El ascensor que bajaba lento (Capitulo II)

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Capitulo II

Entre copas y algo más…

Por fin llega el jueves y como bien dijo aquella hermosa mexicana, hoy por la noche vendrá a visitar a su hermano.

- Tengo que averiguar quién es su hermano y así me hago amigo suyo – pienso.

Pero primero tengo que prepararlo todo para esta noche, Linda no me debería encontrar con las manos vacías ni con aspecto descuidado. Mi padre siempre me dice que el que da una buena imagen gana la mitad del pleito; así que esa misma tarde salgo hacia la barbería de mi amigo Andy para arreglarme la barba y rasurarme la cabeza. He leído que a la mayoría de las mujeres los calvos le parecen sexys, espero que la mexicana no sea la excepción.

Una vez que ya salgo de la barbería con mi barba bien arregladita y mi ‘look’ a lo Jason Statham combinado con un ‘Will Smith be like’, me dirijo hacia el supermercado del barrio a comprar una buena botella de tequila. Se de buenas fuentes que a las mujeres mexicanas le gusta mucho el tequila. Elijo un tequila Don Julio, espero acertar. Pensé en comprar unos chocolates o bombones, pero quizás ya sería demasiado abrumador. Tampoco es que tengamos una cita, solo nos hemos citado a encontrarnos en el ascensor (o al menos eso quise entender yo). A las mujeres siempre hay que saber leerlas entre líneas.

Ya se va acercando la noche. No sé a qué hora exactamente Linda vendrá a visitar a su hermano, pero yo tengo que estar listo desde ya. La preparación es clave en la vida y yo procuro siempre estar preparado. Me doy una ducha, no sin antes ejercitar mi espalda, pecho y bíceps. Como dije anteriormente, una buena imagen es la mitad del pleito ganado.

Me pongo mi mejor vestimenta; una combinación elegante casual con unos zapatos marrones. No soy mucho de usar perfumes porque soy de los que piensan que el mejor afrodisiaco es el olor natural de la piel. Sin embargo, en esta ocasión quiero aumentar todas mis posibilidades con Linda, así que me echo un poco de perfume en el cuello y detrás de las orejas. Un perfume con olor suave que me regaló mi hermano hace años. Lo guardaba para una ocasión especial y hoy es una de ellas. Salgo al pasillo a esperar a la mexicana.

- No debe tardar en llegar – Pienso.

Pero como no sé exactamente a que piso ella irá, decido entrar en el ascensor y esperarla allí. No se me puede escapar. Quién sabe si sea la última oportunidad que tenga de estar con ella.

El ascensor para arriba y para abajo; para arriba y para abajo; para arriba y para abajo… Entraba toda clase de gente, incluso alguno que me encontraba hasta dos y tres veces allí. Ya me empezaban a mirar con extrañeza. Pensarán que estoy planeando algo raro porque llevo una hora metido ahí dentro. Solo espero que a nadie se le ocurra llamar a la policía porque sinceramente no sabría que excusa inventarles. Después de casi tres horas sin señales de Linda, mis esperanzas y mis energías empiezan a decaer.

- Espero que no se le haya ocurrido subir por las escaleras. – Me dije.

- O quizás tuvo algún inconveniente y no pudo venir. – Pensé, intentando mitigar mi decepción.

El caso es que ya era hora de abortar la misión y volver a casa. Tres horas metido en un ascensor es mucho tiempo y como pasara media hora más ahí dentro comenzaría a tener un amigo imaginario.

- Mi única esperanza es saber quién es el hermano y donde vive. Solo así podré contactar con ella. – Dije consolándome a mí mismo.

Decidí subir a mi casa, abrir una botella de vino riojano, poner música y cerrar mis ojos para pensar en la diosa mexicana. Dada las circunstancias, tampoco era tan mal plan ¿no?

Ya voy por la quinta copa de vino.

–  ¡Coño que vino más bueno! - siempre repetía.

Y escuchando por sexta vez la canción de Michael Buble me lo paso en grande.

 

…And I promise you, kid, that I'll give so much more than I get I just haven't met you yet…la la la…” – Canto a todo pulmón.

De repente tocan el timbre de mi puerta.

Ya viene el vecino del piso de abajo a quejarse del volumen de la música. - Pensé.

- Pues es un mal momento para provocarme, llevo cinco copas de vino en el cuerpo y puede que tenga incontinencia verbal. Así que el vecino que se abstenga a las consecuencias. – Digo.

Abro la puerta y mis ojos no podían creer lo que estaban viendo. Efectivamente querido/a leyente, has acertado; era la Mexicana Linda quien había llamado a mi puerta. La vi y de repente esas cinco copas de vino que llevaba en el cuerpo se transformaron en 50 kilos de deseo ardiente. Llevaba un vestido rojo bien ajustadito, con un escote que invitaba al pecado. Unos zapatos de tacón alto y una chaqueta de cuero. Si en nuestro encuentro anterior parecía una diosa ahora era una deidad.


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