Es conocido que el verano es la mejor época del año (salvo, tal vez, los días navideños, en que estamos recogidos en el hogar con el agradable calor de la calefacción y rehusamos salir al inhospitalario frío invernal) para la evasión de la lectura y un buen libro a nuestra disposición.
Entre las lecturas de entretenimiento de este agosto cayó accidentalmente en mis manos una novela de Anne Tyler, "Reunión en el restaurante Nostalgia". Desde luego, que está escritora no es simplemente una creadora de best sellers para masas hambrientas de nombres que recordar, cuando se habla en tertulias de amigos o entre compañeras de trabajo. Este libro es una obra que hace reflexionar, quizá no con tanta profundidad como aquella obra maestra llamada "El turista accidental" —de la cual Lawrence Kashdam hizo una adaptación tal fiel y maravillosa para el cine—, pero que obliga a parar la lectura y entrar en discusión con la autora y... con nosotras mismas.
En el capítulo 1 —"Algo que debéis saber"—, Pearl Tull, que ha estado a punto de perder a su único hijo, Cody, plantea a su esposo, Beck: «Quiero más hijos (...) Quiero uno de repuesto». Tyler sigue el hilo de los pensamientos de Pearl: «Si Cody moría, ¿qué le quedaría a ella?" (...) le había parecido buena idea: hijos de recambio, como los neumáticos o esas medias de hilo que regalaban con cada par.»
Es de imaginar que está declaración tan franca puede dejar a muchos y muchas lectoras un mal sabor de boca y un rictus de malestar: ¡Cómo se van a tener hijos para eso! ¡Ese personajes es sencillamente un ser odioso y egoísta! ¡Los hijos se tienen por amor, no por utilitarismo!
Sin embargo, ¿nunca hemos oído alguna vez en nuestra vida algo muy similar, aunque de forma más velada y cubierta por una capa más filistea que la ingenua y directa Pearl. ¿No hemos oído, por ejemplo, cuando alguien ha preguntado a quienes no tienen descendencia: “¿Y quién os va a cuidar cuando seáis mayores?". En ocasiones —según que cosas que se piensan no se dicen por ser hipócritamente mal vistas— ese tipo de pensamientos aparecen en la mente de muchas personas, y no es un hilo de pensamiento repribable, condenable o monstruoso. Vivimos en una sociedad de inseguridad en el mañana. Somos seres frágiles y débiles que sufrimos la enfermedad, el desarraigo, el desamparo, la soledad... Y, claro que somos egoístas. Idealizar los hechos y los comportamientos no es propio sino de filisteos o gentes que quieren engañarse y engañar a los demás con un manto de beatitud y santurronería pasados de moda. ¿Es monstruoso tener miedo y buscar una trinchera de supervivencia, mientras la sociedad a nuestro alrededor se muestra como un campo de batalla inhumano, en una selva de "lucha de todos contra todos", de "supervivencia de los más aptos", de codiciosa búsqueda de las riquezas materiales...
Como estos días y sus rigores calóricos, a los que suman preocupaciones de primer orden, como son la oleada de sospechosos incendios por toda la península, no es el propósito de estas líneas ni calentar la cabeza con cuestiones psicológicamente profundas ni añadir un nuevo "complejo de culpa" a los muchos que la educación ansiosa de nuestra cultura ya hace llevar sobre las espaldas de la población. Sin embargo, las lecturas veraniegas, cuando son de calidad, hacen surgir preguntas:
¿Todos los seres humanos estamos capacitados para traer nuevos seres humanos al conflictivo mundo de nuestros días? ¿Cuáles son las razones de fondo para querer descendencia, más allá de las respuestas de color rosado de un mundo dysneiano o las que nos han inculcado las voces tradicionales que se pronuncian por "es de sentido común"? ¿Estamos preparados para educar el autentica libertad, con verdadero amor, sin transmitir las neurosis y miedos, con que nos han educado a nosotros, a una nueva generación de inocentes seres que van a tener que someterse a el mundo cultural autoritario que es el.modelo social contemporáneo?
El propósito de estos párrafos es, sencillamente, hacer de una lectura de verano una reflexión que nos haga ampliar la visión relajada de las verdades de toda la vida, que nos sirven para seguir plácidamente tras unas huellas, generación tras generación.
A la pregunta de si todos estamos capacitados para traer nuevos seres respondería que no, no todos o no todos en depende qué momento vital.
Para traer un hijo al mundo tienes que tener una estabilidad emocional y una madurez mental.
¿Las razones...? Pienso que la principal es un instinto, el instinto de reproducción, de trascender, de continuar el ciclo de la vida. Otra razón pueda ser el egoísmo de no estar solo o la presión social; pero pienso que son menos poderosas que la primera .
Y a la última pregunta, la respuesta es no. No podemos educar en auténtica libertad porque tenemos una sociedad detrás que nos presiona, porque somos seres humanos con miedos, inseguridades, que forman parte de lo que somos, pero podemos educar ayudando a pensar, a elegir lo mejor en cada momento y a ser fiel siempre a uno mismo. Así no se consigue la plena libertad pero se vive mejor.
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