DEL AMOR Y LOS DESENFOQUES

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         DEL AMOR Y LOS DESENFOQUES

    

   Entre los mitos que los individuos hacen suyos (no olvidemos que el ser es el ser social, es decir, circunscrito a un momento histórico determinado y a un entorno cultural concreto) uno sobre el que gravita gran parte de nuestra vida es el mito del amor; el mito del amor romántico, propio del punto de vista de la posesión y no de la entrega.

   Cuando los individuos hacen suya la concepción del término amor como de algo que por el mero hecho de ser sentido y proyectarlo fuera de sí (cuando es un ser sensible) merece y espera obtener un equivalente, ya sea como recompensa a lo que uno cree que entrega a otro, ya sea como algo que uno merece "per se", se produce un fenómeno perverso: la otra persona se convierte en un objeto reflejo del propio individuo, en un objeto "necesario" para el individuo proyector. La otra o el otro deja de ser sujeto propio para convertirse en objeto ajeno, en objeto al servicio del que espera recibir algo a cambio de esa reflexión de sus necesidades.

  Cuando el individuo que hace de sus emociones profundas (necesidades, aspiraciones, sueños, fantasías...), transformadas en sentimientos (sublimadas), una necesidad vital que la otra persona debe convertir en realidad se estrella con la respuesta negativa (sea explícita o implicita) de la persona en que supuestamente ha materializado su necesidad de recibir amor, padece un choque negativo por parte del ser amado comienza el sufrimiento, el dolor. Es el despertar del desenfoque de considerarse a uno mismo un ser incompleto sin otro ser complementario (esa absurda teoría de la "media naranja"). A ese sentirse rechazado (el despecho) le sucede una reacción tóxica de malestar que también se proyecta al otro u otra, en lugar de concientizar que es un producto del deseo de poseer a la otra o al otro, de que sea una parte de uno o una misma. El fenómeno de objetivizar al sujeto amado es parejo al de enajenar las propias emociones y atribuirlas a otra persona, en la que nos extendemos fuera de nosotros mismos.

  Como miembros de nuestra especie, cada uno de nosotras o nosotros necesitamos realizarnos socialmente; no podemos ser plenamente humanos sin otros seres humanos, sin establecer vínculos, relaciones, nexos; sin tener lazos con otros, tanto en el terreno material como en el afectivo y en el sexual. En un modelo social sano esos vínculos no pueden ser restringidos artificialmente, ni limitados en razón de contratos basados en la apropiación.

   Amar verdaderamente es un fruto de la propia maduración de cada individuo. Saber amar es un proceso. Se ama cuando uno se da al o a la otra sin crear expectativas de recibir por dar (eso sería aplicar los criterios de la sociedad de intercambio mercantil al mundo de las emociones y sentimientos) sino que el propio goce, la propia felicidad interior es la proyección de esas sensaciones hacia otro y otros; es la propia entrega. ¿Excluye eso el disfrute afectivo o sexual personal? Al contrario, en una sociedad de individuos libres de la mentalidad posesiva, el disfrute de la entrega afectiva y sexual de cada cual hacia los demás (y viceversa) no se ve encarcelada por el desenfoque de esperar recibir unilateralmente.

   Aunque parezca lo contrario, cuando se ata a otro sentimentalmente, es uno quien se ata a otro. El amor auténtico goza y disfruta por el mero hecho de ser sentido por el sujeto, por experimentarlo. El verdadero amor libre es el que nos entregan cuando otra u otro, otras y otros, son conscientes de ser amados en libertad, sin cadenas, sin exigencias, siendo cuidados por otro, otra, otros u otras en un intercambio en el que no media el provecho personal, sino las sensaciones placenteras, sexuales y afectivas, en la vida comunitaria de nuestra especie. Es entonces cuando de una manera natural recibiremos lo que entregamos sin frustraciones ni la exigencia de un sometimiento posesivo y exclusivo de los otros miembros de la sociedad para beneficio individual. Por lo demás, son nuestras hormonas, las apetencias personales, el cruce de los azares y la sincronicidad inexplicable de la vida la que hace que nuestro corazón se acelere cuando pensamos en quien o quienes amamos.


 

Nota 
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En el sentido anterior, hace algunos meses, Aurora boreal escribía en este mismo lugar de Internet un par de reflexiones (Te quiero o te amo, 10/01/2024.  Vínculos, 12/01/2024) que me parecen imprescindibles para enfocar correctamente las telaciones amorosas.


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