Alberto Roca era un hombre de cincuenta y tantos años que era un funcionario que gestionaba el área de Mantenimiento del Ayuntamiento de un pueblo marítimo del litoral catalán, el cual estaba casado con una mujer dos años más joven que él y tenían dos hijos ya mayores que vivían y trabajaban en el extranjero.
Alberto era un sujeto que tenía dos pilares básicos en los que se apoyaba su existencia, como era el trabajo y la familia Ambos principios se los había inculcado su padre desde su más tierna infancia, quien había sido para él un referente en su vida, un buen guía que le transimitía una gran enseñanza para andar en el mundo. Y así había educado a sus propios hijos; aunque su lema era también vivir y dejar vivir a quienes le rodeaban, ya que lo que importaba de veras era que cada cual supiera cumplir con su obligación tanto laboral como de convivencia; que supiera ser cívico en el ámbito social.
El funcionario no tan sólo se agarraba a estos dos principios de un modo exagerado, sino que en sus ratos libres le gustaba correr en plan deportivo hasta el pueblo vecino por un Paseo que boreaba el mar y darse algún que otro chapuzón en el mismo sea en verano o en invierno; como asímismo le gustaba ir al cine del pueblo en el que Alberto había ido desde que tenía doce años, a ver los estrenos recientes que se anunciaban en cartelera; o bien iba a jugar al dómino con algunos amigos en el Casino de estiilo Moderrnista del pueblo, dado que a su juicio dicho juego estimulaba las neuronas cerebrales y le ayudaba a pensar; o sencillamente leía novelas de misterio por el mismo motivo.
Mas a pesar de que Alberto estaba inscrito en el partido político nacionalista que gobenaba en la villa, los compañeros del Ayuntamiento se sorpendían al ver que éste siempe rehuía hablar de política. Se percataban de que era muy eficaz en su labor, pero nadie sabía lo que pensaba realmente. Y su superior, que era un regente del área de Mantenimiento, al constatar que su subordinado no lo tenía en un pedestal, sino que muchas veces le discutía sus erróneas decisiones, no cesaba de meterse con Alberto a grandes gritos para darle a entender que allí quien mandaba era él. Por otro lado a estos mismos compañeros del trabajo les chocaba que Alberto apenas viera la televisión. Esto se lo planteó un día uno de sus compañeros que era de su misma edad llamado Ginés al salir del trabajo.
- Pero bueno. ¿Es que tu no ves las Noticias en la tele? - le inquirió Ginés como si Alberto fuera un ente de otro planeta.
- Me informo por Internet, de una manera escueta, y ya está - respondió Alberto con una sonrisa-. Los canales de televisión que dependen de los partidos políticos que ostentan el poder, lo que hacen es manipular con su propaganda y basura a la gente..Yo no me creo que el espectador esté tan pendiente y sufra tanto de lo que dicen los unos y los otros. Lo que a la gente le importa de veras es poder vivir con dignidad.Por ejemplo que haya más trabajo bien pagado, que se solucione el problema de la vivienda, y que funcione como es debido la Seguridad Social. Es decir que la vida personal de cada uno;o de un país pueda ir mejor. Las reformas sociales si es que las hay, pueden venir de un lado o de otro, porque esto ya forma parte de la misma evolución o de la sensibilidad humana. y sobre todo del progreso de la Medicina y de la Ciencia como se ha visto a lo largo de la Historia. No creo en salvadores de la patria que se valen de la demagogia para subir al poder y dominar a todo el mundo. Aquí tienes al regidor de Mantenimiento, que antes de dedicarse a la política era un triste representante de artículos de la limpieza, y ahora no hay quien lo aguante.Como puedes imaginar, no me interesan las Redes Sociales que son una plataforma donde abundan los insultos. Yo quiero vivir tranquilo.
Ginés no daba crédito a las palabras de su compañero Alberto puesto que él era un nacionalista radical y utilizaba constantemente las Redes Sociales para atacar a quien le llevaba la contaria en sus ensoñaciones.
- Ya. Supongo que te habrás enterado.del arresto policial de aquel poeta al que encontraron en su casa explosivos para atentar contra edificios públicos del Estado Español, y que ahora está en la cárcel. Y que esto te parecerá correcto ¿verdad? que este poeta esté entre rejas, cuando él lo que pretendía era liberarnos del yugo opresor del Estado Español que nos tiene colonizados - dijo con cierta indignación Ginés.
Súbitamente Alberto sintió en su fuero interno una tensión, un malestar que llegó a convertirse en un escalofrío cerebral. Y en aquel instante la perspecctiva de la calle por la que caminaba, que estaba bordeada de plátanos se le antojó más sombría que nunca.
- Pues sí. Me parece bien que este terroista esté en prisión. Imagínate que por alguna razón, tu familia va a uno de estos edificios oficiales, y estalla una bomba colocada por este "héroe" nacionalista que da lugar a que tu mujer y tus hijos queden heridos o muertos. ¿Qué dirías? "Oh, son cosas que pasan porque lo que importa es la bandera nacional?" Si piensas así es que eres un tonto; un enfermo mental - repuso Alberto sin ningún miramiento-
Alberto no se llegaba a imaginar que uno de sus pilares fundamentales como era el familiar se iba a derrumbar. Un buen día su mujer le anunció que había dejado de quererle; porque él era un "opresor " machista, aunque éste no se diera cuentade ellom como la mayoría de los hombres,porque Alberto según ella-, trataba de inculcarle su modo de pensar y prescindía de sus opiniones. Él era un egoísta que iba a la suya. Por tanto quería el divorcio.
No tan solo Alberto perdió a su mujer. Su vida laboral también se vio afectada. Cuando.en unas Elecciones Municipales cambió el color del Gobierno, el nuevo regidor colocó en su puesto de trabajo a un amigo suyo que era un radical de izquierdas, y a Alberto lo "jubilaron".
Ahora el ex funcionario vivía en un piso del Paseo Central del pueblo cerca del mar, y seguía estóicamente su vida sencilla de siempre. Aunque de vez en cuando pensaba que el problema de esta sociedad no eran las ideas en sí mismas, sino la radicalización de estas, el fanatismo de que dichas ideas estában animadas, que dependían más de un egocentrismo enloquecido, exacerbado que del sentido común o de la senatez. Y Alberto temía que esto cualquier día podía estallar en un reguero de violencia social.
FRANCISCO MIRALLES PÉREZ
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