Guardiana de Sombras II
Por EcosDeTintaYBruma
Enviado el 31/08/2025, clasificado en Fantasía
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Guardiana de Sombras II
Los muertos hablan. Los muertos saben de cosas que ni imaginas cuando caminas como vivo sobre la Tierra. Ellos susurran cuando Brigitte, Guardiana de Sombras, pasa entre sus moradas frías. Van llegando almas y almas, que lloran, y a los viejos espectros les cuentan, y reniegan y maldicen. El exceso de almas confunde a la mujer, que no se apercibe de que esos susurros hablaban de ella hasta que es la hora del crepúsculo y se dirige al acantilado.
Neptuno la está esperando a caballo de dos olas gigantes, y queda a pocos metros por debajo de ella. Nunca se habían visto tan de cerca. Ella observa de él su ondulado pelo albo y largo y unos ojos intensos bajo una frente despejada. Recorre su cuerpo con la mirada, lo admira y siente crecer su deseo. La respiración huye de él al percibir lo que ella siente. Necesita estar más cerca de su diosa. Casi puede sentir el aroma de su piel, aroma a tierra húmeda y lirios negros, casi siente en sus dedos el tacto de la seda de su oscuro cabello, casi puede besar sus labios rojos…
Las olas decrecen su intensidad, la distancia se expande y Neptuno maldice su descontrol cuando desciende hasta un mar llano y apaciguado. Brigitte enciende su fuego entre las piedras, aguarda hasta la oscuridad y regresa a su mundo de muerte. Él no sabe que solo su presencia en su pequeño y lúgubre reino impide liberarse a aquellas almas condenadas, sedientas de vida, para esparcir el caos por el mundo.
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Llegó la estación del frío. Neptuno convocó al Señor del Invierno. Detestaba deberle un favor a Krampus, mas era imprescindible su participación en el plan que había trazado.
La playa amaneció cubierta de niebla hasta donde las olas morían en la arena. Él, impaciente, paseaba arriba y abajo por la orilla con el agua hasta la cintura. Primero apareció una enorme cornamenta retorcida en extrañas formas, después, un rostro sereno flanqueado por orejas puntiagudas. Finalmente se expuso fuera de la blanquecina capa su bella y corpulenta figura que se hundía unos cuantos centímetros en la arena seca. Los impresionantes seres se observaron desafiantes unos segundos hasta que el Señor del Invierno inclinó la cabeza de forma casi imperceptible.
Nadie supo de qué hablaron. Desde los grises cormoranes hasta los peces más pequeños habían sido expulsados del entorno cercano. Antes de disolverse la niebla Neptuno y Krampus ya habían desaparecido.
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