Doris, la nana de la casa (FINAL)
Por Gonzalo41
Enviado el 28/08/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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A partir de esa, primera vez, el sexo siempre estaba, en cada momento que se podía, si era arriesgado mejor, sólos en casa o con mi mujer, mis hijos pequeños o la familia completa, el peligro, la adrenalina, el morbo se elevaba a su máxima expresión y la excitación parecía no tener límites. En un comienzo, algunas noches, en realidad casi todas, apenas mi mujer se retiraba al dormitorio a cumplir su rutina diaria, de ver TV un rato, la teleserie o el programa de moda, tomaba sus pastillas de varios colores, somniferos incluído, Doris también se despedía y también decía retirarse, buenas noches a todos, sin embargo, sabíamos que más temprano que tarde, el sueño de mi mujer, ayudado de sus pastillas la noqueaban, no despertaría quizás, en al menos 3 o 4 de horitas más, me encargaba de verificar el hecho de que morfeo había tomado control de mi esposa y el envío de un discreto mensaje, sólo un dedito para arriba que borraba de inmediato, era aviso suficiente del camino despejado, para bajar de su habitación y volver a la cocina o a la logia, en otras oportunidades, la obligación del planchado era el motivo de no retirarse a descansar, cuando planchaba, siempre juntaba toda la ropa posible y lo hacía saber notoriamente, otras veces, derechamente nos quedabamos viendo televisión, el día del programa de moda, igualmente sin excepción me encargaba de verificar que mi señora había caído en brazos de morfeo, para poder comenzar con nuestras travesuras y juegos sexuales, dando rienda suelta al ritual de sexo, casi a diario. Lo primero que hice fue establecer ciertas reglas y acordar algunas medidas de seguridad, por si acaso, Doris estuvo de acuerdo, todo sea para poder disfrutarnos el uno del otro, jamás se negó al placer, fue juguetona, morbosa, a veces descarada, pero siempre expresó que le daba mucho miedo que nos descubrieran en algo raro o derechamente ensartada en alguno de sus orificios, sin posibilidad alguna, de poder dar una explicación creíble de las circunstancias descubiertas, era del todo lógico, sin embargo ese temor, atizaba el fuego del deseo carnal. En un comienzo nos acostumbramos a disfrutar de un exquisito atraque, caricias y manoseos varios, eventualmente algo de sexo oral, casi siempre Doris se preparaba, se aseaba o tomaba una ducha, sin mojar su cabello, nada de perfume, cremas o maquillaje, cambio de calzón y sostén o la ausencia de ellos , su blusa o polera del día habían quedado en su dormitorio, buzo, short o pijama holgado de fácil acceso la cubrían de la cintura para abajo, polera amplia o nada y siempre su delantal de uniforme, que sólo un par de botones resguardaban y protegían su hermoso contenido, por mi parte, había refrescado mis genitales, usando generalmente un short o buzo de pijama, alguna vieja y desteñida polera. Cuando estabamos en la cocina, Doris tomaba asiento en nuestra mesa de estudios, viendo el PC o la TV, yo a su lado o de pie detrás de ella, como siempre impaciente, comenzaba a tocarme la entrepierna, para masajear y acariciar con todas sus ganas mi verga ganosa, por mi parte, mis manos se perdían en sus cabellos, a la vez que masajeaba sus sienes, párpados y pómulos, lamía sus oídos, cuello y nuca, su calentura y la mía no demoraba en ser evidente, el delantal ya estaba desabotonado dejando entrever unos pezoncitos paraditos, al natural o bajo la delgada tela de algodón de su polera o sostén, mi pene ya erecto era notorio y se apoyaba en su nuca, presionando su espalda, reaccionando a nuestra excitación, mis dedos inquietos jugaban con esas perillitas cada vez más erguidas y punzantes y sin darme cuenta sus pechos ocupaban mis dos manos, siendo amasados y disfrutados como siempre lo hice, su respuesta no se dejaba esperar, invadiendo mi pantalón y con fuerza una de sus manos apretaba mis huevos, a la vez que me la jalaba con la otra, cuando sentía venirme paraba las acciones, a veces me sentaba a su lado o seguía de pie detrás de ella, dependiendo de nuestra ubicación o simplemente daba un paso atrás tomando el control, bajando la intensidad del contacto mutuo.
Si me ubicaba parado a su espalda, presionaba frotando mi pene en ella, mientras jugaba, gozando y acariciando su pecho por un buen rato, hasta que mi niña pedía lo suyo, girando hacia mi, bajando mi pantalón para regalarme una mamada con tutti, dirigía su mirada directamente a mis ojos, sacaba su lenguita lamiendo, besando y ensalivando con esmero desde la puntita del glande hasta la base del miembro repetidamente, en esos momentos me entregaba totalmente a su accionar, sabía que acabaría de manera exquisita y mi princesa no desaprovecharía ni una gota de mi leche, luego era mi turno de devolver el favor concedido con mi mejor oral o masturbándola con mis dedos, a pesar de los límites acordados la calentura pudo más y al cabo de unos meses terminabamos follando en la logia, en el auto o el jardín de la casa, la dinámica había cambiado, si tenía la suerte de quedar sólo en casa, el sexo era seguro, pero Doris esperaba más y yo debía proponer la solución, un cambio, lo evidente y lógico, era ir a otro lugar, fuera de mi casa, invitarla a conocer un telo, era el paso lógico, cuando se lo propuse sus ojos se iluminaron..
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