Mi jefe me paga por mostrarle mis senos
Por DivasSensuales2.2
Enviado el 16/09/2025, clasificado en Adultos / eróticos
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Tengo 10 años siendo Asistente. Las últimas semanas mi jefe se retiró y dejó a su hijo a cargo, también hubo despidos así que tal vez esto podría influir en mi lugar en la compañía.
El Ingeniero Ramos, es un hombre con porte imponente, elegante y muy guapo. Tuvimos buena química estas semanas trabajando juntos y aproveché para preguntar por alguno de los puestos vacantes.
Me confesó que esos puestos no estaban disponibles y no había manera de ofrecerme un ascenso. Hice gestos de decepción y me preguntó si tenía problemas económicos, le dije que no, pero pensé que tendría la oportunidad de ganar un poco más. Tomó mi mano y dijo “Podemos hacer algo al respecto”.
Se acercó mirando mi pecho sin disimular. “Tengo una debilidad por las tetas, ojalá pudiera ver que escondes bajo esa blusa”. Me cubrí con las manos, esto no era lo que tenía en mente. Él dio unos pasos atrás diciendo “Hagamos negocios, te pagaré un monto justo por lo que estés dispuesta a mostrar”.
Quería insultarlo y recordé que en mi última cita me acosté con un idiota al que tuve que pagarle la cena. Mostrarle mis senos a mi jefe es menos humillante que eso y además saldría con dinero extra. Comencé a quitar los botones de mi blusa. Me interrumpió diciendo “Estamos en horario laboral, cualquiera puede tocar la puerta y arruinar el momento. Mañana llegarás una hora antes, yo estaré aquí y cuando empiecen a llegar todos, tú ya estarás en tu puesto”.
Seguí con mis labores y cuando terminó mi turno recibí un mensaje: “Revisa tu cuenta, vas a comprar un nuevo brasier que estrenarás mañana, esas tetas merecen una envoltura de calidad”. Fui al centro comercial más cercano, estaba acostumbrada a ofertas, pero ahora compré el modelo más costoso y aún me quedó dinero. Ya me estaba empezando a gustar esto.
A la mañana siguiente desperté nerviosa y emocionada. Decidí usar una blusa blanca, falda negra, pantimedias y tacones, con mi nuevo y costoso brasier por debajo. Llegué a la oficina tan temprano como pude, mientras subía las escaleras pensaba “Solo voy a mostrar mis tetas, no es la gran cosa, ya lo he hecho solo por placer, esto será similar”.
Cuando abrí la puerta del despacho del gerente, el ingeniero ya estaba ahí. Con una sonrisa de galán adinerado me pidió un café y que cerrara la puerta con seguro. Lo hice y me quedé de pie a su lado, él me miraba a mí y a su teléfono mientras tomaba su café, luego dijo “Negocios antes que placer, ya puedes revisar tu cuenta”.
Me apresuré a chequear y ese monto eran unos doscientos dólares, tal vez un poco más, él habló y levanté la mirada de inmediato. “Es hora del placer” dijo con una voz fuerte, su mirada había cambiado, lo sentía distinto, no sé si eran los nervios, pero en ese momento, el ingeniero lucía como el hombre más guapo del mundo.
Se acercó a mí y puso su mano en mi mejilla, sonriendo. Yo estaba inmóvil, pero atenta, esperando sus órdenes. “Veamos qué tienes ahí” susurró en mi oído antes de dar un par de pasos hacia atrás. Nunca había deseado tanto ser usada por alguien con autoridad. Sus órdenes activaban mis sentidos y estaba dispuesta a obedecer lo que pidiera.
Quité mi blusa botón tras botón. Al abrirla por completo él dijo “Me gusta, veo que hiciste una muy buena inversión”. Solté el brasier y vi su rostro lleno de emoción por la anticipación, así que decidí provocarlo, lentamente dejé caer por mis hombros cada tira del sostén. Él se mordía los labios, pero sin perder su compostura. Cerré mis ojos por un segundo, tomé aire e hice al lado mi brasier, revelando mis senos para él.
El ingeniero solo pudo balbucear al verlas. Su debilidad por las tetas estaba claramente en manifiesto. Caminé hacia él, mi cuerpo ansiaba despojarlo de ese impecable traje de ejecutivo. Me detuve solo a centímetros, podía sentir su respiración, “¿Ahora que hago señor?” Le pregunté con la voz más sensual que pude. “No te muevas” fue su orden.
Me quedé estática, con la vista al frente. Él tomó uno de mis senos con su mano y envolvió mi pezón con sus labios, esto no era parte del trato, pero no tenía ninguna intención de detenerlo. Mis pezones son mi punto débil, incluso al masturbarme los pellizco para llegar al clímax. Ahora este hermoso hombre estaba haciendo crecer mi lujuria con cada segundo que pasaba.
Luché para no gemir, pero no pude evitarlo cuando él pasó a mi otro seno y lo mordió suavemente. Chupaba, apretaba, lamía, acariciaba, mordía, los llenaba de saliva. Moría de ganas por besarlo, de sacar su pene de sus pantalones, pero fui obediente y no me moví mientras recibía la mejor chupada de tetas de mi vida.
Sin preámbulo, dejó de chupar mis senos para poner una de sus manos bajo mi falda y la otra en mi cuello, mirándome a los ojos. Mi clítoris estaba exquisitamente sensible, su toque me hacía arquear la espalda. Un pequeño gemido anticipó lo que venía, la mirada del ingeniero iba de mis senos a mi rostro y viceversa.
La primera contracción orgásmica no se hizo esperar, en ese momento por fin me besó y su mano, con rudeza, apretaba más fuerte mi zona vaginal. Gemí en su boca mientras una serie de espasmos recorrían mi cuerpo. Dejó de besarme y solo me miró a los ojos, al tiempo que un poderoso y placentero orgasmo me hacía temblar.
“Con esas tetas y esos gemidos me tienes jodidamente duro” mencionó él con un tono acusatorio, como si fuera mi culpa y ahora debía hacerme cargo. “Arrodíllate”, la orden que más esperaba al fin había llegado.
Qué hermosa verga reveló para mí. Perfectamente proporcionada en tamaño, erecta y sin un solo pelo a la vista. Sin pensarlo la tomé entre mis manos y lamí mis labios. Él me interrumpió diciendo “Primero va entre tus tetas”.
Presioné mis senos para apretar su pene, comencé a balancear mi pecho, a mover mis tetas. Lo escupí y me seguí moviendo. Él murmuraba viéndome desde arriba y finalmente dijo “Ahora si puedes tenerlo en tu boca”.
Lo metí completo en mi boca, gimiendo y saboreando al tener ese rico espécimen entre mis labios. Es indescriptible el placer que me daba estar chupando esa verga, le di una mamada que nunca podrá olvidar. Seguí y seguí hasta que él mismo la sacó.
Él se masturbaba salvajemente, gimiendo, gruñendo, mirándome a los ojos. Yo por mi parte apretaba mis senos y le mostraba mi lengua como el lugar donde quería su descarga. Se vino con un chorro de esperma caliente y espesa que aterrizó directo en mi boca y dejé escurrir hacia mis senos.
No dejé que ninguna gota cayera al suelo, lamí todo el semen que había en mis senos y lo trague ante su mirada de admiración. De rodillas, sonrojada, usada por mi jefe, no podía sentirme mejor. Él me ordenó asearme en su baño privado y cuando salí me dijo “No estuvo tan mal, ¿Verdad?”. Le respondí “No, no estuvo nada mal”.
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