Se estaciona frente al apartamento y apaga el auto. Me da una amplia sonrisa, una maliciosa, como un niño que espera a que su víctima caiga en su travesura. Aunque de niño no tenga nada, en un hombre de 30, alto, robusto y una barba perfecta.
Me condeno a mí misma al darle un beso en la mejilla, al sentir su perfume se me hace la boca agua y respiro bruscamente para poder retener la mayor cantidad de olor posible.
—¿Está rico? —Dice con una voz muy grave, llena de morbo.
Jadeo y asiento despacio, temerosa, como si caminara por un puente de vidrio.
Toma mi cara con mucha suavidad y me besa muy despacio, acariciando su lengua con la mía, dejándome con sabor a whiskey, menta y calentura. Estoy tan tensa que me duelen los muslos de lo apretados que los tengo. Siento como unas gotas salen de mí cuando desliza sus dedos por la parte baja de mi cabeza, erizándome desde el cráneo hasta la punta de los pies; tira suavemente y da pequeños besos por mi mandíbula hasta apresar el lóbulo de mi oreja.
Agradezco a mi yo de hace unas horas por ponerme este vestido cuando siento que mete sus manos tibias entre mis piernas, con el dedo corazón estira el borde de mi ropa interior para hacerla a un lado.
—¿Puedo? —Pide en un gemido y con ansias asiento, no puedo ni hablar, el deseo me tiene adormecida.
Con sus dos dedos del centro empieza a dar caricias circulares en el punto exacto. Tomo su boca con ansias y desesperación, aguantado no gemir duro para que ningún vecino salga.
Me da palmaditas y se hunde en mí y por más que traté de contenerlo se me sale un grito. Lo volteo a ver, en medio de la oscuridad y puedo sentir su mirada encendida.
Saco su mano de mi entrepierna y chupo los dedos empapados, dejando casi toda mi humedad en mis labios para luego besarlo y pruebe mis jugos, él los saborea con ansias.
—Vamos arriba. —le ordeno y ahora el que calla y asiente es él.
Salimos del auto y nos adentramos en el edificio tomados de la mano, él se tapa la entrepierna con el saco y se le dificulta caminar.
Al ser tan tarde no hay nadie en el lobby y el ascensor este vacío, en cuanto se cierran las puertas me tiro a su boca y lo beso con fuerza mientras lo acaricio por encima del pantalón y jadea.
En cuanto se abren las puertas me alza, obligándome a rodearle la cadera con mis piernas y va directo al sofá, siento como me escurre la humedad entre las piernas, las ansias me sofocan y me hacen sudar, lo necesito.
Se va por detrás del sofá y me sienta en el respaldar de cuero, en un segundo me saca el vestido por los brazos y ataca mis tetas, saboreándolas, respirando con fuerza justo en medio.
Me siento acalorada y desesperada, le abro la camisa negra de botones y le empiezo a desabrochar el cinturón con manos torpes, él nota mi temblor por lo que se baja el pantalón de un tirón, liberando su erección como un resorte.
Escupo en mi mano y acaricio muy suave la punta y lo veo directo a los ojos, se le ponen en blanco, suspira de forma pesada y tira la cabeza hacia atrás para dejarse llevar por el placer que le doy.
Me siento poderosa.
Le rodeo la cintura para acercarlo a mi interior, aparta mi ropa interior y pasa mis piernas por encima de sus antebrazos y se aferra a mis nalgas con fuerza para darme equilibrio. Cuando estoy muy abierta se pone en mi entrada.
—No dejes de mirarme —ordena justo cuando se hunde en mí, tortuosamente despacio y hasta el fondo.
Lo recibo con placer y dejo que este fluya por mi vientre y me domine.
Gradualmente sube la intensidad hasta que se escucha su piel chocar con la mía y mis intensos gemidos se mezclan con chillidos y suplicas para que no pare.
Mi mente se nubla y siento como el placer se acumula entre mis piernas, y crece hasta acercarme a la explosión. Gruñe cuando le entierro las uñas detrás del cuello y me coge con más y más fuerza.
Clava sus dientes en mi cuello con fuerza y siento como termina en mi interior y me vengo tan duro que un grito sale de mi desgarrando mi garganta y una fuerte corriente sale disparada de mi vientre hacia mis extremidades, electrocutándome de placer hasta elevarme al cielo.
Cuando regreso al plano de los mortales sonrío al verlo sonrojado, sudado y con una mirada satisfecha y dulce.
—Feliz aniversario, amor mío.
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