CONTEMPLACIÓN RENOVADA (1)
Por Eunoia
Enviado el 16/09/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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CONTEMPLACIÓN RENOVADA
(1)
Finalmente el cielo se encapotó. Un airecito fresco levantaba los toldos del barecito junto a la cancha de tenis. Yo estaba agotado. Como no podía ser de otro modo, Vanessa me había derrotado en apenas dos sets. Ella satisfecha, apuraba su limonada. Yo trataba de esconder el malhumor de mi derrota. Además, ella estaba tan lozana..., mientras a mí me dolían las muñecas y sentía punzadas en las rodillas.
—He sido honesta contigo, Ruper: no te he dejado ganar —Sorbió sonoramente el poco líquido cristalizado del fondo de su vaso de caña—; pero hoy lo has hecho mejor. De verdad: has tenido dos reveses muy buenos. Me descolocaste.
De mis labios sólo salió un bufido resignado. Me rasqué la cabeza. Creo que la odio. Sí, sinceramente. Siempre ha sido mejor que yo.
Empujó con el trasero la silla hacia atrás, me dio un golpecito en la mano y me dijo:
—Vamos. Estoy sudada y quiero darme una buena ducha.
Naturalmente, no tuvo en cuenta mi opinión, como siempre. Ni siquiera el hecho de que mi horchata estaba todavía a medias.
El camino de tierra levantaba polvillo de color ocre a cada uno de nuestros pasos. Miré hacia el árido terreno. Ambos caminábamos acompasados. Las zapatillas de mi hermana se veían impolutas, como si acabase de sacarlas de su armario zapatero; las mías necesitaban una limpieza a fondo.
En la casa, Paquita había terminado su limpieza y se despidió con su sonrisa servicial de siempre. «Sus padres salieron a Linares. Me dijeron que les dijese —redundancia popular— que comerían con los De Lara, y que se quedaban allí para la fiesta del centenario del casino».
Vanessa, una vez dentro de la casa, se arrancó literalmente el polo blanco y se fue, escaleras arriba, al baño central en sujetador —también blanco—. Yo subí detrás y me metí en mi habitación. Como el aseo de mi dormitorio no tiene ducha, me quedé en bóxer y me puse a esperar que ella terminase para ir yo. Desde la ventana eché buen vistazo a la refulgente piscina. Un centelleo del sol me hizo desear sumergirme en el agua sin esperar más.
Al pasar por delante del baño, cuya puerta estaba abierta, vi de espaldas a Vanessa. Estaba de espaldas, desnuda, secándose las pantorrillas con esmero. Se encontraba inclinada, con la pierna derecha apoyada en el taburete de plástico redondo; la otra pierna estaba separada. Por entremedio del arco entre ambas, bajo las herbosas esferas de sus nalgas se veía al trasluz una mata de vello en forma de mochito oscuro.
De alguna manera, Vanessa percibió mi presencia en el pasillo ese pequeño lapso en que me frené para mirarla.
—Ya salgo, impaciente —me dijo sin volverse.
—No importa, voy a la piscina. Termina tranquila.
Se giró colocándose la toalla en una toga en la cabeza. Al subir los brazos sus pechos se movieron como dos femeninos flanes compactos. Los pezones rosados destacaban muy tiesos. El triángulo negro de pelos del pubis brillaba con gotas de agua.
—Puedes pasar. No te cortes, Ruper.
Giré la cabeza y fui en dirección a la escalera. Aunque había pasado la puerta, y mi hermana ya no me veía, ella continuó:
—Ya viste ayer todo lo que hay que ver, ¿verdad?
Seguí desconcertado, paralizado. La sombra de Vanessa se dibujó en la pared de enfrente. Había salido del baño. Con una risita pícara añadió:
—¿Lo pasaste bien..? Quiero decir, ayer..., ¿no estabas tan dormido, a qué no, Ruper? —Me di la vuelta. Estaba allí, apoyada en el marco de la puerta con un brazo, las piernas cruzadas, el oscuro manto de pelos públicos en medio de los muslos—.Tú... también te divertiste con disimulo, eh.—Sus ojos reían viendo mi azoramiento—. Me estuviste espiando todo el rato. ¿Crees que no me fijé en el resultado de tu espionaje. ¿Te limpiaste bien el pantalón?
Me quedé sin oxígeno en el pecho. Ahora reía sonoramente. Las tetas juveniles se movían con sus carcajadas.
—Vi la mancha, Ruper. Tu bulto. Lo pasarías mal, así, con tu pájaro atrapado, ¿verdad?
Tras una pausa, prosiguió.
—¿Disfrutaste viendo mi masturbación? Tranquilo, imaginé que te gustaría..., a mí también. Soy una exhibicionista perversa e inmoral, ja,ja,ja,ja.
Sonreí vivamente. Me encogí de hombros.
—Como lo debiste pasar mal aguantando las ganas..., te debo una. ¿Invertimos los papeles ahora? ¿Te da corte, hermanito?—Se pasó la lengua por los labios y prosiguió caminando hacia mí—: Seguro que ya te has puesto caliente. No me digas que no, hermanito.
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