LIBERTAD Y MITO
Las trampas de nuestra consciencia individual nos esconden nuestros planteamientos apriorísticos, preconcebidos. La mayor parte de ellos tienen un origen derivado de nuestra necesidad de autoprotección y supervivencia; en muchos otros casos, de trata de prejuicios adquiridos en nuestra formación como individuos sociales, y son difíciles de rastrear por nosotros mismos.
Por muchas razones, las personas echamos mano de toda una serie de mitos con los que también construimos nuestro yo. Es aquí donde, tal vez, radica la constatación de lo que escribiera Ernesto Sabato* acerca de la necesidad de los mitos para todos nosotros. Con los mitos (reelaborados una y otra vez por las distintas culturas y generaciones) nos construimos, nos explicamos y nos defendemos de la crítica ajena.
Como el modo de pensamiento está inscrito en una época determinada y en un espacio económico, social y cultural concreto, es claro que se produce (y se reproduce) en contacto directo con los demás; tiene una base común, y la originalidad del pensamiento se circunscribe básicamente a un enfoque diferente de los problemas con los distintos matices y conclusiones de cada individuo.
El marco, pues, en que pensamos depende de factores externos a nosotros, los cuales hacemos internos (en esto juega un gran papel el azar, los "encuentros" culturales —escritos o personales—, la casualidad causal, la inquietud de cada persona, la reflexión y la capacidad individual de reflexión, asimilación, proyección, etc.).
Por lo tanto, en esto, como en otras cuestiones fundamentales, la libertad del pensamiento, del pensador está preñada de condicionantes limitativos, a pesar de lo que nos gustaría pensar (me permito este retruécano). Si bien es posible, insistiendo en la idea de Sabato, que los mitos sean necesarios para nosotros, debemos circunscribirlos al orden expositivo de nuestras ideas, no al fundamento dogmático inamovible, que nos llevaría a la esterilidad en campos como el de la experimentación o en el desarrollo crítico de las teorías científicas en todas sus ramas.
El mito heleno de Procusto nos advierte de las amenazas y los riesgos de querer introducir los hechos en el estrecho marco de una construcción ideológica, producto de condiciones exteriores concretas y en ningún caso abstractamente libres
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* España en los cuadernos de mi vejez
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