CUENTOS BREVES (del manual de masturbación) (34)
Por Eunoia
Enviado el 25/07/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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CUENTOS BREVES
(del manual de la masturbación)
(34)
EL ORGASMO DESENFRENADO CON EVA
Te vi al llegar a la playa, estabas haciendo sopas de letras en topless. Mis ojos no podían evitar mirar esas tetas desnudas, redonditas, morenas..., esos pezones pequeños y oscuros. Me impresionó tanto verte, que ni siquiera me di cuenta que habías levantado la vista de tu cuadernillo y me mirabas atenta. No caí en la cuenta hasta que te vi esbozar una medio sonrisa, chupando el capuchón azul del boli bic.
Creo que me sonrojé, así que me puse las gafas de sol y me quité mi camiseta quedándome en bikini, pero sin poder apartar la vista de ti. Tus labios chupando ese capuchón me excitaron de tal manera que me sentí mojadísima de repente y decidí darme un baño para enfriarme un poco.
Dentro del mar me sentí más relajada, e hice el firme propósito de no mirar más hacia ese lado de la playa —«ella no quiere nada conmigo»—, me repetía una y otra vez en mi cabeza mientras nadaba.
Al salir me tumbé en la toalla dispuesta a olvidarme de todo (pues para eso me había ido sola de vacaciones). Estaba a punto de recoger para ir a comer cuando escuché una voz detrás de mí.
—¿Te apetece una cerveza en el chiringuito?... Soy Eva.
Antes de poder reaccionar tenía a esa deliciosa mujer que me había cautivado al llegar, dándome dos besos en la mejilla. Un escalofrío de intenso placer recorrió todo mi cuerpo en un milisegundo, y me sentía incapaz de articular palabra.
Ella sonreía... —¿Eso es un sí?... ¡Te espero arriba!—
Recogí como pude mi toalla, mi camiseta, mi libro y mi crema protección 50. Me recogí el pelo con una goma que tenía en la muñeca y subí nerviosa.
—Discúlpame..., es que no me lo esperaba..., la invitación..., digo.
—No te preocupes.
Cerveza en mano, empezamos a hablar un poco de todo con una conversación fluida y alegre.
¡Oooooooohhhhhh... Era una mujer guapísima!
Me contó que estaba en el camping que había al lado de la playa y me invitó a seguir conversando allí, a lo que yo acepté encantada.
Entramos en su tienda, ya que empezaba a refrescar y yo no tenía chaqueta (¡no estaba en mis planes entretenerme tanto!).
Ella al entrar frotó sus manos en mis brazos. —¡Estás helada!—
Esas calientes manos en mis brazos me hicieron estremecer. Mi respiración se aceleró y mi coño se mojó entero. Ella me miraba, sus manos no se apartaban de mi cuerpo, acariciaban mi espalda con suavidad por dentro de la camiseta, y desatando el nudo de mi bikini éste cayó al suelo y ella puso las manos en mis tetas. Empecé a jadear y sentí mi clítoris erecto. Deseaba a aquella mujer y besé sus suaves labios. Ella comía mi boca presa de un arrebato de excitación. Me moría por sentir su chocho junto al mío, así que acerqué mis labios a su oído y se lo dije. Ella gimió y me tumbó en la colchoneta de la tienda.
Nos quitamos las braguitas del bikini. Su coño con depilación brasileña y el mío peludo se fusionaron como las piezas de un puzle. Lo noté caliente, resbaladizo, y creí que me corría en ese preciso momento. Ella jadeaba, frotaba su chocho con el mío..., no aguantaba más, una oleada de espasmos invadió mi cuerpo mientras gemía y suplicaba más. Noté como ella llegaba al clímax, sus latidos penetraban en mi coño y me volvía loca de placer. Jamás había sentido algo así...
Estuvimos un rato pegadas, sintiendo nuestro calor, nuestras aceleradas respiraciones. La miré a los ojos y me volví a excitar de repente, empecé a besarla descontroladamente; un instinto salvaje me poseía.
Recorrí su cuerpo con mi boca, babeando de placer, deseosa de llegar a su sexo. Ella abrió las piernas invitándome a entrar. Con mis labios recorrí su coño mojado y con mi lengua acaricié su clítoris erecto una y otra vez. Su olor me ponía cachondísima y sus jadeos sacaban mi lado más salvaje. Con sus manos sujetaba mi cabeza, mientras mi boca bebía su orgasmo. Deseaba con todas mis fuerzas tocarme, follarme y correrme.
Eva pareció leerme el pensamiento y recorrió mi raja con sus dedos. Mojada como estaba, deseaba que me follara. Tras recoger mis fluidos con sus dedos los introdujo en mi vagina. Yo estaba excitadísima; más cuando ella metía y sacaba sus dedos cada vez más rápido. Mi tensión y mis jadeos avisaban de la llegada del clímax. No aguantaba más y me dejé ir, con cada latido expulsaba un líquido espeso, similar al semen masculino y aquello me producía un placer desconocido para mí.
Si los hombres sentían lo que yo estaba experimentando en este momento cuando eyaculaban..., aquello era brutal. Grité de placer como nunca antes lo había hecho mientras Eva seguía acariciándome.
Después de ese orgasmo, quedé exhausta. Apoyé mi cabeza en el pecho de ella y me invadió un sopor que me impedía mantener los ojos abiertos. Sin darme cuenta, me quedé dormida en sus brazos.
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