Con tu carta, me has regalado, Amelia, el más bello ramo de flores
Llegó, amiga mía, impregnado con el perfumado aroma de tus dedos al doblar la carta y cerrar el sobre.
He seguido la trayectoria de cada trazo en el papel, las lineas que tradujeron las emociones de tu alma. Bebí el licor narcotizante que para mí destiló tu corazón inquieto. Y yo mismo me diluí en cada particula de tinta de tu pluma.
No puede haber corola más magnífica, sombra más fresca, colores más hermosos, ni brillo más luminoso que este ramo imperecedero, que he colocado en el punto central de mi corazón.
¡Con qué fortaleza su tallo inmenso se sujeta en el eje del mundo! ¡Con qué amor los rayos del dios Sol besan cada pétalo abierto! ¡Con qué majestuosidad eleva su serena mirada!
Ya no hay soledad en nuestro jardín. Son los expectantes bancos los testigos y espectadores de nuestro nuevo encuentro. A su alrededor, todos los otros ramos de flores suspiran, soñando que fueran tus cálidas y sensuales manos las que pudieran acariciar también su revelada imagen, y... , tal vez, tus ardientes labios sellaran con su beso el triángulo invertido que guarde nuestra reunión secreta una vez más.
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