El ascensor que bajaba lento (Capitulo V)
Por J. Volquez
Enviado el 19/08/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Capitulo V
El sabor de lo prohibido…
- ¡Riiiiiiiiiing! ¡Riiiiiiiiing! ¡Riiiiiiiiing!
- ¡Riiiiiiiiiing! ¡Riiiiiiiiing! ¡Riiiiiiiiing!
- No me digas que otra vez se ha quedado dormido este holgazán – Murmura Antonio frunciendo el ceño.
- Es igual, no pienso llegar tarde por culpa de este vago. Ya le mandaré un mensaje al teléfono móvil y ya que baje cuando quiera. – Exclama Antonio.
Antonio se aleja con el dedo índice prácticamente hinchado de tanto tocar el timbre de mi puerta. Minutos después, a mí me despierta el sonido del teléfono móvil por él mensaje que me llegó (ya sé que es surrealista que no me despierte el sonido del timbre de mi puerta, pero si el sonido de mi teléfono. Ni yo mismo tengo explicación para ello, que le voy a hacer…). Abro ligeramente los ojos, como si hubiera estado seis meses en coma. Lo primero que hago es observar como todo mi semen y fluidos yacen resecos en mi palo de carne y mi entrepierna. No es para menos, esa tremenda eyaculación que tuve después de largos minutos masturbándome y fantaseando con Linda, me dejaron totalmente noqueado. No es de extrañar que haya entrado en un letargo tan profundo que me haya impedido escuchar el timbre de la puerta.
Miro mi teléfono y leo el mensaje que Antonio me ha enviado: “He ido a tu casa para avisarte que ya voy a bajar al apartamento de Bruno, pero toqué el timbre de tu puerta más de siete veces y no abrías la puerta. Estaré en el apartamento de Bruno por si quieres bajar. Es en el 1B.” Acto seguido me levanto de la cama y me dispongo a darme una buena ducha; tengo que darle una buena impresión a Bruno y ganarme su confianza. Llevarme bien con él es crucial para mí.
Mientras me duchaba, sentí la imperiosa necesidad de volver a “darme cariño” fantaseando con la mexicana. Aunque el momento era muy tentador hice todo lo posible por evadir ese pensamiento de mi mente. Tampoco era plan de llegar tarde al encuentro con Bruno y Antonio. Así que termino mi ducha sin incidentes, saco mi mejor vestimenta del armario y me visto; para la ocasión elijo algo casual y a la vez elegante.
Salgo de casa y aprieto el botón para que llamar al ascensor. Una sensación de “déjà vu” me invade por completo (creo que no hace falta que explique porque). Sin embargo, ese déjà vu se esfuma cuando abren las puertas del ascensor y este está vacío. Entro en él y aprieto el botón de la planta 1. Mientras el ascensor va bajando (muy lentamente como de costumbre), cierro los ojos y Linda vuelve a visitarme. ¡Si tan solo ella supiera todo lo que vivimos dentro de este ascensor, no estaría lejos de mi en este momento!
Justo cuando ya estaba en el proceso de desnudar a Linda en mi mente, el ascensor abre sus puertas. – Aquí vamos. – murmuro yo, respirando hondo y arreglándome el cuello de mi camiseta marca “Lacoste”. Me voy acercando al apartamento 1B, y a lo lejos ya voy escuchando unas risas. Parece que Antonio está haciendo buena química con el nuevo vecino. Todo apunta a que ambos están pasando un rato muy agradable, lo cual a mí me relaja un poco los nervios. Toco el timbre y me pongo en posición firme, cual soldado esperando instrucciones de un capitán del ejército.
Me abre la puerta un hombre muy formal; de unos 45 años, pelo canoso y barba descuidada. A pesar de que parecía ser un tipo casi entrado en edad, se le notaba en muy buena forma física.
- Hola, ¿puedo ayudarte? – Me pregunta con la lengua un poco estropajosa.
- Hola, soy Jorge el vecino del séptimo piso. ¿Eres Bruno el nuevo vecino del edificio? – le respondo en un arrebato de autoconfianza.
- Si soy Bruno. Encantado Jorge. Antonio ya me había dicho que vendrías. Adelante pasa. – Dice Bruno.
Después de un buen apretón de manos ya vamos entrando en confianza, hemos comenzado con buen pie y eso me gusta. Me invita a pasar a su apartamento y me quedo impresionado de lo bonito que lo tiene todo. Nada más entrar al salón, me encuentro con una vitrina llena de trofeos y medallas.
- ¿De qué son? – le pregunto con voz de niño curioso.
- Taekwondo. Son trofeos y medallas que yo he ganado. – Me responde Bruno.
- ¡Wow! Impresionante. – exclamo yo mientras muestro pulgar arriba.
- Mas me vale llevarme bien con este tipo porque si no me rompe dos costillas. – pensé yo para mis adentros.
Entre tantos trofeos y medallas, hubo un retrato que llamó mi atención. Era un retrato dibujado a mano (muy bien hecho he de decir) de una mujer con las mismas características de Linda, la diosa mexicana que me tiene totalmente obsesionado. Es más, juraría que es ella; así que no aguanté las ganas de preguntarle a Bruno:
- Que retrato más bonito tienes ahí. ¿Quién es ella? – pregunto yo con voz inocente y como si no supiera de quien se trataba.
- Ella es mi morra, carnal – me responde Bruno sin dejar de admirar el retrato.
Yo, que no entendí un carajo de lo que me dijo, le insisto en la pregunta:
- Disculpa, ¿Has dicho “morra”?
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