Tenía 15 años y todavía no sabía cómo poner en palabras lo que sentía.Siempre me había notado distinto.Mi cuerpo era delgado, oscuro, perfecto y sin un solo vello. Pero entre mis piernas, el misterio era doble: un pene que despertaba cuando la piel ardía… y justo debajo, una vagina húmeda, caliente, que latía con una vida propia.
Lo había explorado alguna vez, con miedo, con culpa, con curiosidad. Pero no así.
Ese día, en casa de unos amigos, habían estado mirando videos prohibidos. Porno crudo. Escenas de gemidos sucios, sexo sin filtro, cuerpos sudando entre sábanas. Risas nerviosas, miradas esquivas.Mis amigos se hacían los indiferentes, otros se tocaban por encima del pantalón sin que nadie lo dijera.
Yo no podía dejar de mirar.
No por morbo.
Sino porque algo dentro de mi se retorcía.
Un calor que empezaba en el pecho… y explotaba entre mis piernas.
Volví a casa caminando rápido, el corazón latiéndome en la garganta. La casa estaba vacía. Cerre con llave. Segui al cuarto. Me mire al espejo. Respiraba como si hubiera corrido kilómetros. Baje el pantalón, luego el calzoncillo. Mi verga ya estaba semi erecta. Y mi vagina brillaba. Mojada. Abierta. Vibrante.
Me sente en la cama. Las piernas abiertas. El cuerpo tenso.
Y me toque
Primero, el pene. Suavemente. Solo para sentir la respuesta. Rápida. Firme. Luego, baje los dedos hasta mi otro centro. Pase por mis labios húmedos. Roze el clítoris escondido entre mis pliegues. Y luego… metí los dedos.
—Ah… mierda…
Nunca lo había hecho así. Nunca tan profundo. Mi cuerpo reaccionó al instante. Me arque. Mi vagina me apretó. Estaba caliente, palpitante, completamente empapado.
Segui tocándome ambos. Pene y vagina al mismo tiempo.
Con una mano bombeaba mi verga, que ya chorreaba líquido preseminal. Con la otra, me penetraba con dos dedos, luego tres, perdiéndome en mi propio calor, empujando, girando, gimiendo cada vez más alto.
Las imágenes del porno seguían vivas en mi cabeza. Pero ahora, yo era todos los cuerpos.
A mi era a quien cogían
y quien era cogido.
Yo era quien gemía.
Y a quien hacían gemir.
Los músculos de mis piernas temblaban. El sudor me bajaba por el pecho .mis caderas se movían solas, al ritmo de una canción invisible.
Cuando llegue al orgasmo, no fue suave.
Fue una explosión brutal.
Mi vagina se apretó con fuerza.
Mi verga soltó chorros calientes sobre mi vientre.
Abrí mi boca y grité … como si naciera otra vez.
Quede tirado, respirando agitado, con los dedos aún dentro y el semen tibio en la piel. Por primera vez no sinti culpa. Sinti poder. Furia. Vida.
Había descubierto el fuego que tenia por dentro .
Y supe que, desde ese día, nunca más iba a apagarse.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales