Una mansión que acoge infinidad de orgías (18) (1ª parte)
Por El Manso Embravecido
Enviado el 09/06/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Vega y Julián también aplaudieron, desde su garita, el discurso de la consejera matrimonial Margaret Morgan Clark. La guarda estaba muy emocionada y no pudo reprimir un “¡Viva el hembrismo!”. Después se despidió de su compañero, deseándole buena guardia, y se fue, no sin antes pegarle un morreo de película de Hollywood al chaval.
Julián se acomodó en su sillón y comenzó a hacer zapping por los diferentes monitores. Se para en la habitación 35, en la 2ª planta. Allí observa que están tres mulatas follándose a tres asiáticos. Los chicos tienen unas pichas muy enclenques (pequeñas y delgadas en exceso). Las mulatas, al estar acostumbradas a pollones de 24 cm de largos por 15 cm de perímetro, no pueden evitar el soltar unas risitas. Las mulatas les piden a los chicos que se las metan por el culo, a ver si así sienten algo la penetración y el empotramiento, porque por la boca y por el coño no notan grandes dificultades. Quieren sentir placer o dolor pero sentir algo, porque se están aburriendo.
Los chicos asiáticos se sientan en unas butacas y las hembras color caoba se sientan sobre ellos, dándoles la espalda. Se van clavando sus vergas por la puerta de atrás, y efectivamente, algo de carne ya sienten en sus entrañas. Las pichas enclenques de los chicos algo de tripa anal ya rozan. Las chicas comienzan a sentir escozor en su trasero y se animan a cabalgar con más ahínco sobre sus ocasionales machos. A los pocos minutos, uno de los chavales se vacía en el recto de su fémina. No tarda ni treinta segundos en ser seguido por otro. A los dos minutos de correrse este, se corre el tercero. Las chicas desacoplan sus chochos de las pollas ya flácidas de sus amantes y descargan toda la lefa sobre las vergas ya arrugadas de los chavales. Una de las chicas comenta:
--Tenéis las pollas encharcadas en esperma. También las tenéis pegajosas, por la mezcla de vuestro semen y nuestros fluidos. Id comiéndoos el rabo entre vosotros hasta dejároslo bien limpito y enhiesto, para volver a la carga con nosotras.
Los chicos obedecen a su hermosa diosa caribeña y a modo de corro, se van manducando las vergas, formando un círculo.
Julián desempaqueta su rabo y con un par de escupitajos en la mano diestra se lo comienza a pelar. Aprovecha para hacer zapping a la habitación de al lado, la n.º 34.
Allí hay otra de tantas parejitas de recién casados que contrataron una suite en la mansión, para celebrar la Luna de Miel. No llegan a la treintena. Ella es rubia y muy delgada. De altura andará en el 1,73 m. El chico tiene pelo largo color castaño, es fuertote (se nota que se machaca el cuerpo en el gimnasio), y de altura andará en el 1,80 m.
Nada más entrar en su alcoba leen los tres artículos de la sexóloga y psicóloga Margaret Morgan Clark, reseñados en episodios anteriores. Se quedan descolocados. Pensaban hacer el amor al modo tradicional pero las enseñanzas de esta experta consejera matrimonial les abrió los ojos y la mente. La chica toma las riendas de la situación y le ordena a su reciente esposo que le lama el chocho y la raja del culo. Todo el día de excursión, a la chica le dejó la entrepierna bastante sudada y qué mejor bidé para limpiarle coño y ojete que, siguiendo los consejos de la experta, su recién estrenado marido.
El chaval se tumba en el suelo boca arriba y la chica, en cuclillas, le va restregando la almeja, perineo, ojete y raja anal por toda su cara, centrándose en su boca. Después de media hora de limpieza de bajos, la hembra decide colocarse un strapon, y en la postura de perro guarro, le rompe el precinto anal a su macho. La mujer estuvo más de media hora follándose el trasero de su esposo en esta posición. De vez en cuando suelta unas carcajadas y le dice a su marido:
--Quién me iba a decir que en el día de mi boda me casaría con un hombre y en la noche de bodas me acostaría con un sarasa, jajaja. En tan pocas horas cómo cambian las tornas. ¡Toma polla, maricón!
--¡Qué placer me estás proporcionando, cariño! Si no fuera por esta consejera matrimonial, nunca hubiera descubierto al chapero que llevo dentro. ¡Cómo me pone que una hembra en celo me coja por las caderas y me reviente el culo a pollazos! ¡Joder, qué gusto!
La chica se puso tan cachonda que le exigió a su marido que la empotrara contra la pared. En el tabique hay un espejo y, mientras el chaval la coge por la cintura, le besa la espalda y le pega tres empellones por segundo en su encharcado y caliente chumino; la chavala se mira al espejo, pone caras de guarra viciosa y empaña con su aliento el cristal. Todo para que su marido la viera y se pusiera más palote, si es que era posible.
La mujer enlazó tres orgasmos seguidos. Al tercero también se unió su marido, llenándole el interior del conejo de una copiosa y viscosa cantidad de esperma. Siguiendo el tercer consejo de Margaret Morgan Clark, el chico se coloca bajo palio y espera a que su esposa le vacíe la carga de leche en su boca. Cuando esta lo hace, él se enjuaga la boca, hace gárgaras y se traga su propia lechada. Después le pega unos buenos morreos a los labios vaginales de su jaca, buscando restos de su lechada y de los caldos uterinos de su mujer.
--Me gusta que seas tan bien mandado. Nunca disfruté de un polvo tanto como hoy. Esta Luna de Miel marcará un antes y un después en nuestras vidas, cariño. ¿No piensas lo mismo?
--Sí. La verdad es que el hecho de cambiar de roles, que en ocasiones tú hagas de macho y yo de hembra, me subió la libido hasta límites inimaginables.
El chaval volvió a hacerle otro lavado de bajos a su chica, para ponerla cachonda y volver a la acción, pero Julián prefirió cambiar de monitor y husmear lo que ocurre en otra habitación.
Julián se masturba a fuego lento, no tiene intención de correrse. Se está reservando para cuando llegue Marisol, su relevo. Esta es una diva del Metal Sinfónico. Tiene un grupo llamado Lilith y Las Valkirias. Mide 1,75 m y es de melena rubia. En los episodios 7 y 8 se explica y narra lo mistress dómina que es en el catre. Julián espera pillarla receptiva y así poder empotrarla y trajinársela a placer.
El segurata, mientras espera a su compañera, hace zapping a la habitación n.º 28.
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