Uno
Estamos siendo invadidos por unos seres que vienen de otra dimensión. Aparecen grietas en el espacio y, por ahí, se cuelan a nuestra realidad. Secuestran personas y se van, cerrando el acceso tras de sí.
Muchas veces llegan a un bar y, tras muchas observaciones, nos dimos cuenta de que no les interesan quienes beben alcohol. En cambio, a los que están tomando un refresco, se los llevan. Así que la peña empezó a llevar una botellita de cien mililitros de whisky (o cualquier otro licor) en el bolsillo. Si veían que venían a por nosotros, nos bebíamos la botellita de un trago y ya no nos llevaban.
Sin embargo, a algunos no les daba tiempo a beber y eran pillados y llevados al otro lado. Allí vieron cosas terribles. Los humanos eran utilizados por su carne, y se los despiezaba en numerosas partes: extremidades (tipo jamón y lacón) órganos internos… aunque lo más buscado y valioso eran los testículos masculinos, especialmente los de los militantes de la ultraderecha. Su mala ostia estaba canalizada en los cojones, y estaban llenos de testosterona, esto hacía que los seres del otro lado se pelearan y compitieran por descojonar a esos individuos.
Antiguamente, a los humanos les encantaban los testículos de cualquier animal, así que no es raro que a los del otro lado les fascinen también.
Se sabe todo esto porque muchos humanos capturados pudieron beber allí su botellita, e inmediatamente fueron expulsados y devueltos como basura tóxica. Aun así, les dio tiempo a ver cómo éramos troceados y tostados en parrillas: a un lado los negros, al otro los chinos, más adelante los blancos, y en las torradoras doradas se cocinaban a fuego lento los testículos, también separados por razas y tamaño.
Ahora preferimos estar borrachos que ser carnaza de parrilla para otros seres. Queremos investigar cómo evitar que se abran las grietas del otro lado, pero nos cuesta mucho trabajo, ya que estamos medio borrachos casi todo el tiempo. Sin embargo, hemos hecho cuentas y creemos que en unos veinticinco años ya estaremos acostumbrados a la bebida y podremos investigar con normalidad.
Dos
Sin embargo, muchos pensaron:
¿para qué cerrar las grietas, si con la borrachera ya somos inmunes?
Incluso se llegó a plantear la idea de invadirlos. Así que se creó un grupo de voluntarios que actuaría como fuerza de sabotaje en el otro lado. Su nombre: Los Borrachines del Nuevo Amanecer. Ni que decir tiene que casi todos eran antiguos ultras, aunque ahora ya somos todos del mismo bando, luchando contra un enemigo común.
No sabíamos cómo atacar, ya que si disparábamos contra ellos, las balas regresaban hasta su punto de origen, como si rebotaran en un escudo de protección, hiriéndonos a nosotros mismos. Por eso se convocaron reuniones de alto nivel en todo el mundo, buscando al cerebro más preparado para desarrollar un arma efectiva contra esos escudos.
Se encontró a un matrimonio que vivía a su bola en las profundidades de una isla. Producían vino y cerveza, pero también un aguardiente especial, destilado de sus uvas tintas de Manto Negro. Se decía que aquel brebaje, de tan alta graduación, podía derretir en un par de segundos los trajes protectores de los del otro lado.
Y así fue. Se desarrolló un subfusil que lanzaba balas rellenas de aguardiente. Evidentemente, aquellos seres se derretían al mínimo contacto.
Entonces se pensó en limitar la cantidad de aguardiente y rebajarlo a un diez por ciento en las balas, para intentar herir a alguno y capturarlo vivo, a ver qué eran y qué decían. Tuvimos éxito. Pero, al ver su aspecto, flipamos.
Eran como nosotros. Ni más guapos ni más feos. Pero su olor era tan apetecible que no había tiempo de interrogarlos: nos los comíamos con auténtica ansiedad. Aunque, todo hay que decirlo, lo que más nos gustaba eran los cojones de aquella peña del otro lado.
Tres
Después de todo aquello, la situación se descontroló. No sólo dejábamos que las grietas se abrieran; ahora las buscábamos. Había quien organizaba excursiones al otro lado, como si fuera turismo extremo. "¡Cazacojones interdimensionales!", decían algunos con orgullo, brindando con botellitas personalizadas. Se montaron negocios, mercados negros y hasta concursos televisivos donde el premio gordo era un par bien tostado de testículos extradimensionales.
Pero claro, la cosa evolucionó. Los del otro lado también aprendían. Empezaron a beber cerveza ligh. Al principio no les gustaba, vomitaban, se retorcían. Pero después se adaptaron. Uno incluso abrió un bar en nuestro mundo: La Grieta Alegre, decía el cartel. No tardaron en descubrir que podían hacerse pasar por nosotros si iban suficientemente borrachos.
Y entonces todo se volvió borroso.
Ya no sabíamos quién era de aquí y quién venía de allá. Algunos decían que todos éramos parte de lo mismo, de un gran ciclo cósmico de borrachos comecojones. Otros, más paranoicos, se cosían los labios para no beber y evitar confundirse con los del otro lado. Unos pocos trataban de mantener la sobriedad para investigar, pero nadie los tomaba en serio. La ciencia, en ese mundo de resaca permanente, no tenía sitio.
Ahora, el mundo es un lugar distinto. Las fronteras entre dimensiones se han diluido como hielos en un gintonic. Vivimos entre grietas, brindis y sospechas. No sabemos si lo que bebemos es aguardiente de Manto Negro o sangre fermentada de algún pobre diablo interdimensional. Tampoco importa.
Lo único claro es que sobrevivimos. Borrachos, sí, pero vivos. O al menos, algo parecido...
¡Ya veremos qué pasa...!
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales