La apuesta del lencero
Por N. Duna
Enviado el 03/07/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Las copas de vino tintaban sobre la mesa de centro mientras Laura barajaba las cartas con manos expertas.
—Otra ronda —desafió, lanzando una mirada pícara a su mejor amiga, Valeria—. Y esta vez, el perdedor paga con algo más que dinero.
Valeria alzó una ceja, ajustando la tiranta de su camisón de seda. El apartamento de Laura siempre estaba demasiado caliente para su gusto, pero esa noche el calor parecía venir de otra parte.
—¿Qué propones?
Laura sonrió, sacando de debajo del sofá una caja negra con un lazo rojo.
—La perdedora se pone esto y me deja tomarle fotos.
Cuando abrió la caja, Valeria contuvo un jadeo. Dentro yacía un body de encaje negro, tan transparente que podía ver el fondo de la caja a través de la tela. Las correas ajustables y el escote pronunciado dejaban poco a la imaginación.
—Estás loca —susurró Valeria, aunque sus dedos ya rozaban la seda fría.
—¿Miedo a perder? —Laura repartió las cartas—. O peor... ¿a ganar?
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Valeria perdió.
No fue culpa del vino (aunque los tres vasos no ayudaron). Tampoco de las cartas (aunque juraría que Laura hacía trampa con ese pestañeo cada vez que robaba del mazo). Fue ese maldito body mirándola desde la mesa, como un recordatorio de lo que estaba a punto de hacer.
—Vamos —Laura la tomó de la mano y la llevó al dormitorio—. Las reglas son claras: te pones todo el conjunto, yo tomo las fotos, y si sonríes, te quitas una prenda.
—¿Qué? ¡Eso no lo acordamos!
—Acabas de acordarlo —Laura le pasó el body y giró hacia la puerta—. Cinco minutos.
Valeria se quedó sola, sosteniendo la prenda que pesaba menos que su pudor.
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El primer click de la cámara la pilló mordiendo su labio inferior.
—Relájate —murmuró Laura, acercándose—. Imagina que es para alguien especial.
—No llevo nada debajo —protestó Valeria, cruzando los brazos sobre el escote que dejaba sus pezones al borde de asomarse.
—Por eso es divertido.
Laura tomó otra foto, luego otra. Cada click era un latido más rápido en las venas de Valeria. Hasta que, sin previo aviso, Laura tiró de una de las correas laterales del body.
—¡Ah! —Valeria saltó—. ¿Qué haces?
—Sonreíste en la última foto —Laura señaló la pantalla de la cámara, donde efectivamente, Valeria esbozaba una sonrisa—. Regla número tres: por cada sonrisa, una prenda menos.
—¡No llevo nada más!
—Exacto.
La mirada de Laura recorrió su cuerpo como una declaración.
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Valeria no supo quién cerró la distancia primero. Solo recordaría después el sabor a vino tinto y menta cuando sus labios se encontraron, el sonido de la cámara cayendo al suelo, y las uñas de Laura arañando su espalda a través del encaje.
—Siempre supiste que esto pasaría —Laura la empujó contra el espejo del armario, torciéndole los brazos tras la espalda—. Por eso elegiste ese body.
—Yo no lo elegí —jadeó Valeria, arqueándose cuando los dedos de Laura encontraron el borde húmedo de la entrepierna—. Fuiste tú.
—Mentirosa.
El body se rasgó con un sonido obsceno cuando Laura lo apartó a un lado para deslizar dos dedos dentro de Valeria.
—¿Cuánto tiempo llevas mojada? —preguntó, mordiendo su oreja—. ¿Desde que viste la caja? ¿Desde que barajé las cartas?
Valeria respondió con un gemido, sus caderas empujando contra esos dedos que conocían su ritmo mejor que nadie.
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El espejo empañado reflejó el final: Valeria de rodillas, el body destrozado colgando de un hombro, y Laura tumbada sobre las sábanas con las piernas temblando.
—Apuesta cumplida —susurró Valeria, lamiendo los restos de su orgasmo de los muslos de Laura—. Aunque técnicamente, no terminé de ponérmelo.
Laura rio, tirando de ella para otro beso.
—Por eso hay una revancha.
Y cuando encontraron el body azul en el fondo del armario de Valeria al día siguiente, supieron que el juego apenas comenzaba.
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