ASESINATO EN EL EXPRESO DE MEDIANOCHE (3)
Por Eunoia
Enviado el 08/08/2025, clasificado en Intriga / suspense
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ASESINATO EN EL EXPRESO DE MEDIANOCHE (3)
Candell con gesto contrariado y visiblemente alterada respondió con sequedad:
—No adónde quiere llegar usted, señor detective, y no sé qué se propone con este interrogatorio. Yo vivo sola; de Kurt no sé nada personal. Es el mayordomo del senador desde que llegué y prácticamente no coincidimos ni interferimos en nuestros respectivos trabajos. Y ahora, por favor, abandoné este compartimento.
Sanders no dijo nada, abrió la manija de la puerta y descendió del vagón-cama que ocupaba Jane Candell y se dirigió a su propio y pequeño compartimento en el tren.
Subió la pantalla de su portátil y abrió el buscador. Desde la ventanilla del tren vio llegar la ambulancia.
Los sanitarios bajaron el cuerpo del senador Maxwell. Sanders se rascó la coronilla y llamó por teléfono la jefatura de policía. Clive Patterson respondió a los pocos minutos. Le pidió que autorizara que los demás y pasajeros no relacionados directamente con Maxwell y su entorno, pudieran abandonar el ferrocarril. «Está bien, Jack. ¿Sabes quién lleva el caso en la Central? Joe Alvarado. Me ha dicho que te comunique que deja el caso en tus manos; que seas discreto en la investigación; que le informes a diario y que tienes dos días, antes de que los gozques de arriba metan sus hocicos en el asunto, mientras, él los sujetará por la correa». Sanders emitió una sonora carcajada y colgó tras despedirse. «Buena suerte, compadre», oyó decir a Patterson.
Karen Maxwell, Karen Wilson de soltera, había sido una famosa modelo de una prestigiosa marca de modas de París. El senador contrajo matrimonio con ella diez años atrás, tras —decía una publicación rosa— una recepción en la embajada norteamericana en la capital del Sena. La noticia se difundió escasamente. La cosa era inexplicable, porque Wilson había sido retratada varias veces con dos o tres miembros del Parlamento británico en situaciones algo embarazosas. Una revista inglesa hizo públicas varias fotografías íntimas, cuidadosamente recortadas en algunos encuadres, y se explayó contando otras supuestas aventuras de la modelo. Incluso había un enlace a una noticia de quince años atrás. Wilson fue investigada por el caso del suicidio de su marido, Fred Lbert, conocido financiero de Wall Street. El caso se cerró y el juez federal consideró probado el suicidio.
Sanders se mordió el labio inferior y continúo tecleando.
Jonathan Curtiz , el socio de Maxwell ocupaba doscientas páginas en el buscador. Estaba casado y tenía cuatro hijos. De familia originaria de Hungría que había hecho millones de dolares en el negocio inmobiliario, empezó su exitosa carrera en el mundo del acero; de ahí pasó a controlar entidades bancarias e inversiones en bolsa, construcciones en Emiratos árabes, etcétera, etcétera. Fue tras la destrucción de Irak, cuando Curtiz estableció sus vínculos crematísticos con Maxwell, cuya influencia para las inversiones en el caótico régimen postbaasista le resultaban imprescindibles. Así comenzó su pingüe sociedad entre ambos honbres. La situación financiera de Curtiz era envidiable y completamente saneada. Aunque la muerte de su socio le resultaría naturalmente muy ventajosa.
Todo ello llevo al detective a descartar provisionalmente al multimillonario como posible asesino del senador Maxwell. ¿Sin embargo, había un interrogante que Sanders tenía que despejar: ¿cuál era el asunto tan importante que forzó el viaje de Curtiz? Éste era, ciertamente, un hombre de negocios que actuaba sin piedad contra sus rivales y cuya ambición, como cualquier hombre de negocios exitoso, carecía de fronteras físicas o morales. En favor de su inocencia figuraba la condición de su edad, similar a la de Maxwell, ajena a toda aventura con objeto de aumentar su inmensa fortuna. Por otro lado, se dijo Sanders, no tenía más acceso al vagón separado del senador que cuando ambos mantenían reuniones... Definitivamente, se inclinó, Curtiz no asesinaría por dinero... ¿Había algo más que desconocía?
Decidió dejarlo en suspenso y continuó sus indagaciones.
De Jane Candell no había nada... nada de nada en las redes sociales; una absoluta invisible. El detective estaba absolutamente perplejo. Rastreó durante tres cuartos de hora más y el resultado fue el mismo.
Finalmente, buceó en busca de Kurt Donnegal. Su sorpresa llegó al encontrar al mayordomo..., pero con otro nombre: Burt Donnegal. Su familia era de nacionalidad irlandesa. Donnegal tenía en las redes un abundante álbum de fotos, desde su graduación hasta la actualidad, donde aparecía acompañando a Maxwell en diversos actos y recepciones. Había formado parte del equipo estatal de natación. Pasó dos años en el Ejército y luego fue contratado por Maxwell. Fue a partir de entonces cuando aparece como Kurt Donnegal.
Eso parecía todo. Permaneció largo rato escrutando las fotografías del circulo del senador. Karen Maxwell era una mujer muy atractiva y más joven que su marido. Su pasado revelaba una fortaleza de carácter y una indiscutible sensualidad; sus relaciones anteriores mostraban su coraje y su vida una total falta de convencionalismos. Se le escapaba algún hilo de la madeja.
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