Una mansión que acoge infinidad de orgías (17) (1ª parte)

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Vega seguía frotándose la panocha cuando entró Julián a la garita para sustituirla en el puesto. Este guarda, como reseñamos en el episodio 7, es de mediana edad, mide 1,80 m y pesa 90 kg. Participa en competiciones de halterofilia.

--Vaya, ya veo que no pierdes el tiempo. Tus clases para ser Regresada están dando sus frutos –comenta Julián, al ver a Vega masturbarse a gusto.

--Es que dos matrimonios muy guarros me han puesto muy caliente. A uno de los chicos me lo tiré pero se me escaparon el resto del cuarteto. Ponte de rodillas ante mi chichi y lámemelo como un perrito. Dame gusto –le ordena Vega a su compañero.

Julián no se hace de rogar. Cuelga su chaquetón en el perchero y se dirige al destino ordenado. Le lame el coño a la chica durante quince minutos y después, al ser Vega tan menuda y delgada, la levanta y se la folla de pie. La segurata se abraza con sus brazos y piernas al cuerpo de su amante, como una lapa. Miran a la pantalla de reojo y observan que un empleado está clavando con chinchetas, en todas las puertas de las habitaciones, los dos artículos de la sexóloga y psicóloga Margaret Morgan Clark, reseñados en el episodio 14. A modo de Las 95 Tesis de Martín Lutero, el empleado va ilustrando a los clientes con las enseñanzas de esta importante consejera matrimonial. En las próximas horas se espera la visita de Margaret Morgan Clark a la mansión El Edén.

Vega y Julián deciden curiosear en la habitación n.º 2, y para eso cambian al monitor del mismo número de la pantalla. Allí está un obispo de una provincia cercana, que vino a pasar unos días a la mansión y visitar a algunos de los accionistas, que también son íntimos amigos de él. El obispo, que se llama don Damián, está acostado boca arriba sobre una cama. Rodeándolo, están cinco monjas de entre 25 y 30 años. Le están manducando la verga a gusto. Se van turnando y, las que esperan, jalean y animan a la que está tragando la polla del religioso. En ocasiones escupen bolas de saliva espumosa al suelo, pero no crean que se pierde. Tumbado boca arriba en el suelo hay un esclavo, que con la boca abierta y la lengua fuera va recibiendo estos espumarajos en la cara y en el interior de la boca. Las chicas, después de estar unos tres minutos comiendo rabo, se desenganchan de la polla y le sueltan al cuckold de abajo toda la saliva que han conseguido acumular. Compiten entre ellas a ver quién le suelta al maricón del suelo la mayor bola de babas.

--Mientras descansáis y esperáis vuestro turno, rezad el Rosario. Que no se diga que no aprovecháis el tiempo para hacer ejercicios espirituales. Los ejercicios sexuales no tienen porqué estar reñidos con los ejercicios espirituales –sugiere don Damián.

Las chicas comienzan con el Ave María. Incluso la que tiene la polla en la boca y en plena garganta profunda intenta articular el rezo, saliendo de su garganta un sonido gutural. Cuando se saca la picha de la boca para dejar el sitio a la siguiente, escupe su bola de babas de rigor sobre la cara del mancebo. Al intentar hablar con la verga dentro de la boca lo que consiguen es salivar más, algo que buscaba justamente don Damián, para que le dejaran la cara y la boca, al cuckold, bien llenas de espumarajos.

Después de casi una hora rezando, mamando y escupiendo llega el momento de la gran eyaculación del obispo. Este aprieta la cabeza de la monja afortunada contra su entrepierna para que no recule.

--¡Joder, qué explosión de placer! No te lo tragues, guárdalo para soltárselo al cuckold que tenemos de felpudo –expresa, todo excitado, don Damián.

Al cabo de un minuto y medio, don Damián relaja la presión y deja que la chica se incorpore. Esta escupe una enorme cantidad de saliva mezclada con esperma sobre el rostro del esclavo. Se mete los dedos en la garganta y se provoca un ligero vómito. Lo suelta sobre la cara del mancebo, que lo degusta todo a placer, y la monja con una media sonrisa le dice:

--Traga, maricón. Saborea babas, esperma y vómitos, que sé que te encantan estos baños faciales.

Los seguratas habían cambiado de postura. Ahora están en la postura de perra en celo. Julián coge del pelo a Vega y, a modo de riendas, le pega tirones de la pelambrera al mismo tiempo que le regala buenos empellones en la entrepierna. Cambian a la habitación n.º 3, y en esta se encuentran con tres lesbianas.

Dos de las chicas adoptan el rol de dominantes y la tercera hace de sometida. Mientras las chicas mandonas se besan y se chupan los pezones, la dócil se dedica a lamerles la almeja. Se las succiona con ganas. En ocasiones lame el perineo y la raja del culo de sus marimandonas.

Las chicas dominantes van cambiando de postura a la hora de amarse y la sumisa se amolda a ellas, lamiendo pies, chochos y culos. Cuando llega la hora del orgasmo de las Amas, la esclava va bebiendo el squirt que le van soltando en su boca.

Vega y Julián están practicando un 69 y al ver a estas tres guarras haciendo lo que hacen, con tanta lascivia, no pueden evitar llegar al orgasmo a un tiempo. Julián saborea los caldos calientes que su hembra va soltando por el coño y Vega succiona con la boca y exprime con las manos el rabo de su macho, buscando drenarle hasta la última gota de leche. Luego, Vega se enjuaga la boca con el esperma y se lo traga todo. Se relame.

Entra por la puerta de la mansión la sexóloga y psicóloga Margaret Morgan Clark. Es una mujer imponente, de 44 años de edad. Con tacones se pone cerca del 1,90 m de altura. Muy delgada, con una distinguida silueta. Lleva una melena rubia con tirabuzones recogida en un moño, aunque algo de su pelambrera no queda sujeta al moño y le cae por su rostro. Se nota que es inglesa, tiene una clase y glamour que te embelesan. Lleva un vestido largo (hasta por debajo de las rodillas), negro y entubado.

Toda la plana mayor de la mansión El Edén la recibe. El presidente de la mansión, don Pelayo (el arzobispo de la zona), y los 20 accionistas (8 mujeres y 12 hombres), que componen el Consejo Directivo. También la reciben empleados como Johnny el Tragaesperma y Luis, el Eunuco Lengüetas, entre otras personalidades de la casa y público en general.

Se dirigen a la habitación n.º 16, que es muy espaciosa y se acondicionó para que hiciera de salón de conferencias y poder escuchar a la gran gurú intelectual de la mansión. Margaret Morgan Clark se sube al estrado y comienza su alocución.


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