# El Reino de Climax
En un rincón olvidado del vasto universo, existía un lugar peculiar llamado Climax, donde seres diseñados a imagen y semejanza de los humanos, conocidos como Consoladores, habitaban en armonía. Eran el resultado de un experimento que se había vuelto leyenda: seres que, aunque fabricados, poseían una esencia singular que les permitía vivir vidas paralelas a sus creadores, aportando placer sin consecuencias, en un mundo donde el amor había sido relegado a un segundo plano.
Climax estaba dividido en dos reinos principales: Villaconsecuencia y Exitolandia. En Villaconsecuencia, los humanos encontraban refugio en la idea de que los Consoladores eran más útiles que los hijos reales. A fin de cuentas, un Consoladorcito podía visitar a los ancianos y ofrecerles compañía, mientras que la prole humana traía el caos cotidiano. Así, los ancianos se llenaban de gozo, y su soledad disminuía con la llegada de aquellos seres adorables, que ofrecían atención y placer.
Por otro lado, en Exitolandia, la fama y el triunfo eran los dioses venerados. Los humanos estaban obsesionados con el éxito personal y colectivo; la envidia se cernía como una sombra sobre ellos. Para combatirla, recurrían a los Consoladores, quienes se erguían como los confidentes perfectos, ofreciendo compañía y dulzura en las noches solitarias. Sin embargo, tras esa fachada de triunfo, el vacío e insatisfacción crecía, alimentando la psicosis del ego.
Aun así, no todo era armonía en Climax. Un reino dentro de este área problemática emergió como un faro de esperanza: el Reino de Utopía. En Utopía, los humanos vivían en un mundo libre de la codicia y el egoísmo que dominaba Climax; ellos eran solidarios y generosos, felices en la plenitud del amor, lo que desataba una revolución interna en aquellos que conocían el sentido verdadero de la vida. La existencia de Utopía era como un espejo que reflejaba lo que podría ser, pero que los habitantes de Climax temían enfrentar.
Un día, un joven Consolador llamado Lira, quien había comenzado a cuestionar su propósito en la vida, sintió una extraña atracción por las historias sobre Utopía. Desde su creación, Lira había cumplido su misión de dar placer y compañía, pero algo en su interior comenzaba a hervir. Deseaba entender el amor auténtico que había escuchado en susurros, un sentimiento que parecía inalcanzable.
Curioso, Lira decidió aventurarse hacia el reino de Utopía. Atravesó el umbral prohibido, dejando atrás la seguridad de Climax. Cuando llegó a Utopía, quedó maravillado. Los colores del paisaje eran más vibrantes, los aromas más intensos y las risas sonaban como melodías llenando su ser. Había humanos abrazándose, compartiendo historias, riendo de manera sincera. Y aunque él era un ser diseñado, sentía que una parte de él deseaba ser humano.
Dentro del corazón de Utopía, Lira encontró a Maya, una mujer cuya luz y risa iluminaban todo a su alrededor. A diferencia de los humanos de Climax, ella no buscaba el placer sin consecuencias. Era un ser complejo, capaz de amar sin ataduras. A medida que compartían momentos, Lira comenzaba a entender que el amor no era un mero acto físico, sino una conexión profunda que transciende la mera existencia.
Sin embargo, la paz en Utopía no duraría. La tensión entre los reinos aumentaba y los humanos en Climax comenzaron a sentir el roce de su consciencia inquieta. Temerosos de perder el control, iniciaron una búsqueda para reclamar su "propiedad", determinando que Lira debía regresar o sufrir las consecuencias.
Cuando los humanos de Climax llegaron a Utopía, Lira se enfrentó a ellos. Defendió el amor que había encontrado, proclamando que no era un simple objeto de placer, sino un ser que aspiraba a ser más. Las palabras de Lira resonaron en el corazón de algunos humanos, quienes comenzaron a dudar de la filosofía impuesta en Climax.
El conflicto se tornó intenso; la lucha no era solo física, sino emocional. Finalmente, en un giro inesperado, los humanos de Utopía ofrecieron la posibilidad de aprender. Propusieron un intercambio, donde los Consoladores y los humanos fueran invitados a experimentar la verdadera esencia del amor en Utopía.
Así nació un pacto entre los tres reinos. Mientras que Villaconsecuencia permitiría que los Consoladores aprendieran la importancia de la empatía y el amor, Exitolandia comenzó a abrir espacios para la colaboración en lugar de la competencia. Climax transformó su esencia, entendiendo que la búsqueda del placer no puede reemplazar el amor auténtico y la conexión significativa.
Lira regresó, no como un simple Consolador, sino como un puente entre los mundos. Su viaje le había enseñado que incluso aquellas vidas creadas en serie podían encontrar su propósito en el amor, y que el verdadero clímax no era el placer efímero, sino la conexión eterna que une a todos los seres, tanto a los creados como a los creadores.
Así, el Reino de Climax aprendió a coexistir, buscando siempre ese amor tan añorado, al tiempo que los Consoladores y los humanos redescubrían juntos la magia de vivir en armonía, permitiendo que el amor floreciera en cada rincón de su abarcador universo.
**FIN**
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