Una mansión que acoge infinidad de orgías (17) (2ª parte)

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--Buenas tardes a todas. Es un placer estar en este resort tan especial y acogedor. El discurso que voy a exponer espero que luego lo transcriban y lo impriman, para después repartirlo como hicieron con mis anteriores artículos. Lo titularemos: Manifiesto Hembrista. Empecemos entonces.

Manifiesto Hembrista

“Igual que para las veganas las vegetarianas son unas tibias, también para las hembristas (que viene de hembra), las feministas son unas tibias que se dedican a templar gaitas en vez de poner las tildes sobre las íes. Nos sentimos orgullosas y orgullosos de ser hembristas, hay que reivindicar con orgullo esta expresión tan denostada no solo por sectores reaccionarios, sino también por feministas equidistantes. Los machirulos, los machistas, nos atacan con saña porque saben que somos el enemigo a batir. Ven la paja en ojo ajeno pero no ven la viga en el propio. Nos desprecian, a las hembristas, porque dicen que queremos castrarlos, someterlos a nuestro dominio, implantar una dictadura de mujeres. Pero no ven que durante milenios ellos y su machismo nos tuvieron castradas, sometidas y esclavizadas bajo su dictadura patriarcal. Es la doble moral de siempre. Así que traigo un decálogo de normas que hay que cumplir, de momento en esta mansión y en otras que siguen mis enseñanzas, y con el tiempo espero que en todo el mundo.

1º Mandamiento: todo hombre que pise este recinto debe obedecer a la chica con la que esté follando. Si la hembra le pide que se trague el esperma de sus amantes; que le lama el culo; que se deje sodomizar por ella (hay chicas a las que les encanta ponerse un strapon y horadarle el trasero al cabrón de su chico); que le lama los sobacos y los pies después de una buena sesión de zumba; que se trague el sebo de las ampollas de sus piececitos; y un largo etcétera, y el hombre se negara a hacerlo, será castrado ipso facto. Formará parte del gremio de Luis, el Eunuco Lengüetas, aquí presente. Pero a diferencia de este, que es maestro, los castigados se pasarán 8 años como aprendices, luego se pasarían 5 años como oficiales y después podrían optar a la categoría de maestros. Mientras no lleguen a la categoría de maestros, harán los trabajos más denostados y denigrantes que Luis, el Eunuco Lengüetas, les imponga.

2º Mandamiento: trabajar 14 horas al día para complacer a la chica que lo escoja, en todos sus caprichos crematísticos. Todos los lujos, fastos y ostentaciones de la chica deben ser satisfechos por su chico sin dilaciones. Si el macho escogido por la hembrista no cumple con lo dispuesto, será castrado y enviado a reeducar por Luis, el Eunuco Lengüetas. Este podría delegar a alguno de sus alumnos en Johnny el Tragaesperma o en otros departamentos como el Salón de Belleza, para tragar agua con micropelos rasurados de diferentes partes del cuerpo de los clientes.

3º Mandamiento: lamer el calzado de su chica cuando esta venga de la calle, de hacer sus compras de rigor. El chico lamerá no solo la superficie del calzado, sino también la suela y los tacones, dejando sus botas, zapatos, tenis o sandalias tan brillantes como los chorros del oro. Si el mancebo no cumple con este Mandamiento, será castrado, siguiendo lo dispuesto en los Mandamientos anteriores. Para no repetirme diré que el castramiento (que no será químico sino físico, cortando de un tajo bolsa escrotal y pene), será el castigo reglamentario por incumplir cualesquiera de los 10 Mandamientos de este Decálogo, a más de lo que sus tutores quieran añadir y mandarles.

4º Mandamiento: si la chica tuviera un harén de guarros, podría escoger a uno de ellos para que adoptara el rol de “amiga marica” y que tragase polla y semen del resto de los amantes de su diva. También tendría que estar dispuesto a poner el culo, para que se lo follen, siguiendo las instrucciones de la dueña.

5º Mandamiento: las chicas lesbianas también tendrán sus derechos sobre los machos. Sería injusto que no disfrutaran del derecho de someter a los hombres a su capricho, por el simple hecho de que solo les atraigan las personas de su mismo sexo. Estas chicas tendrán los esclavos, siervos y criados que deseen, para hacerles las labores del hogar y para que les proporcionen el sustento necesario y les paguen sus caprichos. También podrán usarlos como bacinillas o bidés y descargar sobre sus caras y bocas los desechos orgánicos que estimen conveniente.

6º Mandamiento: los hombres tendrán que transportar en brazos a las mujeres que lo pidan, a modo de porteadores. Si la mujer tiene más peso que fuerza él para sostenerla, será castrado, por flojo y mediohombre.

7º Mandamiento: si una mujer septuagenaria, octogenaria o nonagenaria pidiera a un hombre para que le echara un polvo o para lamerle el chocho o el culo, o para alguna parafilia de su gusto, y este hombre se negara, será castigado como manda este Decálogo.

8º Mandamiento: si una mujer gorda, fea o con alguna malformación pidiera a un macho que no tuviera dueña y este se negara a satisfacer sus gustos, será sancionado. Ninguna mujer, por poco agraciada que sea, será privada de disfrutar del macho o de los machos que desee. Los escogerá a su gusto.

9º Mandamiento: cuando nuestro sistema hembrista se imponga en el mundo, los hombres deberán cumplir nuestras órdenes sin ningún tipo de objeción. Cualquier excentricidad o frivolidad que se nos ocurra, deberá ser cumplida por el marica-esclavo de turno ipso facto, a riesgo de ser castrado y sodomizado por quien indique o desee su tutor seleccionado.

10º Mandamiento: en resumidas cuentas, los nueve Mandamientos anteriores se resumen en uno: hacer todo y obedecer en todo lo que te mande la chica o chicas que te escojan, si no quieres ser convertido en un marica eunuco tragaesperma. Y aun cumpliendo con todo lo que te mandasen, solo te librarías de convertirte en eunuco, pero a todo lo demás seguirías expuesto. Cumpliendo a raja tabla con este 10º Mandamiento, es como si cumplieras también con los nueve restantes.

Esto es todo. Háganlo imprimir y cumplir.”

Mientras la consejera matrimonial Margaret Morgan Clark exponía este alegato, tenía a cinco hombres a su servicio. Uno le lamía los zapatos y los pies; otro le comía el chocho algo ensangrentado por la inminente menstruación que se cernía; un tercero le lamía el culo; y los dos restantes se dedicaban, cada uno de un lado, a lamerle y chuparle los sobacos a la Gran Gurú del Hembrismo.

Todos los asistentes se levantaron entusiasmados a aplaudir. Los bravos y vítores ensordecedores inundaron toda la sala.


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