Identidades Paralelas:
Pasaba muchas horas frente a aquel ordenador, el brillo azul de la pantalla era su única compañía. La vida real, con sus rutinas desgastantes y relaciones superficiales, le había dejado un vacío insondable. Fue en una fría noche de noviembre cuando la curiosidad lo golpeó como un chispazo. Creó una cuenta en aquella página, un portal a mundos paralelos que prometía todo aquello que su vida ordinaria no le ofrecía.
Bajo el alias “El Fantasma”, descubrió que podía transformarse en quien quisiera: joven, hombre o mujer. En ese universo virtual, su personalidad se expandía. La libertad era intoxicante. Se volvió un hábil jugador en un mundo donde todo era posible; volaba sobre ciudades imaginarias, luchaba contra seres mitológicos y, por un instante, conoció la felicidad despreocupada. Sin embargo, esa dicha pronto se tornó peligrosa. Su "yo" virtual comenzó a eclipsar su esencia real. Al principio, no le importó, pero las sombras comenzaron a deslizarse sobre su mente.
Fue un día cualquiera cuando la pesadilla se desató. Al intentar iniciar sesión, una pantalla negra le dio la bienvenida. “Identidad robada”, decía en letras rojas. No solo habían tomado su avatar, también habían usurpado su vida. Cuando finalmente logró salir de la prisión digital, se encontró ante un espejo que reflejaba a un desconocido. Era un extraño en su propia carne.
Desesperado, se sintió arrastrado de vuelta al mundo virtual. Esta vez optó por una nueva identidad: un hombre de 40 años, viudo y arquitecto. “Está será mi nueva vida”, pensó con cierta esperanza. El peso de su pasado parecía disiparse mientras diseñaba edificios imposibles y soñaba con paisajes lejanos. Sin embargo, tan pronto como construía castillos de sueños, algo oscuro acechaba.
Cada vez que ingresaba al mundo virtual, comenzaba a recibir mensajes extraños. Frases vagas que parecían burlarse de su nueva vida: “¿Quién eres realmente? ¿Qué es lo que buscas?”. A medida que pasaban los días, algo dentro de él se desvanecía, la línea entre lo que era y lo que pretendía ser se extinguía lentamente. Empezó a dudar de su nueva identidad; los muros que había erigido comenzaron a crujir.
Una noche, mientras navegaba por un paisaje digital que había creado, notó que una sombra se alejaba, corriendo entre los edificios. La curiosidad lo llevó a perseguirla. Al llegar a un callejón oscuro, se encontró con una figura familiar: su primer yo, “El Fantasma”, cuya presencia era un eco doloroso de su antigua felicidad. Este espectro le habló con una voz que resonaba en su interior: “Podrás construir mil vidas, pero siempre estarás atrapado en esta búsqueda sin fin. Eres tú quien ha robado tu propia existencia”.
El terror se apoderó de él. En un instante, comprendió la terrible verdad: había convertido su vida en un laberinto del que nunca podría escapar. Con un grito ahogado, decidió salir de la realidad virtual para siempre, dejando atrás su nuevo avatar. Pero al cerrar la ventana del programa, un último mensaje parpadeó en la pantalla: “No puedes huir de ti mismo”.
Regresó al mundo real, pero en su interior ya no había nada. Se encontraba vacío, una cáscara sin contenido, navegando un océano de soledad. Había perdido tanto que ahora no sabía quién era. Las sombras de sus identidades anteriores se entrelazaban en su mente, cada una reclamando su atención. Atrapado entre mundos paralelos, se dio cuenta de que, a veces, huir no era la respuesta, sino la trampa que lo había conducido a su propia perdición.
*FIN*
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