DIÁLOGOS DE MEDIANOCHE (4)
Por Eunoia
Enviado el 19/09/2025, clasificado en Amor / Románticos
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DIÁLOGOS DE MEDIANOCHE (4)
(Continuación)
Rubén asiente. Los dedos de ambos están con las puntas pegadas. Cada uno siente el calor de las yemas del otro. Rubén No puede controlar un apagado suspiro. Marce evtirba levemente los párpados. El rostro de él la traslada a un ayer melancólico y dulce. Marce prosigue mirando el humeante plato de sopa de bogavante, introduce la brillante cuchara en él. Rubén se coloca la servilleta un poco por encima del pantalón. El gesto casi infantil de él provoca una reacción de ternura que las comisuras de sus labios delatan a Rubén.
Rubén: Disculpa..., es que soy un patoso.(Ríe. Marce hace un gesto moviendo el dorso de la mano hacia él. El trata de proseguir) Marce, yo...
Marce: Sé perfectamente que nadie se ajusta a otro o a otra exactamente como ella o él quisiera... Entiéndeme, no soy una fantasiosa idealista. Lo que quiero decirte es que la imagen que proyectamos no somos nosotros, sino un yo alterado por conveniencias. (Se lleva la cuchara a los labios. Su lengua recorre el labio superior, luego el inferior y vuelve a sorber insonora mente. Rubén escucha inmóvil) De ahí se suceden los desengaños posteriores, las frustraciones y la desilusión, que termina en el alejamiento paulatino, en el doloroso desengaño.
Marce desvía la mirada hacia el camarero, que se dirige hacia unos nuevos comensales que entran por la puerta y se dirigen hacia la derecha, a otra mesa. Un hombre joven, con un gabán. Ella viste una chaqueta tres cuartos beige. Rubia y alta; el ligeramente grueso, pero alto también.
Rubén y Marce toman la sopa en silencio. Rubén tiene una mirada cristalina.
Marce: Es... sólo eso, Rubén. A pesar de los años, sigo siendo frágil y, por desgracia, algo soñadora.
Rubén: Sin sueños no se puede vivir. Tampoco hay certezas absolutas, Marce. La vida hay que vivirla aceptando los retos y cierta aventura de... (No encuentra la palabra que busca) vivir.
Él vuelve a colocar su mano cerca de ella. Marce le mira a los ojos, después, sin dejar de penetrar en la mirada de Rubén, sube la mano desde el regazo y la coloca sobre la de él.
Marce: ¿Crees que puedes arriesgarte?
Rubén (La observa fijamente. Serio, reflexivo. Después sus ojos emiten un brillo luminoso): Contigo, sí.
Marce: Es lo que esperaba. Lo que sentí desde el primer momento. ¡Qué extraños somos los seres humanos, ¿verdad?!
El camarero vuelve y retira los platos. Rubén ha cogido la mano de Marce y la estrecha con fuerza; la sujeta entre la suya. Ella deja que los dedos de él la recorran suavemente. No hablan. Se miran sin decir una palabra. Puede ser un largo instante o uns corta inmensidad. A los pocos minutos el camarero deposita el pescado para Marce y el solomillo para Rubén, junto a dos salseras. Llena los vasos con el vino y se aleja.
Rubén: Te he esperado tanto tiempo...
Marce: Cariño mío...
Tras los cristales la noche muestra la serenidad ociosa de la ciudad. El rumor de los neumáticos sobre el asfalto se va espaciando. Algunos pasos con calzado de tacón repiquetean al llegar y alejarse del restaurante. Desde la mesa de los recién llegados se escucha el inconfundible sonido de un beso.
La cena ha terminado. Quedan dos copas de vino y un silencio cómodo entre ellos. Se acaban de conocer, pero hablan como si ya supieran todo el uno del otro.
Marce: ¿Te pasa también que, con algunas personas, el tiempo se dobla un poco?
Rubén: ¿Cómo que se dobla?
Marce: Como si esta noche... no fuera la primera. Como si hubiéramos hecho esto antes, muchas veces, en algún lugar que no recuerdo.
Rubén: (Sonríe, mira su copa) Me pasa ahora contigo. Como si no estuviéramos empezando nada, sino... retomando.
Marce: Exacto. Como si hubiéramos hecho una pausa de siglos y ahora nos toca continuar.
Rubén: ¿Te imaginas que eso fuera cierto? Que las almas se buscaran vida tras vida… y esta es una más en la lista.
Marce: Yo no lo imagino. Lo siento. Y eso es lo que me asusta un poco.
Rubén: ¿Por qué?
Marce: Porque es muy fácil quererte. Y eso no debería pasar tan pronto, ¿no?
Rubén: ¿Quién dijo que el amor necesita tiempo? A veces lo único que necesita es... encontrarse en el lugar correcto. Como ahora.
(Silencio breve. El reloj de la catedral marca las doce)
Marce: Dime algo que nadie más sepa de ti.
Rubén: (La mira, sincero) Que antes de dormir, hablo con alguien que aún no conozco. Siempre le cuento mi día, lo que me dolió, lo que soñé. Le hablo como si ya estuviera conmigo.
Marce: ¿Y hoy?
Rubén: Hoy creo que ya puedo dejar de hablarle en silencio. Porque estás aquí.
Marce: Rubén...
Rubén: ¿Sí?
Marce: ¿Te quedas un rato más?
Rubén: Toda la vida, si hace falta.
Y así, entre palabras suaves y miradas largas, empezó algo que ya llevaba siglos esperándolos.
FIN
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