La compañera de mi hija
Por DivasSensuales2.2
Enviado el 23/07/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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No quiero ser un viejo decrépito sino un maduro activo y me dedico a trabajar, entrenar, comer sano y lucir bien. Soy un cuarentón divorciado y tengo una hija en sus veintitantos que vive conmigo.
Era jueves, mi hija tenía clases temprano, desperté y miré mi teléfono, por la hora ella seguro ya estaba en la universidad. Sabiendo que nadie me iba a interrumpir, decidí por una paja matutina para comenzar el día. Cuando llevaba un par de minutos viendo un video escuché un ruido. Estaba totalmente desnudo con mi pene erecto en mi mano, así que tomé un pantalón y salí de mi habitación a revisar.
Di unos pasos por el pasillo y noté que la habitación de mi hija estaba abierta, al llegar a la puerta vi a una hermosa joven, rubia, delgada, baja estatura, vistiendo solo ropa interior. Se estaba maquillando, concentrada mirando al espejo. Di un pequeño golpe a la puerta, ella dio un salto del susto, le dije “Buenos días ¿Puedo saber quién eres?”.
Se puso de pie tratando de taparse con sus manos, respondió “Soy Lisa, supongo que usted es el papá de Lucy”. “Si, me llamo David ¿Lucy está acá?” Pregunté observando la habitación. “No, ella ya se fue, anoche estábamos ocupadas con nuestra tesis y nos desvelamos un poco, yo tengo clases más tarde, termino de vestirme y me voy, disculpe la molestia” dijo bajando la mirada a mi pantalón. Bajé la mirada también y mi erección era notable. Apenado le ofrecí tomarse el tiempo que quisiera y me di la vuelta.
“Espere señor David” exclamó ella en voz alta. Regresé a la habitación, ya ella no se cubría y pude ver sus pezones a través del encaje que vestía. “Lucy no me dijo que tenía un padre tan joven y guapo” dijo sonriendo. Respondí “Tengo 49 años, gracias por lo de guapo, pero no estoy seguro con lo de joven”, a lo que ella contestó “Yo tengo 24, pero esos son solo números”. Capté la indirecta y me fui acercando. “¿Te gusta lo que estás viendo?” Me preguntó Lisa al tenerme justo a centímetros de ella.
Miré de pies a cabeza su figura, su delicada piel, sus pecas y sus firmes senos mientras ella me miraba a los ojos mordiendo sus labios. No respondí su pregunta, la empujé a la pared y besé sus labios. Su lengua empujaba la mía en mi boca, su espalda se arqueaba, era notable el deseo. Coloqué una de mis manos en su entrepierna y pude sentir cómo se humedecía mientras seguíamos besándonos.
Luego ella tomó mi pene con sus delicadas manos. Comenzó a masturbarme y sin parar dijo en voz suave “Me puse nerviosa al ver que un hombre tan apuesto me estaba viendo casi desnuda, pero cuando noté que estaba bien equipado se me hizo agua la boca”.
La manera en la que mostraba desearme me volvía loco, le di una nalgada, tomé una de sus manos y la llevé a mi habitación. Cuando llegamos a la cama ambos ya estábamos desnudos. Se sentó a la orilla del colchón y con mirada y tono desafiante dijo “Demuestra que sabes cómo satisfacer a una mujer”.
La empujé, abrí sus piernas tanto que los pliegues de sus labios se abrieron mostrando una entrada húmeda y color rosa. Mi lengua se deslizó dentro y fuera de su vagina, lamí su delicado clítoris accionando gemidos y movimientos en sus piernas. Introduje dos de mis dedos lo más profundo que pude, ella tomó mi brazo para detenerme, pero yo tenía más fuerza. Puse mis dedos en su boca para que probara su propio néctar. “Eres la mujer más deliciosa que he probado” susurré a su oído al mismo tiempo que sujeté sus caderas, volteé su cuerpo y levanté su cola hacia mí.
Su vagina mojada y sonrojada por la excitación me esperaba y comencé a penetrarla con todas mis fuerzas. No había necesidad de ir suave, ella lo pedía y yo se lo daba. Ella trataba de hablar, pero no podía articular las palabras, mi pene bombeaba repetidamente, sus ojos se volteaban al sentirlo todo dentro de ella. Su cuerpo sucumbía en placer, gruñidos, gemidos, gritos. Sus manos se aferraban a mis sábanas.
Lisa logró zafarse de mi agarre, me tomó por el cuello, me besó y dijo “Yo sé cómo satisfacer a un hombre”. Hizo que me acostara y se subió sobre mi pene dándome la espalda. Podía ver su jugoso, redondo y joven trasero rebotar. Mi verga se sentía de maravilla en sus profundidades. Sus gemidos eran una mezcla de dolor y éxtasis.
Luego de unos cuantos sentones se detuvo, comenzó a mover sus caderas en círculos, yo podía sentir su vagina apretando, ella respiraba agitada con la boca abierta, pude notar sus pies moviéndose salvajemente y de repente un río de fluidos mojó mi miembro al mismo tiempo que ella clavaba sus uñas en mis piernas.
Ella bajó a lamer sus propios jugos de mi miembro empapado, “Qué verga tan agradable tiene usted” dijo ella mientras pasaba mi pene por todo su rostro. Lisa notó que yo estaba pronto a llegar y comenzó a deslizar su lengua en mi glande. Sus labios me rodearon, lo metía todo en su boca sin parpadear, sin arcadas, se notaba que era una experta.
La tomé por el cabello y rudamente la hacía sentirlo en su garganta. Ella se soltaba a respirar y seguía, con lágrimas en sus ojos, pero una mirada desafiante al mismo tiempo. Mi pene no tardó en estallar dentro de su boca. Ella no dejó caer ni una gota. Abrió la boca para mostrarme mi descarga blanca, cerro sus labios y tragó con una sonrisa y un rostro lleno de placer.
La tomé por el cuello, la besé ahora con mucha más pasión, con ganas de otra ronda de sexo, pero ella me detuvo. “Tengo clases, es importante, llévame a la universidad, por favor” me suplicó jadeando. “Está bien, vístete y nos vamos” le respondí. En el trayecto me lo volvió a chupar y al llegar al destino arrancó una hoja de su cuaderno, escribió su número de teléfono, me dio un beso en la mejilla y se despidió con un “Llámame cuando quieras volver a… Tú sabes”.
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