Ka'arso fue obsequiado con una nave portentosa, majestuosa en sus formas y prodigiosa por las múltiples características que poseía. Podía viajar a cualquier rincón de la galaxia y observar, sin ser visto, la vida de otros seres en sus planetas.
Eligió el planeta azul. Su historia vibraba con belleza, pero también con caos. El siglo XV ofrecía inquisiciones y conquistas; el XX, guerras mundiales y avances incomprensibles. No había momento claro, no había redención estable.
Pero entonces, algo ocurrió.
Un error en la coordenada temporal lo arrojó al año 2025, en un pueblo del centro de la isla de Mallorca. Allí, en un bar que olía a cerveza y madera vieja, conoció a Pepiño Ipa y Finita Lager, dos humanos excéntricos que afirmaban haber escrito los Evangelios Lupulinos, un tratado sagrado sobre la cerveza y su multiplicación partiendo de una cañita. También se analizaba la micro-existencia en los tanques de cerveza y su propósito en la vida.
—La humanidad no es estúpida por maldad —dijo Pepiño, alzando su vaso—, sino por miedo y sed. También por la pasta.
—Y porque no saben parar —añadió Finita, con espuma en los labios—. Ni el pensamiento, ni la lengua, ni las guerras.
Ka'arso, desconcertado, aceptó un "zumito de cebada" (ligeramente fermentado, muy espumoso, peligrosamente lúcido). Y entonces lo comprendió. La humanidad era un ciclo de genio y torpeza, de creación y destrucción, pero también de música, risa, cuentos en bares, brindis sin propósito.
La lucidez vino entre trago y trago.
—Tal vez no se trata de elegir el mejor tiempo —dijo, mientras el vaso se llenaba otra vez—, sino el mejor momento humano. Y este… este no está tan mal.
Esa noche, el informe galáctico cambió de tono. El planeta azul seguía siendo incomprensible, pero ahora… también era entrañable.
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