Una mansión que acoge infinidad de orgías (19)

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Marisol, con su 1,75 m de altura, su melena rubia hasta la cintura y enfundada en un traje de cuero rojo bien ajustado, marcando curvas, entra por la puerta de la garita de seguridad. Encuentra a Julián pajeándose el nabo. Este le dice:

--Hola Marisol. Mira cómo estoy, esperando por ti. El otro día solo probaste mi lengua, mi polla estaba agotada, pero hoy vas a saborear mi rabo por boca, coño y culo. Eres una felina metalera que me enciende mucho y deseo complacerte en todo lo que me pidas, ¿qué me dices?

--Pues que es una maravilla ir al trabajo y ser recibida por un machoman de 1,90 m como tú y con un paquete tan bien formado, cargado y a punto de disparar su carga, mmmm.

--¿Qué hiciste el otro día cuando me fui?

--Me tiré a tres maromos. Al más escuchimizado lo empleé de cuckold-maricón. Se tragó las lechadas que sus amigos me soltaron en mis orificios.

--Joder, no puedo aguantar más, cariño. Ven y traga el esperma que está a punto de escupir mi polla.

Marisol se acerca a su amante, se arrodilla y se mete todo el rabo de Julián en la boca. Le practica una garganta profunda salvaje. Se la clava y desclava en su garganta a buena velocidad. Julián le recoge el pelo, se lo ata con una goma y ayuda con su toque de cadera a hundir su polla bien adentro en la garganta de Marisol.

--¡Qué bien me la comes, Marisol! Aguanta unos minutos más así, a este ritmo, que me viene ya la eyaculación.

Julián decide cambiar el monitor del plasma a la habitación n.º 32. Allí hay un grupo de veinte chicas rapadas y con unos kimonos naranjas, sentadas en la postura de loto. Están meditando. En la entrada a la estancia hay un hombre tumbado en el suelo y desnudo. Está lleno de vómitos y se masturba. Las chicas, antes de dedicarse a sus quehaceres meditativos, tienen el precepto de meterse los dedos en la boca y vaciar sus estómagos sobre este guarro.

El segurata decide dejar a las chicas meditar tranquilas y hace zapping a la habitación 17.

Un grupo de mujeres y hombres pertenecientes a un partido conservador están celebrando que ganaron las elecciones en el municipio en donde la mansión El Edén está ubicada. Hay dos duquesas rubias (una de 40 años y la otra de 70 años), que se están dando el lote con unos subsaharianos que están en el país de forma irregular. La duquesa septuagenaria comenta:

--Si existiera la esclavitud te compraría y podrías vivir el sueño español en mi castillo, a cambio de tus servicios como cortesano. Pero como os empeñáis en ser libres e iguales a nosotros, pues no nos queda otra que devolveros a vuestros países de origen, eso sí, antes vamos a disfrutar de vosotros unos días, mientras se gestiona la devolución.

Julián, por fin, se corre en la garganta de Marisol. Esta, cuando desacopla su boca de la verga de su macho, enseña el interior de su garganta y la tiene vacía. Se fue tragando toda la carga de semen a medida que su amante se iba vaciando.

Después de tomar unos cafés con sus respectivos cruasáns, vuelven a la carga. En la postura de jinete, Marisol trota sobre la tranca de su hombre. Mientras la segurata se da fuelle a buen ritmo, observa (tanto ella como Julián), lo que está ocurriendo en la alcoba donde están los democristianos celebrando su triunfo.

Un congoleño se está trajinando a la duquesa rubia septuagenaria en la postura de perra. Otro compatriota del Congo se folla a la duquesa rubia cuarentona de pie (ella de cara a la pared y recibiendo buenas estocadas por la retaguardia), el chico la tiene bien sujeta por las caderas y le da duro. El resto de los pijos andan esparcidos por aquí y por allá, pero la atención de Marisol y Julián la centran estas dos parejas, por lo morboso de sus conversaciones y porque algo intuyen que se está tramando entre los chicos africanos.

Uno de los congoleños le dice, en francés, a su compatriota:

--Estas putas duquesas rubias de bote nos quieren usar como a Kleenex y después devolvernos a África, tú qué piensas sobre el tema.

--Que yo, después de follarme a estas democristianas herejes, golfas e hipócritas me voy a Bélgica. Nadie me va a mandar de vuelta al Congo –le contesta su compañero.

Julián, que sabe francés, le va traduciendo a Marisol la conversación de los maromos congoleños.

--Me temo que se está fraguando un motín en la mansión –le comenta Julián a su compañera.

--¡Caray! En ese caso tendremos que actuar para evitarlo, ¿no crees, Julián?

Al segurata, con la emoción y la sorpresa de lo que acababa de descubrir, la libido se le disparó a límites nunca experimentados por él. Acelera las embestidas y cuando observa que su compañera pone cara de guarra en pleno éxtasis, se concentra y eyacula una buena dosis de semen en el interior del chumino de Marisol.

Una vez recuperados del fragor de los respectivos orgasmos, siguen, los dos, expectantes, lo que ocurre en la célebre habitación.

Los congoleños, cuando se vacían en los chochos de las viciosas conservadoras, se ponen manos a la obra para activar su plan revolucionario.

--Todas las furcias barrioalteras para la esquina de la derecha y todos los niñatos afeminados para la esquina de la izquierda. Desde este momento, todos los africanos aquí presentes nos hemos adueñado de la mansión El Edén. A partir de ahora se llamará Mansión Marqués de Sade, que es un escritor del siglo XVIII y que representa nuestros ideales de libertad, ateísmo y republicanismo –dice uno de los congoleños, que se hizo cargo de la dirección del motín.

Unos pijos con mocasines (era la única prenda que llevaban puesta, para no mancharse los pies al caminar por la estancia), se enfrentaron a los negrazos, querían hacerse los machos duros, pero daban risa. Los cinco africanos que había presentes en la sala se liaron a mamporrazos con los seis pijos que, con pantomimas, simulaban algo parecido a unas llaves de judo.

Julian llama por teléfono a la habitación contigua, la número 18 (en donde hay 12 negrazos gays montando un inmenso trenecito), y les comunica lo siguiente:

--Id a la habitación de al lado, la 17, y ayudad a vuestros compatriotas africanos. Están en batalla con unos pijos conservadores muy guarros. Sumaos al motín y de camino, rompedle los traseros a esos mocasineros.

Marisol mira con admiración a Julián y le dice:

--Vaya, vaya. Así que nos sumamos al motín nosotros también. Me gusta la idea.


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