CUENTOS BREVES (del manual de masturbación) (35)

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                       CUENTOS BREVES

            (del manual de masturbación)

                                   (35)

 

            EL PROBADOR DE FRAN

 

Se dio una vuelta frente al largo espejo del probador. La faldita era estrecha y de ajustaba a sus muslos cubriendo lo justo para que quedase oculta la braguita color pistacho con rombos.

—¿Qué tal?

Yo miré detenidamente su apretado culo. Tenía encantadoramente una pierna un poco cruzada sobre la otra. Veía su cara pecosa y sonriente en el cristal del espejo mirándome interrogativa. La yema del dedo medio reposaba en su labio inferior. Me moría de ganas de besarla y aprisionar su lengua húmeda y caliente entre mis dientes.

—Te queda como a una modelo, Fran.

Se echó a reír. Comenzó a bajarla.

—¡Aduladora! —dijo—: Así no me ayudas.

—Qué te voy a decir. Me gusta cómo te queda. Estás muy atractiva... deseable —yo misma me reí de la expresión—. Todo este tipo de ropa parece hecho para ti.

Subió una pierna y se quitó la falda por ella. Los cachetes del culo marcaban la línea del reborde de la braguita. Dos tercios de las esferas quedaban desnudas. Miré hacia el espejo. La parte delantera de la prenda dejaba marcarse la línea de los labios vulvares, con el canal separándolos. En el centro, difuminada, la sombra del vello del pubis atrajo mis pupilas. Fran se dio cuenta y pasó los dedos por el borde superior bajándolo ligeramente. Unos pocos pelillos sedosos aparecieron entre sus dedos. Agachó ligeramente las rodillas y adaptó una posición coqueta, con el culito respingón y lo movió a derecha e izquierda, deslizando la braga hasta justo debajo de los cachetes blanquecinos. La apretada rajita de su coño quedó ante mí. Ya había desatado mis deseos.

Fran volvió a subir la braguita y la atraje hacia mí sujetando su cintura. Quedó sentada sobre mis rodillas. La apreté contra mi pecho.

—¿Te has puesto cachonda, gordita? —me dijo con voz sedosa.

Se restregó contra mis tetas. Yo le separé las piernas. Cerca del probador en que estábamos de oyeron unas voces y volvió el silencio. Busqué el dobladillo del borde de la braga en las ingles y comencé a explorar entre el vello recortado.

—¿Quieres...ahora?

Respondió tirando del lado izquierdo de la braga dejando abierto el camino de su raja. Le abrí el chochito e inicié las caricias entre los labios del coñito. Me sorprendió notar la humedad viscosa en toda la hendidura. Noté su clítoris endurecido. Fran gimió cuando apreté su capullito ya tieso, esperando mis caricias, deseando que le provocase un orgasmo. Introduje mi índice hasta lo más hondo en su vagina, empapada ya de fluido; la follé con lentitud, hundiendo el dedo...introduje el medio también, que se impregnó de la savia salina.

Las nalgas de Fran se friccionaban contra mi pubis. Podía sentir cómo se iba mojando mi braga. Froté mi sexo contra los tersos glúteos de Fran. Mi deseo se incrementaba. El olor de sus cabellos inundaba mis fosas nasales. ¡Cómo hubiera deseado agarrarla del pelo hasta arrancarle grititos de gusto!

Llevé su flujo a mi boca, me chupé el pulgar y el índice y lo llené de saliva, luego cubrí el clítoris y roté al principio despacito; a medida que Fran jadeaba y movía sus caderas acentúe la fricción, más y veloz, más prieta...cuando menos lo esperaba, Fran comenzó a emitir unos sonidos roncos y a moverse sobre mí.

Esos grititos ahogados de intenso placer me pusieron al borde del clímax. Mis dedos se movían al compás de su orgasmo y yo me estaba volviendo loca de gusto. Saqué los dedos de su sexo y deseosa desabroché mis cortos vaqueros mordiéndome el labio inferior. Mis dedos mojados de tu orgasmo se movían libres por mi pubis. Fran se colocó detrás de mí y me abrazo dejándome frente al espejo. Ambas mirábamos al espejo y eso me ponía a cien. Mi coño estaba empapado y mis dedos resbalaban ansiosos arriba y abajo. Noté los jadeos de Fran en mi oído sin quitar los ojos del espejo del probador. Apreté con mi mano mi clítoris erecto, basculando mi cadera hacia mi reflejo y un intenso espasmo imparable me invadió. Fran me puso los dedos en mis labios y yo los besaba jadeante mientras mi cuerpo vibraba de deseo. Noté como Fran apretaba su coño contra mi culo y se corría de nuevo. Mirando al espejo contemple su orgasmo y me pareció delicioso. Sin duda, volvería de compras con ella cuando me lo pudiese. Sólo imaginarlo, provocó en mí una sensación tan placentera que me hizo mordisquear el cuello de Fran y decirle:

 -cuando quieras repetimos-.


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