TÚNEL

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                                Túnel 

 



Indignación: «¡Otra vez! ¡Granujas!».
El tren de ha quedado averiado en medio del túnel. Los pasajeros con resignación abandonan el convoy, saliendo por las vías con una oscuridad únicamente rota por las linternas de los móviles. La noche oscura los recibe con un manto de niebla

La mujer baja con dificultad, guiándose por los reflejos de los demás, entre sombras alargadas. Su teléfono móvil se ha quedado sin batería. El calzado no es el más apropiado para el terreno irregular, entre guijarros grandes y las traviesas de madera. En un traspié se le dobla el tobillo y cae.

El hombre que camina por detrás se agacha en auxilio y le ofrece la mano. Con su ayuda la mujer se incorpora. Con timidez da las gracias, sin mirar al rostro de él.

—¡¿Carmen..., eres tú?!

Ella eleva el rostro y lo descubre sorprendida. El mundo crea situaciones que parecen confirmar la teoría sincrónica. Apenas una hora antes, leyendo un capítulo de El americano impasible, recordó a Jacinto: a veces, no basta el amor. Pero, de repente todo el.mapamundi se descoloca; el otoño se muda en primavera para los amantes reencontrados.

Ella no habla; sus labios no consiguen articular lo que los ojos sí expresan y el torrente del corazón resulta imparable.
Transitan por las vías asidos de la mano. De repente la sombra larga de otra mujer tras ellos se acerca con pasos apresurados.
—¡Rodrigo!
Dos segundos después repitecon voz de mayor exigencia:
—¡Rodrigo!

El hombre, Rodrigo, sin siquiera mirar atrás, aprieta los dedos de la mano de Carmen. Sus ojos brillan, y una sonrisa destella en la noche distinta, como distinto es el pasado directo del futuro inmediato.

Los dos siguen caminando. El calor de los dedos cruzados se alimenta a cada paso. La despedida de ayer era inconclusa; el reencuentro de hoy es definitivo.

Carmen, mientras dan luengas zancadas se abraza a la cadera de él. Las respiraciones van acompasadas.

Carmen es, en la mente de Rodrigo, semilla del pasado y brote del futuro.

Carmen piensa: ¡No te sueltes..., por favor! ¡No te sueltes!

 


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