El ascensor que bajaba lento (Capitulo III)

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Capitulo III

Fuego en el Fuego…

Agarro su cintura y la acerco lentamente hacia mí. Empiezo a besarla apasionadamente mientras muerdo ligeramente sus labios y la beso con pasión. Ella deja caer su bolso que sostenía en la mano izquierda, como una señal de rendición ante mi arrebato salvaje. Lleva su mano hasta mi cuello, lo acaricia suavemente mientras me sigue besando. Yo me voy separando de sus labios y me dirijo en dirección hacia su cuello. El olor de su piel despierta en mí una libido indescriptible. Noto como se le pone la piel de gallina cuando le beso el cuello. Voy intercalando entre besos suaves y lametones con la lengua; como si estuviera saboreando mi postre favorito. Mientras beso su cuello, mis manos acarician sus piernas y lentamente van levantando su vestido. Puedo sentir como la respiración de la mexicana se va acelerando.

Subo nueva vez por su cuello, lamo sus orejas y vuelvo al cuello. Mis manos atrevidas se meten por debajo del vestido y acarician su hermoso trasero. De repente le doy una nalgada fuerte que hace que ella suelte un ligero grito de placer – ¡Ahhh…! -.

Del cuello voy bajando al hombro. Una de mis manos suelta una nalga y baja una manga del vestido, para así dejar espacio a mis labios a que sigan explorando su cuerpo. Mi mano izquierda va quitando lentamente sus bragas. Ella mientras, empieza a dar golpes involuntarios de cintura mostrando el volcán de placer que está dando lugar en su cuerpo. Le acaricio la espalda, los pechos, las piernas, el trasero… y hasta el alma.

Vuelvo a su boca y la beso mientras ella baja la cremallera de mi pantalón, quiere palpar con su tacto esa cosa tan dura de carne que tengo entre las piernas. Linda me acerca hacia ella y puede sentir mi palo bien erecto y duro. Ella inicia un ligero gemido de placer mientras me acaricia el palo con sus tiernas manos. Ella sola se empieza a frotar en todo mi cuerpo, como si yo fuera un tubo de striptease, lentamente desabrocha los botones de mi camisa y luego me acaricia la espalda. La mexicana levanta una pierna y se empieza a frotar con mi palo firme y erecto durante un buen rato.

- ¡Oh que rico, como la siento tan dura ahhhh! – Me susurra al oído.

Ella me pasa la lengua por el pecho muy lentamente y va bajando en dirección a mi palo de carne, pero yo la detengo y mirándole fijamente a los ojos le digo:

- Déjame saborearte primero a mí.

A continuación, me pongo de rodillas, como si fuera a suplicarle al tiempo que no marcara más las horas. Ella pone una pierna sobre mi hombro y yo voy pasando mi lengua por su entrepierna, cual serpiente traviesa que busca una cueva húmeda. Linda acaricia mi cabeza con suavidad e intenta disimular el placer que está sintiendo, pero sus gemidos cada vez más fuertes la delatan. Puedo sentir su cueva bien mojadita y eso hace que mi palo se ponga más duro todavía.

Del bolsillo de mi pantalón saco un caramelo “Halls negro extrafuerte”, el cual tenía reservado para una ocasión como esta. Procedo a poner el caramelo en mi boca y sin pensármelo dos veces introduzco mi lengua en la cueva húmeda de Linda. Dentro de aquella cueva mi lengua adquiere vida propia, es totalmente autónoma y sabe lo que tiene que hacer.

En el centro de la cueva de la mexicana, mi lengua comienza a lamer como si estuviera saboreando su helado favorito. Mis labios se vuelven cómplices chupando la parte de arriba de la cueva. Mi lengua y mis labios se convierten en una orquesta haciendo el mismo ritual: lamer en el centro - chupar arriba, lamer en el centro - chupar arriba, lamer en el centro - chupar arriba, lamer en el centro - chupar arriba… aumentando el ritmo y la velocidad de forma paulatina. Este ritual combinado con el “frescor” que desprende el caramelo halls de mí boca generan un volcán de placer intenso dentro de Linda, a punto de estallar.

Después de un buen rato, Linda no puede más de tanto placer. Su escultural cuerpo empieza a convulsionar de forma involuntaria lo que provoca que ella apriete con fuerza mi cabeza con sus manos, lo cual es el aviso de que el volcán está a punto de hacer erupción.

- ¡Me vengo, ahhhhhhh! - Grita ella de placer.

Yo la agarro por la cintura mientras su cuerpo sigue temblando, pero mi lengua sigue merendando; quiere exprimir hasta el último fluido de esa cueva. Mi boca y mi cara quedan bañadas de sus fluidos. ¡Ahhhh que rico se siente! y ese olor a sexo que emana de su cueva húmeda hace que me excite más aún.

Hacemos una breve pausa para recuperar fuerzas, con besos y caricias entre medias.

Para el segundo asalto, yo me tumbo en el suelo y ella se coloca sobre mí. Mis labios se fusionan con sus labios mientras mis manos acarician su entrepierna y sus muslos. Esta vez yo me quedo quieto y es ella quien lleva el ritmo.

La mexicana se pone de rodillas y pasa sus suaves labios por mi palo. Sus labios y su lengua se armonizan en una chupada que me hizo ver las estrellas. Noté como me temblaban las rodillas mientras me la chupaba. Yo le acaricio el pelo, pero el placer que sentía era tan grande que le agarraba la cabeza con fuerza y solo quería que mi palo se quedara a vivir en su boca.

Linda hace una pausa y saca de su bolso un pequeño tarro de miel (¡Vaya, parece que ella también tenía algo reservado para esta ocasión!). Con mucha delicadeza y suavidad unta un poco de miel en sus labios, en mi pecho y el resto termina en mi palo de carne. La mexicana me besa en los labios y esa combinación del sabor de la miel, la textura de su piel y el olor de su pelo hace que vean las estrellas. Sin duda la definición de “placer” ha adquirido un nuevo significado para mí a partir de hoy.


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