NUNCA SABRÉ QUIÉN FUE (parte uno)
Por Eunoia
Enviado el 05/06/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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NUNCA SABRÉ QUIÉN FUE (parte uno)
Nunca sabré quién fue. Lourdes lo propuso y todos aceptamos. Particularmente yo estaba presa de la rijosidad. Hacía dos meses que no echaba un polvo... desde que Mariana me dejó. Así que fui el primero en gritar: "vale"...Pero, detrás de mí, todos aceptaron.
Era el día de la graduación, corrían las bebidas y las bromas eran parte de la demostración de la alegría por los aprobados, que en la fiesta del local de Yolanda, éramos todos.
Pero Yolanda, nuestra anfitriona insistió: "Es en serio. Este día es muy especial y quiero recordarlo siempre". Los "Bravo", "Cojonudo", "Yo también ", "Vamos, valientes", y otros gritos inundaron la sala.
De esa manera, Yolanda fue hacia la entrada y cerró los conmutadores de la luz. Se oyeron gritos y chillidos, alguna risa histérica y algunos "uauuuuhh". La sala quedó completamente a oscuras, y parecía que nada ni nadie se movía. A los pocos segundos se apreciaban algunas sombras y se escuchaban pies moviéndose en todas direcciones.
Yo me acerqué, tanteando el espacio a mi alrededor hasta que encontré una pared. Oí risas; era Susana, se reconocía claramente. Después, Yolanda pidió: "En silencio, todos. Ha de ser una orgia de anónimo". Alguien aulló cerca de donde yo estaba y volvieron a estallar risas histéricas.
Seguían escuchándose pasos y alguna respiración fuerte. Alguno tropezó y maldijo en voz queda; creo que fue José Luis, pero no estoy seguro.
Me moví hacia mi derecha y encontré un cuerpo blando. Tanteé la cintura. Era una de las chicas. Su mano me recorrió desde el pecho a las piernas y se pegó a mí. Yo, con el corazón como una campana, la abracé. Subí las manos y noté el doble bulto de las tetas, de mediano tamaño. Me pregunté si sería Pilar o Yolanda, porque Marta y Elisa las tenían muy grandes. Sentí el aliento de una boca cerca de mi barbilla. Sus labios encontraron los míos y besé con fruición la suavidad de los suyos. Introduje mi lengua entre ellos y los dos jugamos con nuestras lenguas. Ella metió toda la longitud de la suya hurgando en mis carrillos, mi paladar, enroscándose en la mía. Sentí el sabor de aquella lengua caliente y juguetona. Y metí los dedos entre los botones de la blusa. Ella los apartó y fue desabotonando la prenda. Quedó en sostén y yo apresé las esferas, acaricié hasta que los dos pezones se pusieron duros y tiesos.
Ella llevó sus manos a mi paquete. Mi polla estaba erecta y dura. Me desabrochó el cinturón y me bajó el pantalón y el bóxer. Me cogió por el culo desnudo y me apretó contra ella, sobando la carne de mis nalgas. Yo le subí los aros del sujetador y empecé a chupar los pezones. Metí mis dedos por debajo del borde de la falda. Los deslicé hasta llegar a la braguita y penetré entre la revuelta maraña de vello púbico. Con el índice palpé la entrada del higo húmedo. Mi verga estaba enhiesta y palpitante cuando ella la agarró con fuerza. La otra mano me acarició los cojones, como sopesándolos, y apretó levemente el escroto. Yo gemí inconteniblemente. ¡Seguro que mis huevos estaban duros y llenos de simiente deseosa de ser extraída!
La cogí por los hombros y la fui agachando hasta que noté el cabello a la altura de mi vientre. Bajé mi polla erecta hasta colocarla horizontal y entonces sentí la humedad y su lengua que iniciaba una felatio. Volví a gemir y ella emitió un "shhhsss" largo. El sonido no permitía saber cuál de las chicas era. Siguió con la mamada hasta que llegué al punto del clímax. Ella lo notó y soltó mi nabo cuando estaba a punto de estallar en un manantial lácteo; quería evitar que me corriera. Me hizo agachar forzándome a ponerme de rodillas y por los hombros me condujo hasta el vello de su coño. Hundí mi boca en la caliente raja. Lamí los abundantes jugos. Ahora ella dejó escapar un ruidito de placer contenido. La cogí por el culo y metí mi lengua en el chocho ardiente hasta donde alcancé. Le comí el chocho y la perla del clítoris durísimo y la llevé a un orgasmo. Notaba su estremecimiento, el estallido de la corrida vaginal. El agujero de mi capullo vertía un fluido viscoso que bajaba —lo sentía— desde el borde del glande y se deslizaba hacia la base del pene, allí donde nacía mi grueso falo erecto.
Se sucedieron unos largos segundos, ella jadeaba a mi lado; parecía moverse, como si continuará jugando con el rubí de su coño insaciable, mientras yo estaba mortificado, con mi tranca deseosa de descargar.
Por fin, noté la mano acariciando mi glande; con la otra manoseaba mis pelotas, yendo hacia abajo y acariciando mi ojete, jugando con la entrada y simulando follarlo sin llegar a entrar. Inmediatamente, la boca se apoderó de mi tranca y comenzó a succionarlo suave, al principio, y comiéndolo enterito, después. Yo gemía de placer y necesidad de que me hiciera finalizar, conduciéndome al paraíso con el estallido de esperma en esa boca deliciosa, llenando esa lengua rotatoria de leche volcánica. Llegué a notar el mentón apretado contra los pelos del vientre, se la estaba tragando toda. La yema del dedo hacia círculos en el ojo del culo. Me gustaba la sensación. Entonces... sentí cómo el líquido lácteo subía incontenible por la verga y sin poderme resistir, a pesar de que quería aguantar más, para disfrutar del placer, tuve un acceso, un latigazo, un espasmo y me corrí. Me movía como si follara aquella boca chupona una y otra vez. Fue una eyaculación en cadena. El esperma manaba y manaba dentro de aquella boca suave y experimentada. Entre jadeos vacié toda mi leche, hasta quedar tendido en el suelo, con la polla sobre mi muslo dejando caer las últimas gotas de semen. Y me quedé allí inmóvil, mientras la boca extraía hasta la última gota de semen. Finalmente, se la sacó muy despacio. Y yo exhalé sonoramente el aire contenido al eyacular.
Quedé inmóvil unos minutos. Percibí, cerca de mí un perfume masculino, y escuché el chasqueó de unos labios. Tuve una inquietud: me asaltó una duda... ¿quién me había hecho aquella placentera mamada?, ¿quién me había que me había prodigado la mejor felación de mi vida? En realidad, me daba igual cuál de las chicas había sido: no me importó nada más que el buen rato que había pasado.
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