El ascensor que bajaba lento (Capitulo VI-B)

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Me quito toda la ropa. Me acerco a la ducha y lentamente voy entrando. Linda no se percata de mi presencia porque tiene los ojos cerrados, pero sabe que voy. Me está esperando impaciente, aunque no lo muestre. Sigilosamente me acerco por la espalda, como si fuera un ninja y la abrazo por la cintura. Comienzo a besar su cuello; ella puede sentir esa "cosa" dura entre tus nalgas y ya sabe de antemano lo que se avecina.

- Eres muy atrevido eh chiquito. – Me murmura Linda con voz de traviesa mientras me acaricia el rostro.

- Si quieres que me detenga yo me detengo. – Respondo yo a modo de desafío.

- Ni se te ocurra…- Me responde ella con una sonrisa picarona.

Sigo besando su cuello mientras mis manos van masajeando suavemente sus senos. Su cuerpo enjabonado hace que todo se sienta más suave y delicado. Le agarro por el cuello, giro su cabeza hacia mí y la beso apasionadamente en los labios, mientras una de mis atrevidas manos abandona un seno y se posa en su entrepierna. Pongo a la mexicana de espaldas a la pared y sigo besando apasionadamente su boca, con más ganas que un vampiro esperando la noche; chupándole la lengua y mordiéndole ligeramente los labios en cada beso.

Linda empieza a moverse suavemente, avisándome que el volcán está calentándose. Mis dedos ya están dentro de su cueva húmeda, haciendo lo que mejor saben hacer. Mientras tanto el agua de la ducha sigue cayendo sobre nuestros cuerpos, mezclándose con los fluidos que ya comienzan a salir de su cueva. Mis dedos, que hasta ese momento solo se limitaban a acariciar suavemente los labios exteriores de su cueva húmeda, deciden ponerse más serios. Mis dedos índices y anular toman el mando; forman una especie de gancho, la forma perfecta para que el clítoris de la mexicana baile con mis dedos.

Introduzco mi “gancho” en la cueva húmeda de Linda y acaricio su clítoris. Puedo notar que a Linda se le pone “la piel de gallina” y se le endurecen los senos.

- ¡Así, así… no pares por favor! ¡Ahhhhh! – Gime ella de placer mientras yo aumento el ritmo del movimiento de mis dedos.

¡Chop! ¡Chop! ¡Chop! Así suenan mis dedos cuando comienzan a taladrar con intensidad la cueva de la mexicana. El agua de la ducha y los fluidos de Linda son la orquesta de acompañamiento perfecta. Mientras mis dedos danzan junto con el clítoris de Linda, mis labios y mi lengua se deleitan en su cuello y en sus senos; la mejor merienda para la tarde. Mis dedos siguen taladrando, esta vez con más intensidad y con movimientos fijos; arriba – atrás - abajo, arriba – atrás – abajo, arriba – atrás – abajo… hasta que el clítoris de Linda sea el epicentro de su placer.

- ¡Ahhhhhh, me voy a venir…me voy a venir…! ¡Su puta madre! – me dice Linda al oído mientras me abraza fuerte por el cuello.

La mexicana había llegado al éxtasis. La sostengo en mis brazos evitando que se caiga ya que le tiemblan un poco las piernas. Ahora comenzamos con una ronda de besos apasionados para recuperar un poco el aliento.

Después de que mis dedos hayan jugueteado un buen rato en su cueva húmeda, pongo a la mexicana de frente a la mampara de la ducha y con un brazo levanto una de sus piernas para comenzar a penetrarla por delante. Mientras mi palo duro se introduce en su cueva, puedo sentirla bien húmeda… uffff que sensación más espectacular. Nos miramos fijamente a los ojos y puedo sentir su gozo de placer; puedo escuchar como gime cada vez más y más. Le cojo del cuello y la vuelvo a besar: lengua, labio, lengua, labio, lengua, labio... Mordiendo suavemente esos jugosos labios.

A través del espejo puedo observar cómo se ven nuestras siluetas pegadas a la mampara; mezclada con el agua y el calor que produce nuestros cuerpos. Sigo penetrando a Linda y ella me dice que le dé más fuerte, que está a punto de correrse otra vez. Yo obedezco. La penetro con gran intensidad mientras que uno de mis brazos se apoya en la mampara cual escena del Titanic. Puedo notar como la diosa mexicana se corre y puedo sentir como sus fluidos bañan mi palo de carne erecto. ¡Ufff que rico es ver cómo se corre!, podría estar así toda la vida. Linda se limita a respirar hondo para contener ese placer generado por el orgasmo intenso que acaba de tener. No quiere hacer demasiado ruido.

A continuación, nos besamos una vez más por un minuto, en un intento de calmar aquel volcán que ha entrado en erupción. Sus manos temblorosas rodean mi cuello. La mexicana se pone de espaldas para que yo la penetre por detrás. Yo me quedo quieto y es ella quien lleva el ritmo. Comienza con movimientos lentos; adelante-atrás, arriba-abajo...puedo ver esos movimientos sexys de sus hermosas nalgas, como un gran espectáculo en primera fila. Definitivamente algo digno de admirar. En este momento no me cambiaria ni por Brad Pitt, ni por Will Smith, ni por Jay Z, ni por ninguno de esos perdedores que no tienen el privilegio que tengo yo en estos momentos.

Acaricio su espalda. Ella va aumentando el ritmo de sus movimientos de forma paulatina. Siento como mi palo de carne se va poniendo cada vez más y más duro; Ella también lo nota y eso le encanta. Sus movimientos son más fuertes ahora, el sonido de sus glúteos chocando con mis muslos es música para mis oídos. En ese momento yo miro hacia el techo en un intento de distraer mi mente para evitar lo que sé que no podré evitar (¿déjà vu?). Cierro los ojos, pero por más que lo intento contener no puedo. Me agarro fuertemente de su cintura, saco mi palo de carne y Uffffffffffffffffffffffff..., en la espalda de Linda, descargo todo mí ser. También parte de sus nalgas bañadas en mis fluidos, que pronto se dispersan por el agua que cae de la ducha.

Ella se vuelve hacia mí y me abraza. Nos quedamos ahí abrazados y besándonos debajo de la ducha. El agua recorriendo nuestros cuerpos mientras nos dábamos besos apasionados. Una escena digna de una producción de Hollywood, pero en esta ocasión los guionistas éramos nosotros.

Pasados unos minutos, esos besos hacen que mi palo de carne se vuelva a activar. Linda se percata de ello y no duda en subir la apuesta. Extiende su brazo izquierdo por detrás de mi cintura y agarra un bote de gel de ducha. Lo abre y derrama un poco de gel sobre mi palo de carne, que en este punto ya está firme, erecto y listo para la pelea. Linda deja el bote de gel de ducha en su sitio y empieza a acariciar suavemente mi palo de carne. Mientras lo hace, noto como una sensación de placer va subiendo desde la planta de mis pies hasta mi cerebro. Una sensación difícil de explicar con palabras. Esa misma sensación hace que yo caiga rendido apoyándome sobre la pared mientras Linda sigue con su espectacular ritual de masaje “falistico”.


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