La obsesión de Alondra
Por EcosDeTintaYBruma
Enviado el 10/09/2025, clasificado en Fantasía
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La obsesión de Alondra
Era su piel. Sí, Alondra estaba segura de que era lo que ejercía tal magnetismo sobre ella. Podía reconocerlo entre mil solo por su piel. Su color, su textura, su aroma... Aquella piel la mantenía encadenada de pensamiento. No podía controlar la necesidad de sentirla cerca. Era su casa, su refugio, el centro de sus deseos. Obsesión, y a la vez, perdición.
La joven se internó rápidamente en el bosque, el suelo era una mullida alfombra de hojas secas, las copas de los árboles oscurecían aún más el crepúsculo, y el frío del otoño que se acercaba se dejaba sentir en las manos y en la cara.
La esfera de la luna apareció baja en un cielo todavía claro. Le trajo recuerdos. Era en su forma humana cuando le había sentido en cada roce, en cada caricia que se dedicaron cuando él acudía a su cabaña para hacerle el amor. Al amanecer el hombre se marchaba, no sin darle tiernamente un beso aunque pensara que ella dormía. Apartó el recuerdo de su pensamiento, era demasiado tarde para arrepentirse.
Pero fue antes, otra noche de luna llena, cuando se encontraron por primera vez junto al arroyo cercano a su cabaña. Él se acercó lentamente a Alondra, las orejas aplastadas contra la cabeza, sus fauces amenazadoras dejaban escapar un ronco gruñido. Y ella lo reconoció como hombre-lobo, y no tuvo miedo.
Aquella noche, escondidos en una cueva, Alondra durmió acurrucada en aquella maravillosa piel de lobo, lejos del resto de la manada hambrienta. Por la mañana, dormía a su lado el hombre, libre de la maldición de la luna.
Roto el semblante de pena, se guiaba con seguridad entre los húmedos y oscuros troncos, pero la ponzoña impregnaba el aire como el alma de los malditos, era como el lamento de algo que nunca se dijo, de algo terrible que nunca debió haber sucedido.
Tras ella, desde el lugar donde se escondieron la primera vez, se escuchaban los primeros aullidos. Alondra apretó contra su pecho el mullido y abultado saco y aceleró su carrera. Su manada ya habría encontrado la sangre en la cueva, el afilado cuchillo y el cuerpo desollado de aquel lobo enamorado de una mujer. Pronto iniciarían su cacería de venganza y para entonces ella debía estar ya lejos, muy lejos de ahí.
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