¡Proletarios del pentagrama, uníos!

 Discurso imaginario de Karl Marx sobre la industria musical

 “¡Camaradas!

En esta época de fetichismo mercantil, incluso el arte —esa expresión más elevada del espíritu humano— ha sido encadenado por las leyes del capital. El músico, que con su talento y esfuerzo da forma a lo sublime, se ve reducido a una mera mercancía, a un engranaje más en la maquinaria de la producción burguesa.

 ¿Quién crea el valor? ¿Quién conmueve al pueblo, quién llena los teatros, quién da sentido a la existencia alienada del trabajador? Es el artista. Y sin embargo, ¿quién se apropia de ese valor? El representante, el empresario, el intermediario que no produce nada, pero que se erige como dueño del beneficio.

Esta figura del representante musical no es sino una manifestación más del capitalista moderno: no crea, no interpreta, no siente. Pero posee. Y en su posesión, se arroga el derecho de decidir, de condicionar, de extraer. Se lleva un porcentaje del fruto del trabajo ajeno, como el burgués que se apropia de la plusvalía del obrero en la fábrica.

 ¡No nos engañemos! La industria musical no es una excepción: es un espejo del sistema. El artista, como el proletario, está alienado. No controla su obra, no determina su destino, no recibe el valor que le corresponde. Su arte se convierte en mercancía, su pasión en contrato, su libertad en dependencia.

Por eso, la emancipación del músico no vendrá de mejores contratos ni de promesas vacías. Vendrá de la abolición de las relaciones de producción que permiten esta injusticia. Vendrá de la organización colectiva, de la toma de conciencia, de la ruptura con el capital.

 ¡Que el arte vuelva al pueblo! ¡Que el valor vuelva al creador! ¡Que la música deje de ser negocio y vuelva a ser expresión libre!

 ¡Proletarios del pentagrama, uníos!”