El ascensor que bajaba lento (Continuación Capitulo II)
Por J. Volquez
Enviado el 19/08/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Hola, perdona por molestarte. – Me dice con esos labios bien carnosos.
- Espero que sea importante porque acabas de interrumpir mi sesión de ensayo de canto. – Dije yo en tono irónico.
- Pues tal y como cantabas lo mejor que hice fue interrumpirte creo yo jajajaja. - Replica.
- Pensaba que ya no vendrías. – Le digo.
- Si, se me hizo un poco tarde pero ahora resulta que mi hermano no está en su casa y me ha escrito que tardará en llegar. – Me explica.
- ¡Vaya que faena! Pues no puedo permitir que te quedes en el pasillo pasando frio. Si quieres puedes entrar en mi casa mientras esperas a que llegue tu hermano. – Le propongo.
- ¿De verdad que no te importa? – me dice.
- Si que me importa, pero por esta vez me aguanto. - Bromeo.
Linda se sienta en el sofá cruzando sus hermosas piernas, yo intento disimular que estoy sudando y que los cincuenta kilos de deseo que llevo dentro de mí se están incrementando a sesenta. Esta todo bien, yo tengo el control, la noche es larga y el cuerpo lo sabe.
- ¿Te gustaría tomar algo? – Pregunto yo deseando que no pida vino porque ya me lo había terminado casi todo.
- Hmmm…No se… ¿Tienes vodka? – Me dice.
- ¡Vodka! ¡Vaya hubiera preferido que pidiera vino! - Pensé.
- Si tengo vodka, pero generalmente la uso para comer y para otras cosas, pero está a tus órdenes. – Le digo yo en tono de broma.
Ella hace una pausa larga y luego se empieza a reír (le costó entender la broma):
- Que loquillo que eres jajajaja.
- Bueno es una broma que te la digo muy enserio. – Le digo.
Ella esboza una sonrisa, cruza nuevamente las piernas mientras juega un poco con su cabello. Yo observándola cual tigre acecha a su presa.
- Ok tráeme lo que tengas, me apetece probar algo diferente. – Dice.
En ese momento me acuerdo de una botella de mamajuana que traje de Republica Dominicana en mi último viaje. Creo que es la ocasión perfecta para estrenarla.
- ¿Has probado la Mamajuana alguna vez? – Le pregunto.
- No, aunque si me han hablado mucho de ella ¿tienes aquí? – Me dice.
- Pues es tu día de suerte, como tienes curiosidad por probar cosas dominicanas, la Mamajuana es un buen comienzo. – Le digo.
Voy a la cocina, saco la botella de Mamajuana y dos vasitos pequeños. Sirvo un vasito para ella y otro para mí. Después de servirle le digo:
- Eso sí, te aviso que la mamajuana tiene unos efectos afrodisiacos muy fuertes por lo que no me hago responsable de lo que pase de aquí en adelante.
- Ni yo tampoco. – Me responde poniendo cara de traviesa.
Yo cierro el puño disimuladamente en señal de victoria, me siento a su lado y empezamos a tomarnos nuestros chupitos de Mamajuana. Conversamos sobre muchas cosas: su vida, mi vida, sus travesuras, las mías, sus viajes, mis viajes, sobre lo mal que esta el mundo, el hambre en África, sobre las religiones, la inmortalidad del cangrejo, entre otros temas.
Lo más importante de todo es que después del décimo chupito yo ya tenía mi mano derecha sobre una de sus piernas y la iba acariciando suavemente. Llegó un punto en el que ella me hablaba y yo casi ni la escuchaba, estaba muy ensimismado observando su escultural cuerpo. Si, ya sé que a las mujeres hay que escucharlas y todo eso, pero en esta ocasión tenía una buena razón para no hacerlo.
- ¿Quieres bailar? - Le pregunto.
- Normalmente te diría que no porque bailo horrible pero como estoy medio borracha me atrevo a todo. – Me dice.
- No te preocupes, yo te enseño, tu solo déjate llevar. – Le digo.
Pongo una bachata suave, ‘Te invito’ del grupo Aventura (no es casualidad que elija esa canción). Comenzamos a bailar bien pegaditos. Puedo sentir como la temperatura corporal comienza a subir en los dos. Escucho su respiración acelerarse cada vez más y más. Nuestras miradas se cruzan en un punto del baile y sus ojos ya me dan la señal que yo buscaba. Justo cuando voy a acercar mis labios a los suyos le suena su teléfono móvil.
- ¡Maldita casualidad! – Pienso.
Ella coje su teléfono, lee un mensaje que le han enviado y me dice:
- Lo siento tengo que irme.
- ¿Ya? Pero si aún es temprano. – Le digo casi en tono de súplica.
- Lo sé, pero es que me tengo que ir, perdóname. – Me responde.
- Bueno, pero nos veremos otro día ¿no? – Le insisto.
- Cuenta con ello, te dejaré mi número de teléfono y nos vemos otro día ¿de acuerdo? – me contesta.
- Ok al menos déjame acompañarte hasta abajo. – Le digo.
- No hace falta, pero como quieras. – Me dice.
Le ayudo a ponerse la chaqueta, le abro la puerta, la tomo de la mano y la acompaño hasta el ascensor. Mientras esperamos me pongo a observarla. Ella, con la vista al frente, sabe que la estoy observando y aunque sonríe un poco no se atreve a devolverme la mirada. A todo esto, me pongo a pensar “¿Como supo la mexicana en que número de apartamento vivía yo? ¿Lo habrá deducido de alguna manera?” El caso es que no lo sé y no me importa mucho la verdad; Lo importante es que ella está aquí y esta conexión que siento que todavía no sé cómo describirla.
Llega el ascensor y abre sus puertas. Entramos y ella busca el botón de la planta baja como si no supiera donde esta. Quizás una parte de ella no se quiere ir o quizás está haciendo tiempo para que yo le dé un buen motivo para quedarse más tiempo. Finalmente presiona el 0 y el ascensor comienza a descender. De repente un sentimiento en mi comienza a emerger. No sé, es algo bien extraño. Algo me dice que no la voy a volver a ver y que no deje escapar esta oportunidad. No soy una persona de impulsos, pero el deseo mezclado con el alcohol es la excusa perfecta para no tener que dar explicaciones. Así que de un salto presiono el botón de parada de emergencia del ascensor. Ella se queda mirándome fijamente y ni se inmuta, imagino que barrunta lo que está a punto de suceder.
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