CUENTOS BREVES (del manual de masturbación) (33)

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CUENTOS BREVES
(del manual de masturbación)

(33)

JUEGOS MALÉVOLOS. 01

 

Era el día.

Cristina y yo recibimos a Bernd. Era más alto de lo que yo imaginaba, pero igual de rubio y robusto. En la web de citas, Cristina explicaba lo que queríamos Cris y yo con toda claridad. Cuando Bernd contactó con nosotros habíamos descartado a cuatro posibles candidatos que querían ser la otra parte en el juego. Las reglas eran las establecidas: sexo sin otra limitación que la voluntad del juego improvisado; sin participación de la pareja, que permanecería observando mediante dos cámaras, una sobre la cama y la otra frente a ella, sin poder entrar en la habitación ni interrumpir el juego; por último, no habría nuevo contacto.

Le enseñamos a nuestro partner la habitación, la posición de las cámaras y el baño, donde le dejamos. Cris y yo nos besamos y yo le acaricié la barbilla. Ella me sonrió y me besó en los labios.

Me fui al estudio y conecté el equipo. Todo era correcto. También tenía dispuesto mi móvil para hacer una selfiemovie para que Cris la disfrutara más tarde.

Cris se desnudó y se tumbó en la cama a esperar a Bernd. Éste regresó enseguida, completamente desnudo. Cris tendría que animarlo, porque su sexo estaba en absoluto reposo. El enfoque cenital me permitía ver incluso la cara de ella.

Él se arrodilló en la cama frente a ella. Bernd la abrazó por las caderas y la morreó. Ella dio forma con sus manos al pequeño culo esférico masculino. Bernd magreó las tetas y las besó. Yo comencé a sentirme caliente y me quité los pantalones y el bóxer; también iba a ser mi sesión.

Se escuchaba un leve jadeo de Cris, que se dejó resbalar hasta quedar tumbada. Él se colocó encima, a la altura de su cabeza. Su polla grande y tiesa se bamboleaba cuando la fue conduciendo hacia los labios de ella. Cris dejó que Bernd la metiese toda mientras se acariciaba el manto velloso y la entrada del coño.

Al iniciar la follada de boca, Cris se abrió de piernas y manipuló su vulva. Yo seguía la escena mirando sin pestañear las dos cámaras. Desde la de enfrente se veía detalladamente cómo ella acariciaba su clítoris. Me sentí muy caliente y comencé a jugar con mi polla y mi capullo; estaba erecto por completo. En mi interior latía un punzante deseo al ver a Cris gozando con otro que no fuera yo.

Transcurrido un momento Bernd se puso sobre ella, entre los muslos. Le separó los pliegues labiales y le hizo un cunnilingus. Cris gemía. Manipulaba el grueso falo. Los dos jadeaban sonoramente, hasta que él le dio la vuelta y la penetró por detrás. La cámara reproducía el "chus", "chus", a cada metida y sacada.

Yo ya no podía aguantar más y me masturbé con vigor hasta que convertido en un surtidor mi glande escupió leche. Mis cojones subían y bajaban a cada espasmo, que hacía brotar un esperma espeso. Ellos emitían un continuo estertor mutuo, y siguieron copulando. Bernd levantó el culo de Cris e iba hendiendo su tranca en el interior del chocho una y otra vez. Luego le acarició el ojo del culo.

Cris me sorprendió: con ambas manos se abrió el ojete para dejar el agujerito libre, que Bernd manoseó, se puso saliva en la verga, la cubrió de un manto líquido brillante y comenzó a penetrarla. No esperaba que a Cris le gustase que le dieran por el culo. Mi cipote se volvió a enderezar. Bernd jodía despacito aquel ojo del culo virginal -suponía yo—. Los dos jadeaban, gemían y jadeaban de nuevo, hasta que Bernd dejó escapar un sonido bronco y empezó a descargarse dentro de Cris.

Inesperadamente, con un latido, mi pene dejó salir un inesperado chorro lácteo entre mis muslos. Me corrí con tanta fuerza que mis huevos me dolían. En cierta manera, éramos los dos los que gozábamos con Cris, en una triple comunión de placer. Bernd sacó la tranca. Estaba goteando esperma. La visión de la cámara me permitía observar el ojete, abierto aún, palpitante; en los pliegues radiales unos lagrimones del viscoso esperma iban apareciendo.

Luego, los dos adoptaron la postura del 69. Cris le hizo una mamada, tragando los flujos, mientras él le comió el chocho hasta que ella aulló de placer. Tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior.

Terminaron uno al lado del otro, respirando dificultosamente. Yo me limpié los restos de la lechada, viendo los dos cuerpos desnudos y extenuados. De una forma extraña experimenté una nueva erección. Pensé en lo bien que lo había pasado ella. Una rica jodida con el falo joven, duro, tieso en su ano, dentro de sus estrechas paredes, hundiéndose hasta que comenzó va cabalgarla lenta y pausadamente: él sabía cómo follar un culo, estaba claro: habíamos escogido bien el "juguete" para Cristina.

Poco después Cris y Bernd se levantaron y, tras besarse en la mejilla, se despidieron. Yo no abandoné mi reclusión hasta que oí como se cerraba la puerta.

Cuando salí Cris me preguntó si lo había disfrutado. Respondí afirmativamente. ¿Lo has grabado todo? Todo, repliqué. ¿La veremos juntos?, pidió. Claro, aseguré. La tomé por la cintura y le dije: Me ha sorprendido..., comencé a decir, pero Cris me cortó: no digas nada..., ha sido lo que deseaba mostrarte, no algo inesperado, y como dijimos, quiero repetir lo que has visto, contigo.

La apreté contra mi pecho y le abrí el agujerito del culo, acaricie el estriado umbral y me impregné del semen ajeno cuando lo introduje a lo largo del canal: estaba ardiendo y suave; el dedo se hundió hasta el final y Cris ronroneo como un gatito mientras bailaba con el dedo metido en la cavidad anal.

Después llevó su mano a mi entrepierna y me la sacó. Yo extraje mi dedo medio del tunelito meloso y me abrí de piernas cuando se acuclilló frente a mí polla para que me la comiese entera, hasta el fondo de su boquita de cereza. La felación fue maravillosa: Cristina la succionaba y me enseñó cómo paladeaba el enrojecido capullo, como si chupara un helado. Me corrí follando la boquita, notando como sus carrillos sorbían cada gota de leche.

Cuando se limpió los labios de los restos de la mamada me dijo sonriendo: la semana que viene, te toca a ti. Me acarició el orificio y abriendo desmesuradamente sus ojos color caoba preguntó: ¿te apetece que sea una oriental la que te desvirgue? Y nos echamos a reír. 


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