Demasiado vodka (2 de 3)

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Lo que te voy a contar ahora es cómo esa noche mi amiga Lucía y yo acabamos las dos a la vez con las boquitas llenas de leche. Estoy segura de que no sucedió como te imaginas. Así que agárrate fuerte al nabo que vienen curvas.

Nos fuimos juntos, los tres, al pisito de Lucía en la ciudad, que era el que nos quedaba más cerca. Lucía y yo nos desnudamos nada más entrar en el dormitorio, que por cierto tenía dos camas. Ella se dejó puesto únicamente un collar de cuentas blancas que llevaba a menudo. Yo nada de nada.

No podíamos ser más distintas una de otra. Lucía era súper delgadita y casi sin tetas y de cabellos claros; y yo la típica morena muy guapa, con buenas carnes en el culo y las tetazas. Sus pezones estaban hinchados y eran más prominentes que los míos en comparación con el tamaño de las tetas. No llevaba ningún tatú en el cuerpo pero yo sí: un par de golondrinas bajo mi generoso seno izquierdo. En materia púbica las dos íbamos también a la contra: rasurada hacía muy poco ella, y yo con un encantador Monte de Venus moreno y peludito en la parte alta del coño y afeitada en torno a la vulva. Mi brecha vaginal destacaba más que la de Luci, y mis curvas parecían aún más contundentes a su lado.

Anaconda Man sacó su miembro erecto y, durante un buen rato, mientras una se incrustaba la polla en boca, la otra le lamía los huevos, y luego intercambiábamos. Cada dos por tres, soltábamos la polla para morrearnos entre nosotras. Adoro besar los labios y chupar la lengua de una chica que acaba de tener un rabo en la boca. Saben a verga y ese es un sabor que nunca quiero que abandone mis papilas gustativas.

He de reconocer que Lucía era una dura rival en el arte de la garganta profunda. La tranca le llegaba uno o dos centímetros más adentro de la boca que a mí. Imaginé que el tío estaría pensando algo así como «la morena guapísima con grandes pechotes está mucho más buena, pero quien la chupa más a fondo es la rubia delgadita». Ese pensamiento me celó y me envaró, y puse todo mi empeño en devorar más falo que mi amiga. No sé si le gané, pero apostaría a que el desafío felatorio al menos quedó en empate.

Un poco más tarde, el tío colocó el pene duro y palpitante entre mis piernas, bajo mi sexo. Mi amiga chupó la punta que sobresalía bajo mi vello púbico, dándole aspecto de peluca. O sea, parecía que el trozo de carne fálica tenía peluca. ¡Era muy vistoso! Mis labios vaginales la besaron tímidamente y la viga de carne se humedeció con mis fluidos íntimos.

Estaba lista para que entrase en mí, y vaya si lo hizo. En vigor, tamaño y dureza, era una polla de campeonato. Disfruté de sus embestidas como una cerda en una cochiquera. La lengua de Luci sustituyó con eficiencia la ausencia de una segunda polla para mi otro agujero. No necesité recurrir a mi dildo de compañía. Me corrí dos veces sin sacarme la verga del coño ni un momento.

Cuando le tocó el turno a Lucía de recibir penetración, fue mucho más cautelosa que yo al metérsela porque tiene una rajita demasiado estrechita, aunque muy linda. La punta del glande desapareció dentro de ella, succionada por su vulva, muy poco a poco. Y ahí se detuvo. No entró más de buenas a primeras. Pero Lucía sabía trabajar con sus limitaciones y solventarlas. Empezó a provocarse contracciones en el coño y, a medida que su brecha se contraía y expandía, el pene big size fue abriéndose camino como un héroe hacia la victoria.

Pasados los primeros intervalos críticos, el tío se puso a bombear a buen ritmo. Y mientras el fulano se la follaba, ella me comía el coño. O era yo la que lamía lo que quedaba a mi alcance del pene y de la apretadísima ranura de Luci.

En un momento dado, chupé la piel de los cojones del tío y luego besé a Luci en el culo varias veces, lengua incluida, para devolverle el favor.

Cuando llegó el ansiado momento de la sucesión de convulsiones fálicas seguidas de salpicaduras de esperma, Luci y yo convencimos al tío para darnos un final por todo lo alto y muy original. Primero cogí una pajita de plástico transparente que habíamos dejado previamente sobre la mesita de noche. Y luego observé llena de fascinación el espectáculo de los cañonazos lácteos.

Lucía, boca arriba sobre la cama, metió barriguita y el tipo descargó la cremosa pócima de sus huevos en la cavidad que se había creado alrededor de su ombliguito. El rabo destiló la cantidad justa de esperma blanca como un globo ocular para rellenar el pequeño hoyito sin que se escapase nada. ¡Qué bueno!

Sonreí sin destapar los dientes. Luego tragué saliva. Y me lancé a por el esperma como un abejorro a por la miel de un panel. Sujeté bien la pajita y sumergí el extremo inferior en el charquito de semen, blanquecino como las cuentas del collar de Lucía. Me llevé el extremo superior a la boca y sorbí poco a poco el brebaje lechoso con la pajita. ¡Sí, sí, sí! Fue muy hermoso contemplar cómo el líquido seminal ascendía tubito arriba hasta mi boca.

Lo absorbí todo, lo retuve en el interior de mis labios y jugué con la sustancia con mi lengua. No tragué todavía porque no era en eso en lo que habíamos quedado Luci y yo. Aunque lo pensé. Te juro que lo deseé mucho y tuve que hacer un esfuerzo muy grande para no engullirlo en el acto.

Pero en lugar de ceder a mis impulsos egoístas, fui generosa con la corrida y vacié el mejunje en la boca de mi amiga. Y después le di un morreo con lengua. Luego mi amiga flaquita hizo lo mismo y escupió la corrida en mi boca de mujer morena. Las dos nos lo pasábamos pipa.

Volvimos a besarnos y a morrearnos con lengua y a compartir la lefada, pasándonosla de la boca de la una a la boca de la otra. Lo que no caía dentro de nuestras bocas sino que se nos desparramaba por las barbillas, lo lamíamos a conciencia para recuperarlo y que no se nos escapase ni gota.

Intercambiamos el semen con saliva tres veces más. Y a la postre, mi companion rubia se lo tragó todo sin avisar, para envidia mía. Sólo el hecho de que yo ya había tenido una buena ración de espermatozoides recién salidos de fábrica, en el baño de la disco, evitó que me enfadase por la deslealtad de mi amiga Luci.

Después de nuestra gesta, gritamos de alegría y chocamos las manos entre nosotras y con nuestro cómplice.

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