AMANDINE. APUNTE DEL NATURAL (parte dos)
Por Eunoia
Enviado el 05/09/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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AMANDINE
APUNTE DEL NATURAL
(EL RESTO TE LO INVENTARÁS)
(Parte dos)
Presa del furor sexual, abandoné cualquier consideración anterior. Me la agarré sin más dilación y comencé a acariciármela. El glande estaba cubierto del líquido viscoso que yo conocía tan bien. Los ojos de Amandine estaban fijos, expectantes. Yo miraba directamente sus tetazas, sin disimulo, con ojos voraces. Deseaba agarrar y apretar aquellas esferas inmensas acariciarlas, magrearlas, besarlas, poner mis labios en ellas y apresar sus pezones como bolas para mamarlas con deleite.
Amandine se acercó más y se puso tan cerca que podía aspirar el olor de su piel, de sus cabellos. Quiero tocarla, dijo con ojos brillantes, tú también quieres... ¿verdad? ¿Lo estás deseando, a qué sí Antonie? Sin resistencia y muerto de ganas dejé caer mi mano al costado. La mano de ella ocupó el lugar de la mía. Apretó la polla. Al sentir la capa de flujo, abrió y extendió los dedos. Unas hebras traslucidas cubrían las yemas de sus dedos color cacao, los volteó y contempló un par de segundos la viscosidad brillante, los llevó a su nariz y luego, sin dejar de mirarme, a los labios que se abrieron como una flor. Paladeó el fluido, sonrió con un guiño y volvió a agarrar la verga. Comenzó a juguetear con el capullo, lo circundó muy lentamente mientras brotaba el licor caliente por la boquita del glande. Se impregnó los dedos completamente en él y recorrió el mango entero, pajeándolo.
Estaba agachada frente a mí. Sus tetas se movían como en un baile mientras subía y bajaba la piel de la polla. Con la otra mano jugueteó con mis pelotas tiesas y duras. Yo no podía de dejar de mirar como hipnotizado todos sus movimientos sobre mi sexo. Entonces, se llevó la mano a la boca y escupió sobre la palma. Me cubrió la tranca con su saliva caliente, burbujeante, espesa, y me friccionó la tranca una, dos, tres, cuatro veces...; ya no sé cuántas, porque cerré los ojos, jadeando intensamente. De repente..., cesó.
No, dijo. Espera. Tú quieres otra cosa. Lo que desea está pilla es algo que le encanta... ¿a qué sí? Y tirando de ella condujo mi cipote a su carnosa boca abierta. Introdujo toda la cabeza de mi capullo dentro y, después de recorrerlo con la suave lengua, se tragó toda la polla hasta que su nariz se pegó al vello de mi vientre.
Yo gemí inconteniblemente y me apoyé en sus hombros desnudos. Una delgada capa de transpiración resbaladiza los cubría. Amandine succionaba y lamía, dando pequeños giros y movimientos a su cabeza con la polla dentro. Notaba la lengua pasando una y otra vez por el glande y todo el cilindro sensitivo. Noté un pequeño comienzo de espasmo. Ella lo debió de sentir también. Se sacó el vergajo chorreante de babita. Lo tenía apretado entre sus dedos, con el índice taponando el agujero del capullo.
¿Quieres correrte en mi boca? Mis ojos respondieron por mí. Ella sonrió con picardía, se limpió la saliva que mojaba su barbilla y se la introdujo en la boca nuevamente. Yo estaba al borde del clímax. Ella comenzó la masturbación oral con movimientos rápidos de su lengua y una mamada succionadora. Emití un ronco bramido y me desbordé dentro de aquella caverna caliente y mojada, tierna y acogedora, que me proporcionaba una serie de sacudidas de placer entre potentes borbotones de leche que se repartían por todos los rincones de la boca de Amandine.
Aquello se prolongó unos segundos que me parecieron eternos. Amandine extraía cada gota de mi néctar masculino y yo veía como lo tragaba. El paraíso debía sin duda formar parte de aquellos labios, aquella lengua, aquel paladar cóncavo, aquellos carrillos que se adherían a mí tranca y sorbían sonoramente mi esperma. Poco a poco me fui relajado. Amandine sacó la polla de su boca. Unas gotas blanquecinas mojaban sus labios y se deslizaron por la barbilla hasta caer sobre sus pezones. Los acaricié. Estaban tan duros y tiesos como imaginaba; los apreté entre mis dedos mientras ella observaba mi manoseo sin parpadear.
Cielo, me dijo levantándose, vamos a la segunda parte. Me tomó de la mano y salimos del aseo. Al llegar al salón ella me indicó una de las sillas de la mesa, mientras ella se acercó a un mueble del que extrajo un tubo, que depositó en el sofá.
Ahora voy a ser tu modelo en movimiento, querido. Verás que los dos vamos a disfrutarlo.
Se acercó a mí y me dijo desnúdame. Yo metí la mano por la pernera corta y ancha del short de color caqui. Mis dedos penetraron fácilmente. Para mi sorpresa, no llevaba ninguna prenda debajo. Alcancé su ingle y la acaricié. Seguí penetrando y encontré su raja... caliente y con los labios chorreando flujo. Amandine gimió. Estaba de pie frente a mí. La agarré por la cintura y estiré la goma de su short. Se lo bajé y cayó hasta sus tobillos. Amandine tenía el monte de Venus lampiño, iba absolutamente depilada. La luz rebotaba en su piel azabache. Tenía unos labios vaginales gruesos y brillaban con una línea de fluido.
Bésamelo, pidió. Yo estaba deseando y abriendo mis labios cogí entre ellos los suyos. Saboreé su néctar femenino. Inmediatamente hurgué con mi lengua la raja, el clítoris y la hundí en el agujero rosado hacia su vagina. Cómeme el botoncito, Antonie, dijo con la voz agitada por los jadeos.
El coño de Amandine estaba jugoso y untuoso. Me impregné de su licor femenino y le abrí los labios como si fueran los pétalos de una flor de sabor intenso. Introduje mi índice en el túnel mojado y mientras lo iba hundiendo y sacando de la carne suave y deslizante. Su clítoris era grande, redondo y estaba erecto, duro... Lamí y chupé su superficie antes de meterlo todo entre mis labios y comenzar a succionar la carne tersa, a la vez que follaba con mi dedo el chocho de Amandine.
De forma subita se puso tensa, se estremeció y entre gemidos emitió un chillido largo. Sus muslos de endurecieron y comenzó un orgasmo prolongado a la vez que yo apresaba su clítoris y mi dedo entraba y salía enfebrecido en su vagina. Su flujo me llenó el dedo hasta el nudillo.
Poco a poco sus espasmos cedieron. Extraje mi dedo y froté con él su botoncito tieso y violáceo. ¡Ufffff!, exhaló! La miré. Estaba tan sudorosa como yo. Por su frente discurrían algunas gruesas gotas que se perdían en sus dientes. Se fue hacia el sofá y se tumbó toda a lo largo en el sofá frente a mí. Yo seguí desnudo, con la pinga de nuevo erecta y saliendo otra vez algo de flujo transparente. Me había excitado mucho el cunnilingus y su orgasmo. Amandine abrió las piernas y se untó las dos manos con el lubricante que había en el tubo. Se acarició la vulva e introdujo un dedo repleto de la crema en su vagina. Comenzó ba dar vueltas en su agujero mientras dejaba escapar algunos gemidos suaves. Yo observaba y se me había puesto tiesa y dura.
(Continuará)
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