El ascensor que bajaba lento (Continuación Capitulo III)

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Después de esa sesión apasionada de besos con miel, los labios de Linda abandonan mis labios, no con la intención de despreciarlos sino con la intención de aumentar la apuesta del placer. La lengua juguetona de la mexicana empieza a lamer la miel que quedó esparcida por mi pecho. Lo hace de una forma tan genuina y delicada que mis manos responden con suaves caricias en su pelo y mi boca acompaña con ligeros gemidos. Mi palo de carne esta impaciente. No puede esperar más a conocer la delicada lengua de Linda y sus suaves labios.

La lengua de Linda sigue su recorrido y por fin se encuentra de frente con ese pedazo de carne duro y erecto que la excitó tanto al principio. Lo acaricia con tal suavidad como si fuera un juguete muy preciado que le quiere tratar con delicadeza. Ella Primero pasa su lengua por el tronco del palo, recogiendo toda la miel en el camino hasta llegar a la punta. En cada lametón que la mexicana me daba, mis gemidos de placer eran cada vez más fuerte. Después de los lametones, sus labios y boca ya entraron en juego.

Mi éxtasis estuvo debatiéndose entre correrme en su boca o distraer mi mente con otras cosas para retrasar el clímax. El morbo de correrme en su boca me estaba tentando, pero preferí aguantar un poco más para alargar lo más posible este momento que tanto estábamos disfrutando.

Justo cuando ella nota que el éxtasis dentro de mi estaba a punto de estallar, Linda hábilmente hace una pausa y pasa su lengua desde mi entre pierna hasta mi cuello, recolectando los restos de miel que quedaron en mi cuerpo. Me besa en los labios y mientras lo hace agarra mi palo de carne y lo va introduciendo muy despacio en su cueva húmeda. Puedo percibir el placer en sus ojos porque clava su mirada en mi cada vez que mi palo la penetra.

Mis ojos se desvían momentáneamente hacia el espejo y puedo ver como su hermoso trasero se mueve delicadamente encima de mi palo. Sus movimientos son cada vez más fuertes, el sonido de sus glúteos chocando con mis muslos es música para mis oídos. Tras un rato, yo miro hacia el techo en un intento por distraer mi mente para evitar lo inevitable… cierro los ojos, pero por más que lo intento contener no puedo. Es ahí cuando me agarro a su cintura, me incorporo, la abrazo con fuerza y… ¡Ahhhhhhhh! Ella puede sentir los mini pálpitos de mi palo mientras llego al clímax total. Ella también se corre, aunque esta vez su orgasmo es menos intenso que la vez anterior. Quizás porque ya está algo cansada. Ambos estamos bañados de nuestros fluidos. Para culminar, le masajeo los glúteos con mi palo ya casi flácido; como si dos seres estuvieran haciendo las paces después de haber estado ‘guerreando’ mucho rato. 

- ¡Vaya desastre que hemos hecho aquí! – Me dice.

- Bueno yo no catalogaría como desastre lo que acaba de pasar. – digo yo.

- Eso díselo a los empleados de la limpieza mañana. – Dice ella con una sonrisa.

En ese momento se acerca a mí y me besa, mientras su mano izquierda comienza a masajear cariñosamente mi palo flácido después de aquella explosión volcánica. Quizás con la intención de agradecerle o ¿Quizás con la intención de reanimarle?

- ¡Ha sido increíble! Gracias por hacer realidad mi fantasía… - Me dice todavía algo excitada.

- Podemos subir a mi casa, darnos una ducha y seguir alargando la fantasía. – Le propongo.

- Suena tentador, sobre todo por la ducha. Porque sí que la necesito ahora mismo jajajajaja. – Responde ella.

- Sin embargo, no puedo quedarme más tiempo. Tengo que hacer un recado muy importante para mi madre y como no lo haga me mata. – Agrega.

Linda saca unas toallitas húmedas de su bolso; me da unas cuantas a mí y me pide que le limpie un poco. Nuestros cuerpos están sudados, en el ascensor hay un olor a sexo tan fuerte que a cualquiera le subiría la libido. El mejor recuerdo que podríamos dejar. 

Nos vestimos y ponemos el ascensor nuevamente en marcha. Ella toda despeinada, con el maquillaje corrido y las pupilas dilatadas; Yo todo sudado, con la camiseta al revés y la cremallera del pantalón abajo, nos quedamos pensando en aquel momento que habíamos tenido.

- ¿Nos volvemos a llamar? ¿la invito a comer este fin de semana? ¿Debería invitarla a salir? – Pensé.

Tal vez era demasiado pronto para lanzarme, es mejor dejar que ambos procesáramos lo que había ocurrido y disfrutarlo más en nuestra memoria. Llegamos a la planta baja, se abre la puerta del ascensor, ella me da un beso en la mejilla y se despide: 

- Cuídate mucho, ya nos veremos…

- Espera, al menos dime como se llama tu hermano. – Le pido.

- Emmanuel, se llama Emmanuel. – Me responde con una ligera sonrisa mientras camina hacia la puerta de salida. No sin antes lanzarme un beso desde lo lejos y decirme adiós con las manos.

Se cierra la puerta del ascensor y voy subiendo a mi apartamento como un zombi drogado que no puede dejar de pensar en aquel momento de sexo volcánico que he vivido junto a esa diosa mexicana. El ascensor se detiene en la cuarta planta, se abre la puerta y entra un vecino del edificio llamado Antonio.

- ¡Por fin funciona esta mierda! – Me dice.

- ¿Por qué? ¿Pasa algo con el ascensor? – Pregunto yo inocentemente.

- Pues sí. Muchos vecinos se me han ido a quejar preguntando qué pasaba con el maldito ascensor. Había llamado a los de mantenimiento y vienen de camino, pero parece que esto ya funciona. – Responde Antonio.

- Bueno tú ya sabes que estos aparatos funcionan muy mal, hace tiempo te dije que necesitamos uno nuevo. – Le digo en tono burlesco.

- Como eres, nunca cambiaras. – Me responde.

Aprovecho el momento para que Antonio me dé una información que solo él podría darme:

- Antonio, ¿Conoces a un vecino llamado Emmanuel? ¿Sabes en que piso vive? 

- ¿Emmanuel? Pues no me suena de nada… – Me responde.

- ¿Vive en este bloque? – Me pregunta Antonio.

- Se supone que sí. – Le respondo.

- Pues ya te digo yo que en este bloque no vive ningún Emmanuel, me conozco a todos los vecinos desde el primero hasta el último. Si hubiera algún Emmanuel entre ellos créeme que lo sabría. – Me dice.

- Ya… – Respondo yo algo extrañado.

- ¿Por qué lo preguntas? ¿Lo buscas para algo? – Pregunta Antonio.

- No es por nada importante, es que ha llegado una carta para él a mi buzón y era por entregársela. – Respondo yo.

- Bueno pues quizás vive en otro bloque o a lo mejor ni vive en este barrio, vete tú a saber. – Me dice.

- Hasta luego Jorge. – Se despide Antonio mientras abren las puertas del ascensor.

Mientras yo me quedo pensando en aquella misteriosa mexicana que apareció de repente en mi vida. Yo, algo contrariado, pero a la vez emocionado, nunca había sentido esta mezcla de emociones. Muchas interrogantes llegan a mi cabeza y un presentimiento comienza a florecer de que tarde o temprano la volveré a ver y le daremos otro significado a las palabras “sexo” y “pasión” …


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