EL RELOJ MARCA LA CULPA. (PARTE II)

Mi padre sostenía el reloj con delicadeza, como si temiera que cualquier movimiento, pudiera borrar las pistas que contenía. El hombre aún de nombre desconocido, no se había despegado de su lado, perplejo, observaba como mi padre examinaba cada detalle: el grabado de la tapa, el desgaste de la cadena, e incluso el leve aroma a lavanda que parecía emanar del metal. Este reloj no ha sido olvidado por accidente, dijo mi padre. Ha sido dejado como una firma. 

La policia llegó poco despues. El inspector Jones, al frente de la investigación, se acercó a mi padre con una mezcla de respeto y resignación. ¿Sabe que ha pasado?, preguntó con una sonrisa torcida. Todavía no, pero el reloj habla. Solo hay que saber escucharlo. 

Mi padre, más silencioso y escurridizo que un gato, se coló en el acceso a las cámaras del hotel. En las imagénes se veía claramente al hombre del reloj con la mujer desaparecida. Pero lo curioso era que al pasar por el vestíbulo, ella parecía mirar directamente a la cámara y dejar caer una nota en una maceta. 

Mi padre, silencioso, fue al vestíbulo y recuperó la nota, estaba escrita con letra firme y elegante. 

"Si algo me ocurre, busquen a Edmond. Él no es quien dice ser".

Mi padre susurró el nombre para sí mismo, Edmond. Hastings, que así se llamaba el hombre pasivo del periódico, ¿recuerda al pianista que tocaba esta mañana?. Claro, el hombre del cabello oscuro. Tocaba Clair de Lune. Mi padre, buscando las imágenes del hombre en el vacío, dijo: Exactamente, y lo hacía con la mano vendada. ¿Curioso, no?. 

Mi padre se dirigió al piano, Edmond ya no estaba. En su lugar, una partitura abierta, mostraba una melodía distinta, en la esquina inferior alguien había garabateado una palabra, perdón. El reloj marca la culpa, murmuró, pero la música...la música revela el arrepentimiento.