Sumisa: caída y redención. Capítulo I: la marcha de las fantasías

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La de hoy es una marcha enorme: cuadras y cuadras de mujeres gritando y cantando, exigiendo sus derechos y haciendo sentir su voz. Y Bianca sabe que debería estar feliz de ir ahí, en medio de sus amigas, gritando consignas, riendo, abrazada a las chicas, sintiéndose segura y fuerte, con la fuerza que te da saber que hay muchas para defenderte.

Pero Bianca no se siente segura, porque nadie puede defenderte de lo que vive en su propia cabeza. Y ella, a pesar de ser una chica de carácter fuerte, una feminista convencida de las que no le deja pasar nada a nadie, se siente confundida por sus propias fantasías: hace meses que, casi cada noche, se masturba pensando en que un Hombre fuerte la domina, la posee.  Que la usa como a un juguete sexual, y que ella se deja, gozosa, disfrutando el momento y llamándolo Amo. A veces, sola en su cama, con la mano hundida entre las piernas, Bianca susurra la palabra Amo, muchas veces, mientras su sexo chorrea lujuria.

Imagina que la toman del pelo, fuerte, y la cogen así: sin piedad, con rudeza, embistiéndola brutalmente, mientras ella muerde la almohada para no gritar. Imagina que la nalguean, sin preguntarle, o que le tapan la boca para que no grite mientras la penetran. Ahora mismo, en la marcha, va pensando en eso, imaginando a un hombre musculoso, marcado, encima de ella, llamándola perra al oído. Y no puede evitar humedecerse, en medio de la marcha. Dios mío, Bianca siente que está loca.

Sus amigas, llamándola, la vuelven a la realidad. Bianca participa en un taller de twerking, ese baile sensual de mover las caderas: para ella es una especie de liberación, la ayuda a sentirse empoderada, dueña de su cuerpo y su sensualidad. Le gusta bailar nada más por gusto, para sentirse libre, sexy y hermosa, pero sin sentir que la están juzgando, que tipos babosos la miran como si quisieran comérsela. Muchas veces Bianca se siente así: en la calle, en el transporte público, en la Universidad. Pero no en el twerk, ella es feliz ahí. Y sus amigas van a hacer una performance ahora, van a bailar twerk contra el patriarcado.

Bianca se suma, riendo, y toma su lugar en la coreografía. Va a ser la primera vez que baile en un lugar público… pero, en vez de sentirse relajada y divertida, como sus amigas, Bianca se siente excitada. Le sorprende eso, mirar a los peatones e imaginar que le están mirando el culo no debería excitarla, de hecho, jamás le ha gustado.

De verdad, a pesar de su cuerpo le desagrada que la miren los hombres… pero es que hace unos meses que las cosas han cambiado para ella. Desde que vio esos videos porno en Internet, esos en los que se follaban a una mujer atada a una cruz, tan hermosa ella, tan sexie, y los hombres la usaban como querían, Bianca no puede evitar desear ser la chica. La sumisa. El juguete. Y ahora está totalmente mojada, sintiendo que es el centro de las fantasías de los transeúntes.

El baile es sexual, de por sí, y Bianca se esfuerza por exagerar aún más los movimientos. Como una gata en celo, mueve las caderas sin mirar a nadie, imaginando que entre todas las chicas la miran sólo a ella, que la desean, y se imagina también como una especie de traidora, siente que después de la marcha le gustaría ir en un transporte, maquillándose y poniéndose linda para un Amo, para entrar a su departamento a cuatro patas, sonriendo, con una cadena al cuello, sumisa y entregada. Bianca no tiene Amo… pero quisiera. Ay, cuánto quisiera.

Cuando termina la música, ella sigue moviendo las caderas sola, un par de segundos, hasta que nota que sus compañeras ya se pusieron de pie, y un par se ríe de verla toda entusiasmada bailando. Sus amigas creen que es por la emoción de bailar en público por primera vez… pero ella sabe que es otra cosa. Se levanta, sonriendo confusa a las chicas, y se escabulle. Da una excusa cualquiera y se va de la marcha: tiene demasiadas cosas en qué pensar.

No sabe si está bien lo que hace, si es una mierda de persona, una hipócrita, o si solo está loca. No sabe qué pensar de sí misma, y eso es lo que más le duele. Le manda un mensaje a Coni, su mejor amiga. Sí, la Coni es la amiga en la que puede confiar, a la que puede contarle todo y no va a juzgarla.


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