La simpática dependienta se marchó hacia la zona dónde se encontraban las cajas, mientras yo lo hacía, en dirección contraria, hacia los probadores. Entré en el primero, cerré la puerta y comencé a probarme la ropa. El cuarto no era demasiado amplio, tenía un banco y un espejo grande. La puerta dejaba un poquito de margen por debajo, así se podía ver si estaba libre u ocupado.
Me quité el vestido que llevaba puesto para que la ropa que había elegido fuera pasando sobre mi cuerpo, me miraba al espejo y me sentía satisfecha con ella, por último, llegó el turno de comprobar si las bragas se ajustaban a mi talla. Para comprobarlo realicé la maniobra que me propuso la dependienta. Así, me quedé con el sujetador como única prenda que cubría mi cuerpo. No me dio tiempo a comprobar la medida de la braga nueva sobre la vieja, de repente, la puerta del probador se abrió, había olvidado echar el pestillo, y se cerró rápidamente y alguien me sujeto por detrás. En el espejo que tenía frente a mí pude comprobar tenía detrás a la dependienta que sujetaba mis pechos. Yo quedé totalmente paralizada, sin saber que hacer o que decir, sin embargo, ella parecía tener bastante claro lo que buscaba. Sus manos comenzaron a acariciar con suavidad y dulzura mis pechos mientras su lengua recorría y besaba mi cuello.
- ¡Tranquila, cielo! - susurró en mi oído - Verás como esto te encanta.
- Yo...
No acertaba a articular más palabras, seguía sorprendida y asustada. Mientras los dedos de la dependienta buscaban mis pezones, situados bajo el sujetador para pasar sobre ellos. Yo seguía paralizada, contemplando en el espejo las atenciones que la dependienta tenía conmigo. Sus manos retiraron un poco el sujetador, dejando visibles mis pezones, sus dedos los seguían acariciando y recorriendo despacio, jugando con ellos, pellizcándolos un poquito. Mientras su lengua seguía recorriendo mi cuello, incluso mi espalda, hasta volver a acercarse a mi oído.
- Así, relájate... buena chica... - me volvió a susurrar.
Sin que yo pudiera evitarlo mis pezones se iban poniendo duros y me estaba comenzando a excitar. Nunca me había atraído la idea de estar con otra mujer, ni con nadie más que no fuera mi marido, sin embargo, aquella dependienta estaba sacando algo diferente de mi interior. El miedo y la sorpresa anteriores comenzaban a desaparecer y se estaban transformando en desinhibición y ganas de sentir placer, mucho placer. La dependienta me hizo dar la vuelta para quedarse frente a mí, después comenzó a lamer mis pechos con su lengua, mientras una de sus manos acariciaba mis muslos, iba rozando mi sexo, pero sin llegar a tocarlo, consiguiendo así excitarme cada vez más. Sus labios mordían y succionaban mis pezones que ya estaban duros como piedras. Me subió al banco, dónde yo seguía de pie, y con sus labios estiró de golpe uno de mis pezones, consiguiendo que se me escapara un gran gemido de placer. Ella colocó su mano sobre mi boca.
- ¡Chssst! Tienes que estar callada - me indicó con otro susurro.
Después comenzó a besarme, mientras una de sus manos rozaba levemente mi sexo, que ya estaba empapado. Su dedo se acercaba poco a poco a la vez que su lengua penetraba dentro de mi boca. Yo acariciaba su espalda, mientras tenía que contenerme para no gritar y pedirle que no parara, que por favor continuase. Su boca dejó de besarme y descendió hasta mis muslos, abrió mis piernas y comenzó a lamer el lateral de uno de mis muslos, subiendo, poco a poco, acercándose a mi humedecido coño, sin embargo, cuando parecía que iba a llegar a él, se apartó y fue a lamer mi otro muslo, repitiendo la operación que había realizado con el primero. Y otra vez lo mismo, yéndose de nuevo hacia el primero. Todo esto provocaba dentro de mí un deseo casi imposible de resistir, necesitaba sentir aquella lengua tan esponjosa sobre mi empapado sexo. Tras volver a repetir, de nuevo, la operación con mi segundo muslo, esta vez ya no se hizo de rogar, abrió todavía más mis piernas y colocó su cabeza entre ellas, comenzando a pasar su lengua sobre mis labios vaginales, al sentirla tuve que tapar mi boca con las 2 manos para que mitigar un fuerte gemido de placer. Ella levantó un poco los ojos, observando mi rostro sonrió y volvió de nuevo a lamer los labios de mi coño, cada vez que sentía su lengua una fuerte oleada de placer invadía mi cuerpo, tenía que morderme la boca para no gemir, a veces me agarraba a la pared, otras a sujetaba su rubia melena para que su boca no se separara de mi coño y siguiera haciéndome sentir ese placer que solo ella había sabido darme. De repente, mordió y estiró mi clítoris, esta vez no pude contenerme y grité, aunque levemente, ella se levantó e hizo que nos sentásemos los 2 en el banco, allí me besó mientras 2 de sus dedos entraban dentro de mi coño con facilidad y comenzó a penetrarme con ellos, primero despacio, pero cada vez un poco más rápido. Yo la besaba con pasión, pues así lograba impedir que de mi boca se escapasen gemidos y gritos, realmente era lo que deseaba, gritar y pedirle que siguiera follándome con aquellos dedos mágicos y no se detuviera nunca, no sé cuánto tiempo estuvimos así, hasta que, por fin, sentía que iba a estallar de placer, estaba a punto de llegar a mi clímax, ella también lo noto y colocó la mano con la que no me penetraba cubriendo mi boca. Con todo, cuando llegó el momento del máximo placer, no pude contenerme y chillé muy fuerte y pese a que la mano de la dependienta cubría mi boca, no pudo atenuar el sonido.
Fuera otra dependienta tocó a la puerta del probador.
- ¿Ha pasado algo? ¿Va todo bien?
- No te preocupes - contestó la dependienta a su compañera. Estoy ayudando a una clienta a probarse un sujetador y se ha pellizcado con un broche. Está todo controlado.
- De acuerdo, cuando puedas ven que hay que vaciar unas cajas - le respondió su compañera.
Ella me sonrió, me dio un beso en la boca y abandonó el probador dejándome sola y avergonzada. Me vestí rápidamente, coloqué la ropa lo mejor que pude y también salí del probador para dirigirme a la zona de cajas. Allí se encontraba una chica morena, más joven que la dependienta que me había hecho el amor minutos antes. Le di la ropa para que me la cobrara.
- Perdona, ¿No se encuentra por aquí tu compañera, la chica rubia que me ha atendido? - me atreví a preguntarle yo.
- Justo hace unos instantes la han llamado para preparar unos pedidos - me respondió ella mientras pasaba la ropa por el escáner.
¿Ha tenido usted algún problema con ella?
- No, para nada. Todo lo contrario, ha sido muy amable y quería darle las gracias por su ayuda.
- No se preocupe, cuando vuelva le haré llegar su agradecimiento.
Aquel día surgió de mi interior un lado que no sabía que tenía. Y eso me asustaba y me excitaba a la vez.
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