REGRESO
Al abrir la puerta, respiró el aroma y la tranquilidad del hogar. Su amigo, con una sonrisa radiante, le mostraba historias de paisajes verdes, de playas paradisíacas, paseos a buena temperatura... Mientras deshacía la maleta, un pequeño souvenir, una taza con una ardilla roja brillaba entre sus pertenencias. Con su libro, se sentó en el sofá, y las horas se deslizaron como el viento en Inglaterra, llenas de sonrisas y recuerdos mientras contactaba con ella.
En la playa, bajo el sol radiante, ambos se encontraron a miles de kilómetros de distancia. Un hilo invisible los unía. Mientras ella construía castillos de arena, él, en su casa, esculpía sueños en su mente. Cada día, al caer la tarde, se enviaban mensajes: risas, anécdotas, fotos, secretos... la distancia se desvanecía en palabras, y aunque el mar los separaba, su amistad se fortalecía, recordándoles que siempre estarían conectados, sin importar el lugar.
¡Volver a casa nunca había sido tan dulce!
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