Demasiado vodka

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Me llamo María y mis aficiones son la gimnasia, el vodka y el sexo. El asunto con el vodka es que me pone voraz y perdidamente libidinosa hasta el punto de que no puedo controlarme.

Precisamente, la noche de la que os quiero hablar había bebido demasiado vodka, lo que puso en marcha una reacción en cadena que terminó conmigo en el baño de la disco con una picha hinchada en cada mano y otra encajada entre los dientes.

El que tenía en la boca era un pene delgado y rosadito y no muy largo, así que bastante manejable. Al poco dejé de mamarlo y comencé a lamer el pene de la derecha, mucho más gordo. Bueno, más que sólo gordo, era un rabo grande, fuerte, robusto, brillante y titilante. Casi no me cabía en la boca, aunque me esforzaba al máximo en darle acogimiento.

Enseguida, para descansar del esfuerzo, decidí cambiar a la picha de la izquierda, corta y también gruesa, pero más tímida. De hecho, apenas se había puesto morcillona mientras las otras dos mingas ya tenían un grado de dureza respetable. «No por mucho tiempo», me propuse, y le ofrecí la hospitalidad del interior de mis labios a esa verga fláccida con el objetivo claro de dejarla igual de erecta.

Entre medias, Mr. Tranca Delgada y Rosadita se deslizó entre mis piernas, me subió la falda de colegiala que llevaba puesta —que es una prenda que me encanta vestir— y me despojó de mis braguitas de Hello Kitty. Y sin solución de continuidad me lamió el coño como si fuera un helado. Su lengua retozó entre mis labios vaginales con tanta euforia que el muchacho ganó muchos enteros ante mis ojos de puta.

Soy una chica alta y llena de curvas voluptuosas, morenísima de pelo, pero con la piel blanca como la porcelana. Los hombres alaban de mí mi mirada juguetona y que tengo un apetito sexual enorme y mucha energía erótica. El caso es que me gusta aprovechar todos mis agujeros cuando jodo porque, para mí, lo bonito está en la variedad. Mamadas, enculadas, dobles penetraciones... Cuantas más pollas tengo dentro de mí, más feliz soy. La mejor follada es la multifollada por todas las aberturas, siempre lo digo.

Aclarados esos pormenores, sigo con mi historia de sexo borracho y desaforado.

Al cabo de un rato, el comedor de helados empezó a penetrarme. Puse las piernas sobre sus hombros de manera que, mientras él me jodía el coño, su amigo pudo acercarse por detrás de él y encularme. ¡Qué doble placer divino para mí! ¡Pura maravilla!

La tercera polla, la más tremenda, me follaba la boca a todo lo que daba. Un par de veces se echó hacia adelante para meterme también las pelotas en lo morros. Por supuesto, saboreé encantada de la vida su par de testículos bien rasurados. El tipo llevaba además el pubis afeitado y decorado con una gran mariposa tatuada. Muy bello, sí señor.

Me considero a sí misma la mejor haciendo mamadas. La clave creo que está en que me fijo en los pequeños detalles. No puedes simplemente meterte la polla en la boca y no hacer nada más que lamerla un par de veces… y ya. ¡No! Tienes que dedicar tu boca por entero al rabo. Tienes que hacer piruetas a su alrededor y todas las virguerías posibles con tus labios, tu lengua y tu garganta. 

Tengo una dilatación tanto vaginal y anal pasmosa, no me importa reconocerlo. Y la bucal no les va a la zaga. Los tres sementales estaban siendo testigos de excepción y se notaba a las claras que se lo estaban pasando súper bien. Y yo lo mismo.

Acto seguido, cambiamos de postura. Monté a los muchachotes que me estaban regalando la doble penetración y empecé a subir y bajar mis caderas, contrayendo y relajando los músculos del coño y del ano. No llevaba ni dos minutos haciéndolo cuando sentí las piernas gomosas. Era la pequeña muerte del orgasmo que me estaba golpeando. Me dejé llevar y durante unos segundos mi conciencia viajó al paraíso celestial.

Cuando volví en mí, el momento no pudo ser más adecuado. Fui consciente de que los tres machos se las daban y perjuraban para aguantarse los envistes del esperma que sus huevos estaban enviando a sus pollas. Les di permiso para dejarse vencer por sus clímax eróticos, con la buena suerte de que los tres llegaron a una especie de sincronización espontánea de corridas.

Soy una golosa de la nata masculina. ¡Me pirro por la crema! A la hora de correrse el chico, en mi cara es probablemente el mejor sitio. Me gusta sentir esa humedad caliente y viscosa en mi cutis. O en en la boca y tragarlo también es una buena opción, limpio y eficiente. Realmente me vale en cualquier parte menos en mis ojos. Conocí a una chica que sí que le gustaba recibir la corrida en los ojos. Se sujetaba bien los párpados con los dedos y le pedía al chico que eyaculara en los globos oculares. Le daba placer la sensación de irritación del semen, me contó. Era un poco masoquista esa chica. También me confesó que una vez había esnifado lefa. ¡WTF¡ Yo no soy tan extrema, pero en cualquier zona normal de mi cuerpo donde el chico decida correrse, puede elegir sin preguntarme.

Mr. Polla Gorda decidió echármelo en el coño y dejarme el pubis cubierto de nata como si fuera una fresa.

¡Estupendo!

Polla Delgada y Rosadita, en cambio, eligió agasajarme con un collar de perlas y me regó el cuello, el pecho y los senos con una generosa lefada.

¡Fantástico!

Por último, Anaconda Man me soltó en la boca su ración de dieta líquida y terminé la aventurilla tragando más o menos la mitad de la lefa a plena satisfacción y dejando que el resto me chorreara por la barbilla.

¡Adorable!

Un poco de espectáculo lácteo siempre viene bien.

Le di unas chupadas más al tremendo pollón, como para felicitarlo por su buen servicio. Luego las otras dos pollas, quizá celosas, peregrinaron de vuelta a mi boca para que les diera también unos lametazos de despedida. Lo hice muy gustosa, incluso con la polla recién salida de mi culo. Hay chicas a las que hacer un «del culo a la boca» las horroriza, pero no es mi caso. ¿Por qué no? Si una chica no puede confiar en su propio culo ¿en qué puede hacerlo entonces? En nada, y esa no me parece una aptitud aconsejable ni para el folleteo en particular ni para la vida en general.

Resumiendo: terminé el primer asalto de mi noche de juerga entre espasmos de orgasmos acompañados de sacudidas de leche. ¿Se puede desear algo mejor? Yo creo que no, sobre todo si llevo unos cuantos chupitos de vodka en el cuerpo.

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¡Gracias por leerme y por los comentarios! Si te apetece disfrutar de este y otros muchos relatos inéditos en formato ebook, los encontrarás recopilados en mi libro Cuentos para orgasmar. Disponible en Amazon y Kindle Unlimited.


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