo, atrapándolo en un limbo eterno, prisionero por siempre como castigo divino.

Un día, paseando por un jardín cercano, Ayla vio a un fauno de ojos dorados que la seguía. Ella temblorosa se giró y le preguntó que quería. El fauno dijo: "hay algo del anillo que debes saber. Esta joya encadena a quienes desafían su poder, sellando su voluntad para siempre. Ahora tu destino está atado a Gael y debes romper la maldición pidiendo un solo deseo. Si te equivocas, no sólo no se cumplirá, sino que anillo absorberá tu alma para siempre".

Ayla tembló, sintiéndose atrapada en un callejón sin salida. Cada noche se sentía más unida a Gael. Una fuerza poderosa la atrapaba, un deseo constante la llevaba a los ojos de aquel hombre, un amor prohibido que era la llama que la mantenía viva en aquella oscuridad.

El anillo cada día pesaba más en su dedo índice. Se hacía a veces insoportable, como si su piel fuera la última barrera entre Gael y la libertad.

Esa noche, en un silencio roto por el susurro del viento, Ayla cerró los ojos y habló al anillo entregando su deseo más profundo: liberar a Gael. Poder tenerlo entre sus brazos.

Sintió como el anillo ardía en su dedo y escuchó "para romper la maldición y cumplir tu deseo, debes renunciar al poder del anillo para siempre y entregarme tus recuerdos".

Ayla asintió y el dolor se fue volviendo dulce, consumiendo un recuerdo tras otro. Entonces, Gael emergió entre sombras, sus cadenas estaban rotas por el amor que Ayla había expresado sin ningún miedo. No recordaba su nombre, ni nada de su vida, pero tenía la certeza de haber salvado al hombre que amaba.

El fauno desapareció entre las hojas, portando un anillo que llevaba grabada la promesa de que el poder sin precio no existe y que en la oscuridad el amor es la única luz verdadera.

 


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