DIÁLOGOS DE MEDIANOCHE (3)

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         DIÁLOGOS DE MEDIANOCHE (3)

   

                                                (Continuación)



(Marce llega apresuradamente. Su ligera cojera es más marcada que el día anterior. Viene con apetito. Espera cenar algo ligero en compañía de Rubén. Sus ojos lo buscan. Al principio no lo ve. Ansiosa, su mente comienza a dibujar situaciones que la angustian; otra parte de su pensamiento levanta una pesada nube de tristeza. De pronto, al fondo, una mano alegre dibuja un arco de izquierda a derecha: es Rubén. Marce empuja la puerta del bistró. El camarero esboza una sonrisa y levísimamente dirige el rostro hacia la mesa donde está Rubén.)

Rubén (levantándose ceremoniosamente): Hola, Marce (Su rostro está encendido. La sonrisa es amplia, casi ingenua). Su chaqueta está desabotonada. El cuello de la camisa azul vaquera está abierto. Un pantalón beige y unos zapatos deportivos componen todo su atuendo.)

Marce: Rubén... (Sus cabellos están sueltos sobre el cuello de una blusa rosa. Un ajustado pantalón tejano con un cinturón de hebilla en forma de doble lazo y zapatos bajos. Los labios de un rosa pálido. La línea de los ojos ligeramente malva. Sus ojos azules brillan.)

Rubén: ¿Una confesión? (Se acerca a ella y la besa en las mejillas a la vez que la abraza sin apretarla, mirando sus ojos claros): Temí que no pudieras venir.

Marce: No podía faltar. Cuando me dejaste en la puerta de casa me quedaban cien preguntas que hacerte. (Ríe. Su risa es la de una colegiala, alegre y distendida.)

Rubén: Eso mismo pensaba yo antes de salir. Quiero saber más de ti.

El camarero se acerca a su mesa.

Camarero: ¿Qué beberán los señores?

Rubén señala a Marce.

Marce (indicando la botella de vino blanco que hay en un aparador con una gana de botellas. A Rubén): ¿Te apetece?

Rubén: Naturalmente, lo prefiero al tinto.

El camarero les tiende la carta. Tras unos minutos el camarero regresa con la botella de vino en la cubitera y toma nota de los platos.

Marce: No me respondiste a la pregunta.

Rubén (con mirada furtiva): ¿Pregunta?

Marce con una sonrisa ladina, retira los cabellos de su frente.

Marce: ¿Nunca pensaste en casarte o tener pareja? Me pareció que tenías una opinión muy negativa.

Rubén: Tú lo calificaste de error.

Marce: Lo fue para mí.

Rubén: ¿Las dos veces?

Marce: La segunda fue..., bien, aquello de «un clavo saca otro clavo» (Se echa a reír): el segundo machacó al primero, pero lo único que conseguí fue que el orificio de hiciera más ancho. (Mirando a los ojos de Rubén, muy abiertos mientras escucha). ¿Sabes que no te vas a escapar así..., verdad?

Rubén se agita inconscientemente. Lo revela el movimiento de sus hombros. Rompe el silencio incómodo tomando la botella.

Rubén: ¿Te sirvo?
Arce asiente y él le sirve primero; luego llena también su copa.

Marce: ¿No sale bien...? Eso dijiste ayer. ¿Por qué vetes tan escéptico?

Rubén: Mírate tú. Dos veces; dos equivocaciones. (Marce se lleva la copa a los labios y bebe. Se lame el labio superior) Prefiero no pasar por ello.

Marce: ¿Nunca te enamoraste?

Rubén: Como todo el mundo. (Enarca una ceja. Su mirada se hace difusa) Como dijiste tú: salió mal.

Marce: Entonces, sí viviste en pareja. ¿Te casaste?

Rubén (negando con la cabeza): No. (Un segundo después): Murió.

Marce (con una emoción sincera): Perdona..., lo siento; lo siento mucho. No quería despertar...

Rubén: No, no, no importa. Fue hace mucho. (Bebiendo de su copa): No hablaba por ella (Se corrige, rápidamente), por eso, sino por las experiencias de los demás..., como tú.

Marce: ¿Y nunca viviste con ella?

Rubén: No. Ella vivía lejos, muy lejos. (Bebe de nuevo. Marce le observa con cierta pena). Luego enfermó y...

Marce: Por favor..., no hace falta.

El camarero regresa con una bandeja y deposita los platos humeantes y apetiosamente aromáticos.

Marce (llevándose el tenedor a los labios): Ahora yo también soy escéptica, sabes. Me he propuesto no tropezar a lo borrico (ríe socarronamente) en esa piedra del camino.

Rubén (revolcándose la servilleta en el regazo): La escéptica eres tú, pues.

Marce (Alegremente, lo que no refleja una fina tela de represión): ¿Te parezco pesimista?

Rubén (dejando el cubierto en el plato y bebiendo unos sorbos de vino. Vuelve a servir, primero a ella, después en su copa): No, ya ves que no. Yo no quiero tener que arrepentirme.

Marce: No; nada de eso. Verás, yo no me arrepiento. Las cosas fueron así. Circunstancias, ¿entiendes? Si volviera atrás en el tiempo (pone las manos hacia delante, sobre el mantel), volvería a pasar. Era inevitable.

Rubén: ¿Fatalista?

Marce: Las cosas, Rubén (él siente un cosquilleo interno al escuchar su nombre pronunciado por Marce) suceden como si fuesen escalones de una escalera ascendente...

Rubén (interrumpiendo con gesto divertido): Ah, eso te hace optimista.

Sin ser consciente, Rubén ha acercado la mano derecha hacia adelante. La punta de sus dedos toca las uñas de Marce. Ella (conscientemente, empuja los dedos hacia los de él; pero no sé percata de que su corazón se ha acelerado).

Marce: Lo soy. Te confieso: no soy escéptica. De verdad: creo firmemente en el amor. Coincido contigo: el amor es la medicina del alma. (Su boca se entreabre con una gran sonrisa que deja ver sus dientes) Pero con los años una va descubriendo que hay una gran distancia entre lo que vemos en los demás y lo que los demás realmente son. No podemos conocer quieres son los demás, cómo es su ser profundo, su verdadero yo. ¿No sé si soy capaz de explicarme?

 

                                                     (Continuará)


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