UNA TAZA DE TÉ Y MUERTE PARA CLARA

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Era una tarde cálida de septiembre en los últimos coletazos del verano, cuando Clara de la Vega, dama de sociedad y coleccionista de relojes antiguos, organizó una merienda en su piso señorial frente al Parque del Retiro. Entre los invitados: un coronel, Sebastián Llorente, una joven francesa, Élodie Moreau, su abogado, Arturo Belmonte, y una escritora de novelas policiacas, Teresa Salgado. 

A las 17:00, puntualidad británica, Clara se sirvió el té. A las 17:10 Élodie se excusó para ir al baño. A las 17:20 Arturo recibió una llamada urgente y salió al balcón. A las 17:30 Clara se desplomó sobre el divan, muerta. 

No había signos de violencia. Solo una taza de té medio vacía y un reloj de bolsillo sobre la mesa marcando las 17:25, aunque el resto de relojes marcaban las 17:30.

Más tarde el inspector Valverde hombre de método y lector empedernido de Agatha Christie, llegó al señorial, observando los detalles con calma. El reloj detenido a las 17:25, la taza medio vacía, el balcón, el baño..., fotografiando en su mente cada detalle. 

Preguntó quien había hecho el té, a lo que Teresa, la escritora de novela policiaca, respondió que fue ella, por insistencia de la propia Clara, nadie más quería que lo hiciera. También preguntó por el reloj, a lo que esta vez respondió el coronel diciendo que era el favorito de Clara y que ella misma lo revisaba. 

Valverde abrió el relój, dentro encontró un pequeño papel en el que habían escrito "Le poison est dans le silence". El veneno está en el silencio. 

Élodie, según los testigos, había regresado justo despues que Clara cayera en el diván. Nadie la vio tocar el té, ni el reloj, nadie excepto Arturo, el abogado de Clara, que en su llamada había mencionado algo curioso, según dijo el coronel, "la francesa ha vuelto a hacerlo". ¿Hacer qué?, ¿de qué conocía Arturo a Élodie?. Demasiadas preguntas sin respuesta. 

El inspector olió el reloj y sonrió. El veneno estaba en él, un olor a almendras amargas lo delataba. Clara lo había tocado antes de morir. Élodie lo había envenenado con una sustancia que reaccionaba al calor corporal. 

¿Por qué había envenenado Élodie a Clara de la Vega?, por venganza. Clara había arruinado la carrera de su madre, una joven relojera de París, acusandola de falsificar piezas. 

Así lo confesó, no la perdonaba. le tenía rabia y envidia por la vida que llevaba Clara, una vida que debió de ser la suya en París. El reloj volvió a marcar la hora, tic tac. Y Teresa fascinada por todo lo sucedido, ya tenía material para su novela. 


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